viernes, 10 de agosto de 2012

Tres poemas canarios



Para Silvi, Javi, Alex, Charlie, César y Marcos
por un viaje inolvidable.


1. Soliloquio atlántico



Dios da pan a quien no tiene dientes.

Refrán castellano.

El crepitar de las auras
en la calma angustiosa de la noche.
Despiertan las musas. Buscan
la gentil sublevación,
la noche en el camino de tus ojos
lejanos,
             desafiantes.

Soledad de amores
a mil trescientos kilómetros de tus labios.
Se advierte
el susurro prodigioso del recuerdo,
la calidez trémola, esbozo de primavera.

Me muero de sueño, de hambre, de frío,
de amor
en mi trepidante búsqueda hipnótica
que mece esta cuna de plata hacia las estrellas.
Desaparezco,
consciente de mi desvanecimiento,
sintiendo a un tiempo que todo está dicho
y que no te he llegado a decir nada,
deseando identificar la voz de un ángel
en mi cruel soledad
(desplazada sesenta minutos a la izquierda
según se mira a Greenwich).

El vigoroso aliento de estas tierras
reclama tu ausencia en el silencio de una noche.
Hoy
estamos demasiado lejos para intentarlo,
Morfeo pide venganza.
Pero pronto,
tan pronto que el tiempo pase sin saberlo,
sin percibir su irreparable tránsito,
las sombras materializarán cuerpos,
anhelos nuevos y desconocidos,
nuestra vida entera consumada, nuestro amor.

Sentido de la vida:
la tuya y la mía, en una sola, única y eterna.


Playa de Arinaga, Agüimes. Gran Canaria, 1 de agosto de 2012.
01:38 hora local




2. Sur


Reflejos de sal entre la aurora evanescente.
Cien soles en la arena, rescatados del muelle.
La impetuosa luz de tu mirada entre las dunas.

Maspalomas despierta
en el inconfesable chirrido de las guaguas
rebosantes de sombras y alemanes.
En la orilla,

la multitud
cede
        sus loores al tabernáculo del puerto,
al emporio de las papas y del mojo,
del pollo asado "mit kartofeln" y del tapeo.

Entre tanto,
van naciendo del subsuelo
las sombrillas
laberínticamente distribuidas,
pedazos de claroscuro
perennes en la lucha por continuar enhiestas.

La avioneta
tal vez cortó el vuelo sin retorno de algún pájaro,
trocados ya en carroña de gaviotas.
Más lejos,
rompen las olas tornadas en sueño,
indiscutibles vidrios
que vienen a morir al regreso de mis brazos. 

Invoco a las ninfas del Atlántico,
tejedoras de sueños entre los circunloquios
controvertidos del poeta en la noche,
su morada única e irrevocable.

Juegos de arena, los soles sin dueño
atravesados
en el críptico gruñido imbricado en el viento.

La mañana
se diluye sutilmente en las dunas,
haciendo la croqueta
en la más alta cima, en la desértica costa;

y así 
          se resuelve en un atardecer sin nubes,
mientras buscamos otro mar donde compartir
las luces del recuerdo.


Playa del Inglés. San Bartolomé de Tirajana (Maspalomas), Gran Canaria.
1 de agosto de 2012, 20:00h hora local


3. Mediodía en el muelle



El mar. La mar.

El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre, 
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste 
del mar?




Rafael Alberti, Marinero en tierra


La mañana serena.
Rugidos de espuma, huyen
de una incoherente cohorte de turistas
(de guiris nacionales,
principalmente).
                           Entre legiones de humo
y baluartes sin dueño,
despunta la calima en las montañas,
compañera inefable del alba canariona.

Y rememoro
la epopeya de sueños,
luz de luna llena,
mar de tarde ingrávida,
lejano palpitar
el ritmo incontrolable de las olas,
viejo cantar atlante que emerge de las aguas
desafiando a mi mente siempre amnésica.

Cierro los ojos.
Regreso a tu recuerdo
con la atención desviada hacia esa Diosa
que imagino lejana.
Sueños de iridiscentes horizontes.
Luces impulsadas por el alma de una noche.
Y entonces te contemplo.
Tan dulce como nadie.
Tan real como cualquiera.
Sublime.
Deslumbrante en las estrellas.
Idolatrada.

                  Después,
las últimas olas
borraron el recuerdo de la playa.
Solo queda
el eco de un fulgor desconocido,
la luz sobre las nubes de los sueños,
la vida en el recuerdo de tus labios.
Desespero en los mares del olvido,
mares de tiempo y sueño,
mares que se desvanecen y se desesperan
mientras un día más se nos escapa de las manos,
mientras nos morimos
para luego revivir entre tus brazos.



En el viejo muelle de Playa de Arinaga, Agüimes, Gran Canaria.
2 de agosto de 2012, 16:00h hora local