sábado, 28 de diciembre de 2019

Redención

Peaje de amor: cantidad irrisoria.

Javier Krahe

Deseo que seas.
Que ocurras esta noche y que seas cierta.
Que te pueda probar con estas manos secas
con las que hago refugios de papel
y tu piedra sea hogareño concilio
de labios y silencio.

Deseo que seas ahora,
mientras cada letra se deposita en el rostro
extraño de mi suerte
y aparto de la noche, o tamizo con las sábanas,
la penumbra rasgada de una luna
que crece en el reflejo de los hombres
que recorren las calles entre misterio, niebla,
carne, cristal avaro que surge del temible
y amargo hormiguear del aislamiento.

Deseo que seas, que existas simplemente,
para que todos esos hombres
que viven solo en mí
desplomen la cordura en el teatro moribundo
que debe definir el despropósito veraz
de todas esas sombras que dibujan
paralelismos ornitólogos
en mi sino convulso,
y en la retina desembocan cuatro nombres,
mis cuatro incógnitas felices, mi Parusía
despiadada e insólita, con la que he de lidiar
si quiero definir este misterio,
si he de reconducir el agua trémula
en este vil desierto de la vida,
tomando decisiones sobre el polvo elegido
que acompañe a mi nada
en este envite oscuro del destino.

Deseo que seas, que plenamente existas
y escribas unas páginas, y el rímel firme el trazo
de tu última palabra (que podría ser "amor"
o bien solo un incidental silencio).
Ven a verme esta noche
y existe en esta mano que te toma
(curiosa, meridianamente tuya).

Y escríbeme tu nombre sobre el cuerpo,
dime cómo te llamas, di quien eres
para que pueda amarte y escribirte
como en aquellos tiempos que cambiaron
la forma de los pinos a la vera del Ebro,
la urdimbre de un camastro en Estrasburgo
o el despertar idílico en los bosques de Viena
que ahora es un discreto "hasta otro día",
porque tú, la que eras antes,
tomarás otro tren para olvidarme
como todos me olvidan: con el abrazo roto,
con el cansancio frívolo del que ha vivido tanto
que solo puede amar en la nostalgia deshecha
de lo que ya no somos ni seremos,
de lo que uno se encuentra en cada cambio de sentido.

Deseo que existas
y que tal vez me quieras algún día.
Y no llegar a tiempo ni arreglado para hacerte
un ramito de flores de palabras,
para llevarte a nuestra cita inexistente,
y que no importe.
Y terminar la noche en mi verdad
conspicua, inenarrable,
mientras tomas mi brazo y me acaricias
con esa piel de tango
y los ojos de cine misterioso
al que entrego mi último suspiro: la emoción
parcialmente marchita de mi canto,
que tienta en el invierno
para que puedas demostrarme que, existiendo,
redimirás mi sombra y bailaremos juntos
hasta labrar un epitafio donde acaba
el fondo de las aguas
y cuando todo haya acabado, ubicar
un vórtice infinito
y, entrelazados, ser vuelo en la noche
y aprender a olvidar los libros de poesía,
retroceder diez años y, sin red,
acometer contigo el arte inmenso
de amar sin otro afán que el de ser tuyo.

Casa del Reloj. Leganés, 28 de diciembre de 2019, 19:02

lunes, 23 de diciembre de 2019

Amarte, o la entelequia

Esta vez
yo quería quererla querer
y ella no,
así que se fue.
Joaquín Sabina

Me encantaría quererte.
Los años maduraron, como el roble al alambique,
mi tímida presencia entre tus brazos,
que ahora son reposo y ensueño necesario.
La ausencia se ha enquistado en mi destino.
Y sé, no cabe duda, que esta ignominiosa
y descarnada soledad, brumosa y tan cierta,
podría ser polvo, añicos, una duda
despejada en tus manos.
Tan sólo una palabra (sí,
la llave en una sílaba, en un beso
murmurado en la tarde
cuando miro tus ojos y te quito las gafas
para besarte sin interrupciones)
sería la eternidad cedida a la esperanza,
y el viento por Madrid va respondiendo
su loco frenesí y algunas hojas
que tocarán tu pelo entre mis dedos
mientras seguimos abrazados, deteniendo
el tiempo y el espacio y la memoria
y el sueño y el olvido...

Me encantaría quererte.
Qué fácil, ¿no es verdad, amor platónico
de final de diciembre?
Si sólo me quisieras. Si sólo, acaso, fuera
un débil porcentaje de tu palabra amor
y pudiera abrazarte
con más que una palabra citada en tu mejilla.
Pero esta realidad que me consume
es desigual e injusta.
La suma es inexacta.
No puedo ser el hombre que deseas.
No debes aceptarme por más que lo que aceptas.

