miércoles, 30 de noviembre de 2011

Presagio

Noviembre
congela los suspiros de los enamorados.
Los recuerdos, volátiles, difusos,
se escapan de las manos en nubes de miradas.
Esbozo en viejos lienzos los trazos de una Venus
desafiando al embrujo enclaustrado de mis noches,
a los versos ocultos en mi invierno porteño
donde se esconde la bohemia del tiempo.

Allí me encontrarás,

                                 dibujándote despacio,
buscando la perfecta sinfonía entre tus labios,
resistiendo
la dulce tentación de perderme entre tu pelo.
Mi silencio críptico
busca una salida que no existe,
                                                 o tal vez sí,
acaso en el sueño de mis noches de otoño
perdidas en la sombra de Madrid.

Te cruzaste en mi vida sin buscarlo

muy despacio,
entre viejas sombras y recuerdos ya olvidados
que se tragó la bruma de un abril sigiloso.
Pasé media vida encadenado a un melodrama,
a otros labios de ensueño
pero harto efímeros y pasajeros.


Después de la tormenta
gravitaron las nostalgias.
                                           (Esa noche
las vieron quejumbrosas a la luz de la luna).
 

Y me vieron caer una y otra vez,
y mil más levantarme

y arrepentirme,
y cuando no quedó ningún "te quiero" en la recámara,
viví mi vida,
desentendido de hogueras antiguas.
 

Y ahora soy libre como el viento, libre
de inventarme mi propio amanecer

y libre también para estar contigo.

Ven.
 
¿Ves el hielo en el reloj de arena?
Aquellos tiempos en los que los amores muertos
se escaparon rodando por las vías
terminaron,
hoy no son mas que polvo en el desierto.
Tus ojos me han devuelto la sonrisa
que se llevó la marea aquella noche de octubre.

Salgamos a volar, preciosa mía,

déjame comprobar
                             que el cielo se ha impregnado de tus labios,
déjame sentirte, despertar el amor brujo
que se llevó la bruma con mis lágrimas;
déjame percibir en tus cálidos indicios
la suave timidez de un amor desvelado;
                                                              y después,
cuando nada me lo impida,

besarte hasta morir,

revivir mis sueños de joven explorador,
volver a aquel Amazonas soñado.


Salgamos a volar, preciosa mía,

buscando la última nube del cielo,
lejos, muy lejos de mi soledad sin descanso.
Y desde lo más alto
en sublime perfección contemplar la pirotecnia,
sentirnos fuertes,
dejar a un lado las cortinas
y susurrarte al oído el alegato final de mi poesía.

Despertar una mañana

con el corazón pegado a las sábanas,
                                                             ¿un presagio?

Viejo guerrero de sombras e ilusiones,

ahora es tiempo de volver a soñar,
de parar el tren y revocar las maldiciones.
Es un segundo asalto, es pasar al contraataque,
despertarme otra mañana y sentir
los dulces brazos de mi Venus en la ventana.

Llévame con tu sonrisa al abismo.