lunes, 30 de noviembre de 2020

La gaviota

y, al volver la vista atrás,
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Antonio Machado

Para volver a amar
hay que mirar muy lejos
al árbol que acaricia el infinito,
dejarse balancear por la locuras
y asentir, y besarte, y volar alto
como el primer acecho
que recuerdas, de joven, de sus labios
cuya sombra sigue escrita en algún tren
para guiar a los perplejos de noche
después de conocer la forma exacta,
el tiento y la templanza de sus manos,
y todos los semáforos de Atocha
tengan su nombre escrito y el aroma de su pelo.
Y en el viaje, admirar los reflejos
del sol de medianoche sobre el hielo
quebrado en las ventanas,
y murmurar canciones en su boca
cuando no pueda oírte
y el beso sea un relámpago en la bruma.

Para volver a amar
tengo que revisarme los apuntes
de tu cuerpo. Eludir los estoques.
Sacar factor común en tus trazados,
modelando la carne con sueño y veleidades,
y hacer del polvo gris de tu sonrisa
una barca invisible navegando en el aire,
para luego soplar, que se desprendan
planeando por los mares del tiempo,
y luego, como tú, desvanecerse
esos días en que decías quererme
y sólo eras susurro en la ventisca.

Para volver a amar
es más que necesario haberse roto
de tanto haber amado,
haber dejado manos temblorosas
camino de tu pelo
y haber recuperado la ilusión
por dar al lienzo en blanco otras locuras.

Y ya el tiempo hará el resto:
hasta el último trazo todo es arte.
Continuarás tu viaje. Cada esquina
guarda una encrucijada y un enigma.
Cada mujer que habitas es un canto
y una sonrisa al hombre que allí fuiste.
Pero cada mujer es una sombra
y un mito y la defensa de la nada
que ha de prevalecer. Que sólo estando solo
se cierra la espiral, y en la cordura
ágil de los cuchillos en el alma
continuas tu camino.

La mirada torcaz de la gaviota
ya percibe el fracaso sobre el lago.
Se mira en el espejo, y es horrenda.
Pero tendrá que amar de nuevo alguna vez
en algún puerto, en algún vuelo a las estrellas
que callan lo que otros, en secreto,
buscan, con cristalina espera
en la espada de mar de tu cintura
o en la glosa penitente de una página.

Pero tendrá que amar de nuevo alguna vez.

Leganés, 30 de noviembre de 2020

lunes, 23 de noviembre de 2020

Nuestros misterios

Tenemos que indagar en el contorno de las nubes,
definir lo que sienten, sospechar sus promesas,
hacer gala, discreta, de nuestras otredades,
modelar a nuestro antojo su recuerdo.

Tendríamos que ubicar en el silencio
un adverbio aromático, un testigo breve
de nuestra afirmación. Un ara pacis tímida
y certera. Un proverbial sentido a nuestra sangre.

El manantial de acción corta la soga
de luz con un cuchillo, reconstruyendo
de la ceniza amada la figura de su brazo.

La palabra vedada ha escapado, y en las bocas
hay hambre de verdad y hay sed de besos.
Sólo por ti serán, amor, nuestros misterios.

Leganés, 23 de noviembre 2020, 00:12

domingo, 22 de noviembre de 2020

Periplo

Hay que soñar en voz alta, 
hay que cantar hasta que el canto eche 
raíces, tronco, ramas, pájaros, astros

Octavio Paz
 
a Paula Pire y Marta Villa
 
Puedo luchar o amar. Puedo escribir
o huir. Puedo escoger el frío o el yermo.
Puedo salir al mar, y en la deriva
hallar un sol invicto bajo el mástil.
Nada y todo está escrito. Puedo ahondar
en esconder la inercia en la ceguera
de todos los demás. Puedo escapar
de la luz infinita que me lleva
a elegir esta senda peligrosa
lejos de mis palabras. Y en el trance
azul y neblinoso del camino
presentarán batalla las miradas
solitarias de siempre, entre los bosques
y el navajazo al viento de las olas.

El norte nos recuerda que a su paso
dejas toda esperanza en el balandro,
y morderás las velas donde llores
cada abrazo musgoso que olvidamos.
Pero tú no eres héroe, sino invierno
y compasión recóndita, y aurora
de futuro. Y contemplas los mil lagos
y hay un canto a las puertas del infierno
donde sí hay esperanza, donde puedes
soñar, hacer llanura y calentarte
con párpados amenos y con pájaros
rojizos que persiguen tus estelas
en la bruma, y les dan significado.

