lunes, 12 de diciembre de 2011

Inseguridad

Hace frío.

En las noches de insomnio de diciembre
recuerdos como espinos
cristalizan lejos de la ciudad. Bruma y sueño,
mi perdición completa en el humo de las calles.

Sospechar de una aguja en el pajar,
de volver atrás, a los recuerdos desolados
que creí, iluso, barridos de mi vida,
no es solo sentir los vientos de antaño
agolpados contra las ventanas de mi casa,
es mucho mas que un teatro de luz negra
de libreto incierto y actores desesperados.

Tengo miedo
de volver a caerme contra las rocas.
Tengo miedo a la sombra del tiempo, a los fantasmas
que se pasean por mis recuerdos buscando cobijo
o alimento.
             Tengo miedo
de encontrar la respuesta equivocada,
¿quien no lo tiene acaso?

Dos nombres,
                cuatro vidas,
                                días inciertos,
y nuestra única llama encendida va pudriéndose
en el Madrid más frío y gris que vieron los tiempos.

Pero sobre todo
tengo miedo a la soledad del tiempo,
a levantar la vista y que no estés,
a derribar mi mundo establecido:
a perder
el brillo de tus dulces ojos en el camino.

A veces en mi soledad, anhelo
trasladarme a mis tiempos de límpida inocencia,
a aquella fantasía
donde amar era un juego de princesas.

Tempus fugit. Mi sórdido lamento
se lo llevado un grajo con la vista.

Esta es mi cuarta sonata de invierno,
tal vez la última:
los recuerdos que te aman
son también los que engañan
y asesinan,
y los sueños son sueños, nada más.

¿Vienes a soñar conmigo?

lunes, 5 de diciembre de 2011

Análisis de consecuencias

En la cara lleva
tres años perdidos
y el frío de las seis de la mañana.

Van a partirle el corazón.

Luis García Montero, Las flores del frío



Para Silvi, con cariño 



¿Jugamos a las paradojas, cielo?

Yo soy lluvia, soy eterno retorno,
soy viajera de nubes, transeúnte de recuerdos.

Soy heroína desdichada de un reino embrujado
donde amar es morir, donde vivir es soñar.

Mi mundo paradójico
se desvela en las noches de noviembre,
destruido por el filo de las sábanas.

Suicido los instantes.
Mi tiempo pluscuamperfecto quebrado
en el recuerdo cíclico de amarte
y no poder.

                   En la bruma,
el vacío de las tres de la mañana,
cuatro gotas grises que se escapan de mis ojos 
mi pozo sin fondo, agujero negro,
mis noches sin días,
                                 mas ¿terminarán?

Desterrar el inconsciente desnudo,
reclamar la potestad de amar y decidir
y encontrarme tus ojos
cargados de recuerdos cristalinos.

Me estoy muriendo por dentro por estar contigo;
¿no te das cuenta, cielo,
de que tengo el corazón empalado en un cruceiro,
y sin embargo aún sigue
palpitante de fuegos y esperanzas?

Con el arrebato de la heroína valerosa de férreo orgullo y sublimes ideales,
busco aquella estocada que ponga fin al tiempo,
nuestro tiempo,
inútilmente cambiado por pasajeras disquisiciones
y una farsa de guiñoles ciegos.

Decirte "amor" es querer atrapar con el viento
el susurro fugaz de una caricia
desconsolada por nuestro tiempo y el silencio.
Decirte "amor"
es taladrar mi orgullo y mis prejuicios.

Amarte es la única salida. Mas aún no es tarde.

                                                                            Y yo,
         acaso
                   fiel a la desconfianza
de un acto primero mal empezado
me dejé aguijonear por las luciérnagas del arcoiris,

acaso
era también pasar al contraataque,
fingir felicidad
para eludir los hechos con palabras y sueños.

No importa desdicha alguna a la heroína
ni a su corazón turbado y muerto
que yace, impertérrito, en el altar de sacrificios;
mas tal vez no demasiado cerca del amor,
el recuerdo
impregnado de sombras y de versos
escapará desde la cima de la pirámide,
morirá de orgullo.

Devuélveme el amor en tu mirada,
                                                         amor mío,
o te arrancaré los ojos.




(¿Continuará?)