sábado, 7 de febrero de 2015

Instrucciones para escribir un poema

Haz esto.
Súbete al autobús cuarenta y ocho de la EMT,
siéntate en la octava fila,
ponte la octava de Mahler y unos cascos;
cuando suba una chica de tu edad, quita la música
y hazle el amor salvajemente sin quitarle la ropa,
no lo evites.
Si lleva falda, huélela con las manos.
Si no la lleva, rompe todo lo que encuentres a tu paso.
Después
   escribe en una hoja de fresno con sudor unas palabras,
déjala volar al viento y haz que otro la recoja
y que sienta las caricias al envés de las miradas.

Baja de un tren que no te lleve lejos.
Escóndete de todos entre todos.
Escucha las formas que dejan al marcharse.
No sientas las pisadas y los ruidos de maletas
contra el suelo de cristales desprendido.
Sólo
mira las figuras.
Llénate con ellas.
Deja que todos salgan del encuadre.
persiste hasta que ya no quede nadie
y entonces
                   siéntate
                                y despierta.

Mejor si vas desnudo y a caballo.

Aprende un nuevo idioma que te guste.
Tan sólo te pido que sea hermoso,
que tenga las palabras de su nombre,
que huela a primavera y al perfume de su cuello.
Y dile sin que pueda comprenderte
que vi amas ŝin kaj lite kaj mense
kaj vi ne volas vivi sen vekiĝi ŝin morgaŭe
y retomas poco a poco el protocolo
más – ¿por qué no? – quitándole la falda esta noche.
Que huelan a ella todas las miradas.

Vuelta a vuelta,
en una cama improvisada de hojas de papel
con versos de Verlaine puestos a mano
y fotos de los sitios donde nunca os besaréis
(por ejemplo: Uzbekistán, de madrugada),
déjate llevar por el sonido de los muelles.
Cierra los ojos mientras sientes cuánto le gusta.
Ingiere cada mínimo gemido
que se exhale como un mantra de su boca misteriosa.
Acuérdate del autobús cuarenta y ocho.

No folles.
Esto es importante.
Siempre es mejor bailar toda la noche.
Cuando acabéis tú y tu musa derramados
sobre una pira acre de ceniza,
pon palabras aleatorias en la tierra con tus restos.