miércoles, 9 de diciembre de 2020

Nihil

Was groß ist am Menschen,
das ist, daß er eine Brücke und kein Zweck ist:
was geliebt werden kann am Menschen,
das ist, daß er ein Übergang und ein Untergang ist.
 
Friedrich Nietzsche, Also sprach Zarathustra

 
Sobre la mesa escrita en verde con reflejos de cerveza
tiró el tahúr sus cartas, y esbozó una seña inquieta.
Apenas cuatro rayos de luz como
cuatro jugadores sobre el temple
sosegado, amargo algunas veces, de la mesa,
se dejaban escribir en las molduras
y en los tantos de bronce y su tenida blanca
con lumbre iniciática y sinsabor agreste
de nocturnidad, y en los susurros temblorosos
convenientes al viento de penumbra,
y a la brecha azul que la nieve antigua
estudia dibujar en las ventanas.

La jugada es construida lentamente
como un teatro grande de sombras,
y el puñal bajo la ropa, preparado
para actuar en la catarsis de la obra concluida.
Un trueno en vil metal
Puede precipitar la aurora trágica
Todos comprenderán que ha sido
su palabra la que aprieta el gatillo.
Y morderán los filos
precipitándose sin rastro de esperanza
creyéndose invencibles,
ocultando que el polvo que ajusticia
es en verdad su crédito y su ausencia.
Que es la vida misma quien baraja las cartas,
quien las cede y desprecia, quien quema los pedazos.

Sabes que no hace falta resolver el envite,
que ya la vida guarda para echarte dos órdagos
y reducirte a huesos.
Y hasta que los relojes
recorran de la tarde a la mañana
y del ayer a entonces,
te esperaré, seas tú quien seas
y aunque no fueras nadie,
para hacernos el camino más ligero,
para seguir las huellas de un igual,
para adorar las leguas recorridas
desde la flor nacida al otoñal.
Y cuando estemos lejos, inventarnos
un hito en saúco que rece: aquí estuvimos,
aquí amamos, aquí besamos, aquí sentimos,
aquí somos dos hombres, dos mujeres
que encontraron verdad sobre el tapete
maldito del terreno.

Y será indestructible nuestro esfuerzo
blanco, resplandeciente, como un sueño agitado,
que me dará el instinto de los que tras de nosotros vengan
y busquen comprender la finitud
en las formas manieristas de tu cuerpo,
y quieran despeñarse algunas tardes cuando no entiendan nada,
cuando se sientan solos de esperar
a su alma melliza y predilecta,
porque sin un espejo un hombre no es dos
y su alma no refulge en la maleza
cuando tengas preguntas
y nadie esté a tu lado para hacerlas responder,
cuando quieras mirar a sus ojos
verosímilmente tuyos
y hechizar tu ignorancia en su misericordia
cuando tengas preguntas, y preguntes
y prefieras amar,
vivir en ella, en todo, en tener hijos,
transitar esta vida como un Julián cualquiera,
recorrer los caminos de este señor de negro,
mimetizarte en espíritu con tu familia humana,
y romper en pedazos los tratados
de un señor con peluca
que dice como tienes que pensar:
destrozar los tabúes que dicta tu intelecto
ahora infinitamente imbécil,
y no perder tiempo en nimiedades técnicas,

entonces brillarán las arpas y los cálices
y la ópera de Wagner
y correrán sus vinos, sus naipes y el olvido,
y al fin seremos arte, consecuencia
y polvo astral, valioso en esta niebla
cerebral que nos consume, lenta y sigilosa,
como un gusano ciego en la garganta.

Solo así, y por amor, nos salvaremos.

Leganés, 9 de diciembre 2020

lunes, 30 de noviembre de 2020

La gaviota

y, al volver la vista atrás,
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Antonio Machado

Para volver a amar
hay que mirar muy lejos
al árbol que acaricia el infinito,
dejarse balancear por la locuras
y asentir, y besarte, y volar alto
como el primer acecho
que recuerdas, de joven, de sus labios
cuya sombra sigue escrita en algún tren
para guiar a los perplejos de noche
después de conocer la forma exacta,
el tiento y la templanza de sus manos,
y todos los semáforos de Atocha
tengan su nombre escrito y el aroma de su pelo.
Y en el viaje, admirar los reflejos
del sol de medianoche sobre el hielo
quebrado en las ventanas,
y murmurar canciones en su boca
cuando no pueda oírte
y el beso sea un relámpago en la bruma.

