domingo, 11 de marzo de 2018

Pregúntame

Pregúntame dónde, a menudo,
cansado de los mismos secretos,
con la curiosidad de un niño
anhelo jugar tu voz, tu sonido.
Como en el sexo lento,
sentir que somos fuerza, nueva y grande,
sueño de otoño azul, templado,
quizás nervioso,
armonía preciosa
tus tardes perezosas de noviembre.

Retorno III (Gramófono)

En otros tiempos
te guardaría la noche en un piano
templado de algodón y de carbones
humeantes.
Bajo la tapa, la bruma,
silencio escandinavo en lo hierático
del tenue itinerar lo inexplorado.

Fallecerá otra tarde;
nosotros, ocupados en lo nuestro
del amor y la logística
de hacernos una casa en la Toscana.
Me ocultará la noche,
su tapa de piano de mil teclas
caerá sobre mis ojos, enmohecidos
por la aurora y la espada.

Ahora
el vuelo suspendido del gramófono
dispersa toda sombra de materia.
Chirría,
da saltos, redundancias.
Y la angustia
no cesa de dar vueltas:
como en las relaciones, la acatisia
invade primaveras
que o bien quisieron ser más ambiciosas,
o no pudieron dar mejores frutos.

¿Por qué hace tanto frío en
primavera?
¿Por qué los hierros claman en las formas
clavadas, inconexas, de mi rostro?
¿Por qué seguir sufriendo
la furia del recuerdo y del olvido,
y hallar en el final de los caminos
un vástago deshecho y deprimido?

Por qué.
La noche fueron todos los pianos.
Nevaron sables: todo fue esquilmado.
Los pájaros de un sueño, seccionados.
Las vueltas del gramófono,
el hacha violentísima,
sin tregua va segando la palabra
que tiembla, que arde y grita, y la ejecuta
de un aire que se afila y se transmuta...

Despierta,
joven verso endiablado
por la misma miseria de su nombre.
Despierta
alegrías
que emergen de las aguas como mástiles errantes.

¿Que aún gira ese gramófono
de vidrio entre la sangre y los cordeles
que traman el insólito final
de este viaje?

Que gire.
Nosotros venceremos
las iras encubiertas en la cuerda,
los giros de la vida más certeros.

jueves, 8 de marzo de 2018

Yermo

Nadie muere
si no mata primero sus amores,
su familia,
si no rompe sus cartas,
sus flores,
si no quema su rostro
ni rasga las mejillas de sus primos
y hermanos.

En el yermo
no quedan crisantemos para honrar
la muerte de David.

Los padres mueren antes que los hijos.
Pues bajen a mirar.