Aquí he venido a amar y a hacer justicia
de mi patria caduca. En la extrañeza
de siluetas vestidas que, sin rostro,
en su idioma convocan maldiciones,
me presto a abrir el mar, y a desgajar
sus ataduras. La brisa es de todos
y hablarán las sirenas en mi báculo
para subir tus montes y pisar
tus templos de la ciencia, y despertar
el día blanco en los restos de mi cuerpo.
Que más vale luchar, ahora que el alma
emerge con vehemencia, y amar tanto
que duela del calor en esta tierra
hostil como ninguna. Y que los hombres
se abracen y recorran nuestra tierra
y siembren otra vez, y haya recodos
de paz. Y que la ubérrima constancia
de las manos despiertas nos devuelva
al bienamado hogar en noble triunfo.
Que aquella travesía que dibujaste
con el lápiz de un sueño sobre el vasto
desierto de la arena, sea ahora un gran
océano de verdad en el designio
de la admirada y misteriosa ciencia
de cómo es este tránsito en el polvo
aciago de la vida, y recobrarlo
para que cada tarde en el balcón
observes que tu mundo es más hermoso
mientras tú, en tu silencio, luchas y amas,
y escribes, y desnudas tus instintos.

Que a aquí viniste a amar, y a hacer justicia.
Y ahora nadie lo sabe, pero existes.
Leganés, 22 de noviembre 2020
 

lunes, 16 de noviembre de 2020

Snö

No sé en qué piensas hoy mientras te miro,
ni en qué sol fundamentas el enigma
de tu sonrisa oblicua en los espejos.
Nunca he salido al mar, y roza el viento
astillado, perpetuo e inexacto
de mi invierno en tus colores templados.
Un tiento azul augura la deriva.
No sé si alguna vez has esperado
en silencio la lluvia. Encontrarás
un viento favorable. Sueña en paz.
Me inventaré algún pájaro en el cielo
con lágrimas de tinta, y migraré
allí donde se hielen los silencios
y el calor de una rediviva carta
desguace mis instintos. Y la música
me otorgue amor en calma en la mirada
blanca, oblicua, exacta de la nieve.

Pozuelo de Alarcón, 16 de noviembre de 2020

domingo, 1 de noviembre de 2020

Mar

Siempre hubo mar en ti. Será un poema
azul el que te encuentre
en tu luar callado, junto al fuego.
Siempre hubo mar, y representas
en tu cuerpo un cortejo de sirenas
mitad cuerpo de cera, mitad lágrimas
de antiguos mariñeiros.
 
Es que, acaso en la niebla, te descubres
otorgando un nombre fidedigno a cada esquina
donde estuvo el amor. Tú lo señalas
y brota, como un ramo en el rocío
helado de tu espalda
cuando observas, inquieta,
acechante el momento en que reunamos
el tiento suficiente para hacer que nos queramos.
Y escribes sobre mí tus ojos dulces
y tu sonrisa a medias
y el tacto de tus manos siempre a tiempo
para seguir viajando
hasta encontrar tu abrazo inesperado
como cuando se ha abierto una ventana en el faro
bajo aquellas casitas de la costa
donde me susurrabas
preguntándole a la arena si te amaba,
jugando con el frío y con las vacías
respuestas de la noche.
 
Siempre hubo mar en ti, y descubro
con cada estela pálida algunos trazos
de tu verdad añil,
que roza el intervalo entre las sombras
brillantes de la espuma
y tu locura suave, luminaria
de las noches de piedra.
 
Pero lo intentaré, y me encontrarás
en un verso nenúfar, frente al mar
que siempre ha habido en ti,
para besar tu frente entre tu pelo mojado
de sal, de tus miradas, de tu furia
tácita y misteriosa
que vuelva como el sueño entre las olas
para mirar de nuevo
y escalar en tus brazos, tomar puerto
y escribir otra historia en el tejado
mientras duermen los pájaros
tendidos en el cable de la aurora
que mira hacia el reloj que te hace joven,
deseada: tan discreta, y tan amada.

 Leganés, 31 de octubre 2020