Para volver a amar
tengo que revisarme los apuntes
de tu cuerpo. Eludir los estoques.
Sacar factor común en tus trazados,
modelando la carne con sueño y veleidades,
y hacer del polvo gris de tu sonrisa
una barca invisible navegando en el aire,
para luego soplar, que se desprendan
planeando por los mares del tiempo,
y luego, como tú, desvanecerse
esos días en que decías quererme
y sólo eras susurro en la ventisca.

Para volver a amar
es más que necesario haberse roto
de tanto haber amado,
haber dejado manos temblorosas
camino de tu pelo
y haber recuperado la ilusión
por dar al lienzo en blanco otras locuras.

Y ya el tiempo hará el resto:
hasta el último trazo todo es arte.
Continuarás tu viaje. Cada esquina
guarda una encrucijada y un enigma.
Cada mujer que habitas es un canto
y una sonrisa al hombre que allí fuiste.
Pero cada mujer es una sombra
y un mito y la defensa de la nada
que ha de prevalecer. Que sólo estando solo
se cierra la espiral, y en la cordura
ágil de los cuchillos en el alma
continuas tu camino.

La mirada torcaz de la gaviota
ya percibe el fracaso sobre el lago.
Se mira en el espejo, y es horrenda.
Pero tendrá que amar de nuevo alguna vez
en algún puerto, en algún vuelo a las estrellas
que callan lo que otros, en secreto,
buscan, con cristalina espera
en la espada de mar de tu cintura
o en la glosa penitente de una página.

Pero tendrá que amar de nuevo alguna vez.

Leganés, 30 de noviembre de 2020

lunes, 23 de noviembre de 2020

Nuestros misterios

Tenemos que indagar en el contorno de las nubes,
definir lo que sienten, sospechar sus promesas,
hacer gala, discreta, de nuestras otredades,
modelar a nuestro antojo su recuerdo.

Tendríamos que ubicar en el silencio
un adverbio aromático, un testigo breve
de nuestra afirmación. Un ara pacis tímida
y certera. Un proverbial sentido a nuestra sangre.

El manantial de acción corta la soga
de luz con un cuchillo, reconstruyendo
de la ceniza amada la figura de su brazo.

La palabra vedada ha escapado, y en las bocas
hay hambre de verdad y hay sed de besos.
Sólo por ti serán, amor, nuestros misterios.

Leganés, 23 de noviembre 2020, 00:12

domingo, 22 de noviembre de 2020

Periplo

Hay que soñar en voz alta, 
hay que cantar hasta que el canto eche 
raíces, tronco, ramas, pájaros, astros

Octavio Paz
 
a Paula Pire y Marta Villa
 
Puedo luchar o amar. Puedo escribir
o huir. Puedo escoger el frío o el yermo.
Puedo salir al mar, y en la deriva
hallar un sol invicto bajo el mástil.
Nada y todo está escrito. Puedo ahondar
en esconder la inercia en la ceguera
de todos los demás. Puedo escapar
de la luz infinita que me lleva
a elegir esta senda peligrosa
lejos de mis palabras. Y en el trance
azul y neblinoso del camino
presentarán batalla las miradas
solitarias de siempre, entre los bosques
y el navajazo al viento de las olas.

El norte nos recuerda que a su paso
dejas toda esperanza en el balandro,
y morderás las velas donde llores
cada abrazo musgoso que olvidamos.
Pero tú no eres héroe, sino invierno
y compasión recóndita, y aurora
de futuro. Y contemplas los mil lagos
y hay un canto a las puertas del infierno
donde sí hay esperanza, donde puedes
soñar, hacer llanura y calentarte
con párpados amenos y con pájaros
rojizos que persiguen tus estelas
en la bruma, y les dan significado.

Aquí he venido a amar y a hacer justicia
de mi patria caduca. En la extrañeza
de siluetas vestidas que, sin rostro,
en su idioma convocan maldiciones,
me presto a abrir el mar, y a desgajar
sus ataduras. La brisa es de todos
y hablarán las sirenas en mi báculo
para subir tus montes y pisar
tus templos de la ciencia, y despertar
el día blanco en los restos de mi cuerpo.
Que más vale luchar, ahora que el alma
emerge con vehemencia, y amar tanto
que duela del calor en esta tierra
hostil como ninguna. Y que los hombres
se abracen y recorran nuestra tierra
y siembren otra vez, y haya recodos
de paz. Y que la ubérrima constancia
de las manos despiertas nos devuelva
al bienamado hogar en noble triunfo.
Que aquella travesía que dibujaste
con el lápiz de un sueño sobre el vasto
desierto de la arena, sea ahora un gran
océano de verdad en el designio
de la admirada y misteriosa ciencia
de cómo es este tránsito en el polvo
aciago de la vida, y recobrarlo
para que cada tarde en el balcón
observes que tu mundo es más hermoso
mientras tú, en tu silencio, luchas y amas,
y escribes, y desnudas tus instintos.