Me encantaría quererte.
Tú crees que estarás sola. ¿Tú te crees
que cuando estás cruzando tu mágico Madrid
no sueña cada hombre, ni te admira el transeúnte?
Déjate de mercados de ganado,
de amores a granel y ardor desarraigado
de aquel que sólo busca entre tus piernas:
aquel que haya de amarte lo hará por ser inmensa,
por ser arte y figura
y escultural sosiego, y la locura,
y la luz, y la danza. Por ser todas las musas
que un hombre puede amar en cuatro vidas.
Por ser la gran mujer, la gran amiga.
Y porque quiero amarte,
y coger un megáfono y salir a la calle
y decir que eres todo menos mía,
que yo soy tuyo entero, ¡para siempre!
Y aunque no he de quererte
(porque no te compensa ser amada
por semejante idiota)
voy a seguir queriéndote en secreto
mientras tú eres feliz
y yo me voy buscando alguna musa
mundana y terrenal a quien amar
sin ser una tragedia.

En mis sueños existes y te invoco
y te quiero querer y nos queremos,
pero todo se muere en la centella, en la noche
que no ha de regresar.
Que otros habrán de amarte como deben,
habrán de hacer más grande y luminosa
la gloria de tu vida,
para al final de cuentas
decirte: menos mal que no te amé,
no habrías sido feliz,
no habría podido estar contigo y ser
el alma prodigiosa de tus días
sin ser más que un escritor mediocre
que vende humo y caricias
a cambio del cariño que le niegan los espíritus.

Me encantaría quererte,
pero haces bien en borrar las miradas
de amor que te dirijo cada vez que nos vemos.
Aunque querría quererte cada día y cada noche,
y siempre te querré,
yo no querría querer que me quisieras.

Leganés, 23 de diciembre de 2019,
01:42

sábado, 14 de diciembre de 2019

Cuando te abrace

Por que demoram tanto dois corações a se integrar?

 Tom Jobim

Un verso se define
como el tiempo más breve
que necesito en soledad para volver a verte.
Para que las agujas del reloj
señalen otra vez hacia tus ojos
mientras transcurre el frío
y pinto garabatos en la página
que rehusará explicar
cómo me asombra tu existencia.
Extintas mis mañanas,
trabajo unas metáforas absurdas
con toda la belleza del azul,
sin existir palabra que describa
la hipnosis de tu rostro
cuando es oscuro el tránsito
y, luminosa y pura, tú me guías.

Una estrofa comprende
todas esas palabras que murmuro
cuando sé que estás cerca,
cuando tiembla la mano en el ecógrafo
y ya no se ve nada
salvo una gran sonrisa en la pantalla
cuando sueño contigo
cogiéndome la mano en ese instante
y esa pobre paciente se sincopa
por culpa del deseo
(así no habrá testigos de la audacia
de bajar las persianas
y que todo dé vueltas a tu lado).

Avanzan incesantes los relojes
en un sencillo Quiero conocerte
y ver si eres igual cuando te abrace
,
así que los apago
y tomo nuevamente los aperos lingüísticos
para exaltar tu música
cuando vuela tu trenza por Madrid
y el alba se detiene para siempre,
para que pueda dibujarte pálida,
dichosa, renacida, descubriendo contornos
en el sensual skyline
que cada día nos traes y nos regalas,
Calíope renacida,
mi fervorosa diosa, mi prodigiosa reina.

Un libro de poemas
es un crisol sincero de tangencias,
el rayo misterioso
que involucra el destino de los hombres
que, como yo, brindamos
por cada noche en calma
en la que tus palabras me acompañen.

Ven a buscarme, ahora
que ya sabes que todas mis historias
tienen tu son de ninfa de las aguas,
para que se iluminen los trazos que insinúan
la unión de tu alma inmensa con mi gentil ensueño
alguna noche clara
donde los cigarrales hablan flores
que marcan cada beso en la llanura.

Por eso cada vez que me conjuran
las musas, y si en mi corazón
conservo algo de tinta que llorar,
tu mano lleva el pulso de mi canto,
Zeitgeist de amable índigo
que impera en mi existencia
para cobrar sentido
cuando beso tu frente
y se abre el infinito entre nosotros.


Leganés, 14 de diciembre de 2019, 23:33

jueves, 12 de diciembre de 2019

Creador

Glänzende Götterlüfte
rühren euch leicht,
wie die Finger der Künstlerin
Heilige Saiten.


Friedrich Hölderlin

in memoriam Vicente Aleixandre

Hoy soy mi propio Dios.
Esculpo mi cerebro
de un modo inexcusable e inequívoco.
Soy un creador de formas en el magma
templado de mi cráneo.

Mas no me basta. Es claro
que todas las lisonjas que ahora inventan
mis circunvoluciones
habrán sido otorgadas por los rostros
que observo cada noche
cuando el mundo se apaga. Y cada vela
se deshace en la mesa
como una naturaleza muerta en el museo
mientras recorren de humo las mujeres perdidas.
Transformo cada huella y cada nube en papel
mojado de recuerdos, vendidos y comprados
en el grande teatro de la inercia,
de las vidas impuras de este tiempo:
es bitácora absurda, es hiel en cada página.

