domingo, 26 de enero de 2020

Prueba

No vamos a encontrarnos otra vez.
Nada será sencillo. Cuando intente
rozarte con los ojos, tal vez huyas
y no quieras volver jamás a verme.

Pero si me descubres y eres tal
como te sé, como nadie ha inventado,
si existes en mi vida como siempre
fuiste cada mañana en el otoño,

yo sé que volveré a mirar tus párpados
violáceos, pulidos por la noche,
cubriendo en el misterio tu mirada.

Y vas a devolverme la sonrisa
otra mañana más. Y es muy posible
que vengas a quererme y yo te quiera.


Estación de Príncipe Pío, 26 de enero de 2020

viernes, 17 de enero de 2020

Sol del invierno

Mediodía en cristal, gélido, ubicuo.
El sol nos ha llamado. Desde el coche
respondo con Ray Charles. Voy a abrazar el aire
que por la ventanilla atestigua
que vivo porque soy y porque amo,
no porque tejo anárquico
algunas palabrejas en un libro
que es manantial de nadas
indisolublemente evocadoras.

Visito por la tarde
un centro comercial agonizante
donde una ninfa de coral, traje y chaqueta
esnifa margaritas y deshoja
las páginas de un libro sin palabras.
Sonreïrá, discreta,
porque es su obligación: a fin de cuentas,
quizás ya no le importe demasiado
fijarse en esos hombres que en silencio la rondan.
Creo que se llama Blanca, mas lo ignoro.
A mí me ha sonreído. Me has salvado.

Y si después de todo, heroicamente
eres capaz de hacer la vuelta a casa,

sé práctico
y abraza a esa mujer con la que sueñas
despierto en el despacho.
Concédele un vistazo detallado
del clarear celeste de sus ojos,
y dile lo que sueñas por vivirla cada día.
Y con el alma tenaz y elocuente
de tantos despertares solitarios,
murmúrale al oído
sólo lo estrictamente necesario
(y estando permitido algún mordisco)
Despliega tus encantos grafestésicos
sobre el fuste templado y manierista:
se va a acordar de ti toda la noche.
No cedas, no respires: no debe terminarse
la danza de los velos invisibles.
Sé que podrás hacerlo. Lo sé, porque he vivido.
Lo sé, porque es mundano y es eterno.
Y ahora te digo a ti,
porque en la perspectiva de tu boca
hay un contorno íntimo que anhela el deseo
de lo que igual ya sabes: esa historia
que admiraría contar.
Pero no pienso malgastar un parpadeo,
ni voy a respirar si no es en ti, por ti, contigo
mientras resbala el logos de tu lengua a la mía,
mientras me encuentra el agua de rocío,
y se tempesta el eléctrico preámbulo
que desemboca en las manos
que prueban tu arte inmenso como los alfareros
y a veces con la boca.

El agua de rocío...

                              Y viceversa a veces
el avance voluble y vivaracho,
de esa mitad que tienes tan sospechosamente ardiente
que debo conocer, que necesito,
que esgrimo en cada trazo,
en cada ayer, en cada ya no estás.

Y seremos un cuerpo fenestrado
de luz sensual, dorada
como el extremo oblicuo de tu pelo
donde gira el espectro
y todos los colores son tus besos.

Tan sólo en este sol evocaremos
lo que uno tiene y no, lo que se sueña
y se canta y se calla
y se mira y se ve y se desconoce.
Tan sólo en este sol —que ahora es tan nuestro
como el final del ser que será, unidos
de algún modo informal, final certero
de cuerpos indomables
cuando los minutos tiemblen en paz
y toda nuestra vida se resuma en tu almohada.


Leganés, 17 de enero de 2020

martes, 7 de enero de 2020

Fugit

¡Qué inútil tránsito del alma!
¡Qué lejos yace el oasis del tiempo!
¿Quién soy ahora? ¿Qué ha quedado
de aquel niño curioso?
¿Qué ha sido de aquel adolescente
que se sentaba en esos trenes
y escribía esos poemas
hermosamente mediocres?
¿Donde están todas ellas,
vosotras, las que me rechazásteis
cuando más sólo me tenía?
¡La sed de tiempo! Las lágrimas
descuelgan sus filos en la piel
arrugada y antigua.
La piel que tú mirabas, y era tuya.
Pero una mujer no besa
dos veces una misma piel,
ni yo sueño dos veces con tu pelo
sin que el viento lo invente de otras formas.

Ya no somos los mismos. Ya somos, sólo, espectros
apenas, retratos polvorientos de unos mismos
que no van a volver:
sólo caminarán un poco más en la espesura.
Y pronto moriremos,
antes de comprender para que estamos
en este mundo absurdo
donde cada pisada es una gran roca de noche
que nos va lapidando lentamente
mientras pasa la vida, el tiempo, la vejez
y todo es similar, mas nunca indemne,
y todo es un gran lienzo que se pudre
y mordisquean las ratas.

No importa lo que anheles. Todo es vano.
Naturalezas muertas con bata blanca
e ideales, eso es sin más lo que seremos,
fantoches en la blanca desazón de los humanos
hasta que ella sea nuestra
y al otro lado estemos, postrados como perros:
peripatéticos difuntos
que sólo saben suspirar de frío 
hasta que se nos segue la cabeza.
Fundido a negro.
(¿Y para qué, entonces, vivir?)

¿Soñar? ¿Con quién? (¿Existes?)
¿Quién me dará sentido antes del fin?
¿Quién dotará de esencias mi gris alma?

Silencio.
El amor no te va a salvar. Silencio.
No hay otra solución. Sólo hay silencio
y muerte. Y el ruido
que hace el tiempo
arrastrando los pies sobre la arena del circo
antes de que mi sangre toque el suelo.