El alma de esta vela, en desfallecer temprana,
ciñe un cordón de plata,
un verso que nos ata, astral: axón de azogue
callado y frío. En suma: inhóspito.

Pero he aquí el destino crudelísimo
del hombre que invirtió
su tiempo en transformar aquellos pájaros
en pinceladas ciertas que todos codiciaban.
Para que los colores entramen el vacío
y el barro se haga carne y habite en el cerebro
profundo e irrompible
de las memorias ciegas, de la gentil pureza
de un toque de caricia femenina en ese o aquel parque.

Recuerda estas palabras
cuando quieras amarla por querer
decir que la has amado.
No hay recordar en vano
si cada forma ingenia sus miradas
y se materializa en la mano tendida
que empuña pluma, grito, arias de nuevo cuño,
cientos de gaviotas revoloteando en mi pecho,
la sutil taquicardia deseando encontrarte.
La vida se recorre en unas horas
que transcurren pausadas en la noble condición
de la literatura.
Y si ella te ha encontrado, búscala.
Quizás, si en esas formas que anhelabas
existe una canción por escribir,
colócala en sus labios y dicta con el alma, Prometeo,
y besa con la carne, y cada forma
que tu habías ideado
corresponde al milímetro
exactamente allí, donde quisisteis,
donde estuvo presente aquellos meses
de ausencia y convulsión
cuando la deseabas como a una joven rubia
que, desnuda, abraza el agua fresca:
Ondina casi albor, mi serenísima creación
que puede ser tan cierta como amarga,
y que es tan confiada como abyecta.

Reconozco este instante
cuando en mi faz incrédula
que vive contemplando sonrisas en estrellas
la duda ejerce sombras
en el plano inclinado de mi suerte.
Llegué a esta conclusión: no hay un destino,
debo reconstruir cada pasión
con delicados lazos y la urdimbre
cercana y generosa
que sólo en los abrazos se puede despertar.

Hoy soy mi propio Dios
más no creo la materia ni las leyes herméticas
que rigen mi creación.
Desfilan mis amores de negro sobre blanco
y carne bajo añil, blanco y secreto
glorioso que en tu cuerpo se consuma.
Alguien recogerá en el papel las manos
tremóricas del pobre ser de lumbre
que el tiempo ya no aviva, que lucha por seguir
siendo su propio Dios,
esculpiendo otro nombre en otro amor
sin que desee hacerlo.

Pero en la vida es tarde, incluso para un Dios,
llegar a tiempo al germen de la historia
y remediar en fin la razón de mi angustia
vital, contrasentido
que danza en giroscopio por los mares del tiempo
sonando la clepsidra sin retorno.
La edad ingobernable se despide de mí.
Hoy sólo busco luz
para mirar sin miedo hacia el otoño del espíritu.
Encuéntrame, candela
inocente, coreica, tan dulce, suntuosa,
que así te quiero yo en cada segundo.
Así te quiero yo, discreta y poderosa.

Leganés, 13 de diciembre de 2019
02:01h

domingo, 8 de diciembre de 2019

Hades

Panorama lacustre de humedad esteparia.
Mirar a cada lado es contemplar
un ruido de guadañas y de cráneos.
Estigias las acacias en el páramo nublado.
El violín de Caronte son astillas
que ha tomado Saturno como ariete
para aferrar al Tártaro
las únicas verdades insondables del mundo
cuando cruzan las sombras los pasos de peatones.


Uno cree haber terminado entonces
cuando, ligero de memoria y de equipaje,
alcanza el otro lado y se hace espectro
para morar en esta lluvia invertida,
este fuego templado de la desolación
cuando firmas las últimas sentencias,
los vales de morfina al 10%,
y miras a sus órbitas vacías
y después a otro lado, y sólo ves la amarga
destrucción infinita que puebla está ciudad
blanca y obscena, incauta, impía, desnuda.

Sería un símil absurdo decir que sale el sol.
Sobre la garita hay improvisadas dos lunas
(Fobos cobra el peaje y Deimos da las gracias).
El reumatismo atroz de la mañana
acciona la barrera que te lleva
por la ecúmene blanca de las cosas pequeñas
de vuelta a casa.

Hospital Universitario Fundación Alcorcón
8 de diciembre de 2019, 10:22

jueves, 5 de diciembre de 2019

El rayo azul

Ahora yo diría que un rayo azul
con ahínco tangencial, vertiginoso
cizalla un escarmiento sobre el lecho
de muertos que, letárgicos, deambulan.


Que un hálito ventisca de vitriolo
certero desde el Hades decapita
la antorcha macilenta de su tiempo:
centellas rigurosas del final.

Y al fin, mientras barajo unas metáforas
recónditas que traten de orientar
el culmen del poema hacia otra parte,

confieso que no entiendo una palabra,
ni puedo comprender el usufructo
tenaz del diccionario en las tertulias.

Madrid, 5 de diciembre de 2019
20:07