Que a aquí viniste a amar, y a hacer justicia.
Y ahora nadie lo sabe, pero existes.
Leganés, 22 de noviembre 2020
 

lunes, 16 de noviembre de 2020

Snö

No sé en qué piensas hoy mientras te miro,
ni en qué sol fundamentas el enigma
de tu sonrisa oblicua en los espejos.
Nunca he salido al mar, y roza el viento
astillado, perpetuo e inexacto
de mi invierno en tus colores templados.
Un tiento azul augura la deriva.
No sé si alguna vez has esperado
en silencio la lluvia. Encontrarás
un viento favorable. Sueña en paz.
Me inventaré algún pájaro en el cielo
con lágrimas de tinta, y migraré
allí donde se hielen los silencios
y el calor de una rediviva carta
desguace mis instintos. Y la música
me otorgue amor en calma en la mirada
blanca, oblicua, exacta de la nieve.

Pozuelo de Alarcón, 16 de noviembre de 2020

domingo, 1 de noviembre de 2020

Mar

Siempre hubo mar en ti. Será un poema
azul el que te encuentre
en tu luar callado, junto al fuego.
Siempre hubo mar, y representas
en tu cuerpo un cortejo de sirenas
mitad cuerpo de cera, mitad lágrimas
de antiguos mariñeiros.
 
Es que, acaso en la niebla, te descubres
otorgando un nombre fidedigno a cada esquina
donde estuvo el amor. Tú lo señalas
y brota, como un ramo en el rocío
helado de tu espalda
cuando observas, inquieta,
acechante el momento en que reunamos
el tiento suficiente para hacer que nos queramos.
Y escribes sobre mí tus ojos dulces
y tu sonrisa a medias
y el tacto de tus manos siempre a tiempo
para seguir viajando
hasta encontrar tu abrazo inesperado
como cuando se ha abierto una ventana en el faro
bajo aquellas casitas de la costa
donde me susurrabas
preguntándole a la arena si te amaba,
jugando con el frío y con las vacías
respuestas de la noche.
 
Siempre hubo mar en ti, y descubro
con cada estela pálida algunos trazos
de tu verdad añil,
que roza el intervalo entre las sombras
brillantes de la espuma
y tu locura suave, luminaria
de las noches de piedra.
 
Pero lo intentaré, y me encontrarás
en un verso nenúfar, frente al mar
que siempre ha habido en ti,
para besar tu frente entre tu pelo mojado
de sal, de tus miradas, de tu furia
tácita y misteriosa
que vuelva como el sueño entre las olas
para mirar de nuevo
y escalar en tus brazos, tomar puerto
y escribir otra historia en el tejado
mientras duermen los pájaros
tendidos en el cable de la aurora
que mira hacia el reloj que te hace joven,
deseada: tan discreta, y tan amada.

 Leganés, 31 de octubre 2020

miércoles, 14 de octubre de 2020

Actitud

Si vienes a luchar por tus ideas
desnuda tu palabra y sal a hacerme
un manifiesto exacto de tus manos.

Si vienes a escribirme una canción,
deslízate en las tablas del piano
y alza, en su cálamo hosco, tus colores.

Si vienes por las risas, tengo rosas
también. Y grutas de tristeza
que, al fin, el sol invicto desmadeja.

Pero si vienes, ven. Vivamos todo,
sintamos y exploremos lo corriente
y lo insólito. Para que, en las noches,
las velas y la música describan
la azul y leve suavidad del cuerpo
que brota y desarrollas en mi amnesia.
Y cuando vuelva el alba levantina
del día sin más, del orbe costumbrista
de despertar contigo, ilustraremos
con márgenes sutiles la verdad
del tiempo normalmente establecido
cuando trabajen juntas nuestras manos
por el perdón de amar, no por la huida,
por tu mirar sincero y tu justicia.

martes, 13 de octubre de 2020

Sin salida

para Lucía,
porque ella vio la luz que yo no encuentro


Elijo este camino,
el que sufre el aullido de las hojas pasar
en los árboles mustios frente a la biblioteca.

Elijo maniobrar
cada instante con el juguete roto
y el sentir destrozado de mi lucha.

Elijo que la absenta
traduzca mis palabras en cristales
que duelan al hundirse en la garganta.

Y elijo el mal querer
que todos me insinúan, y que nadie
vendrá a reconstruir.
                                      No habrá destello
detrás de mis abrazos.
                                         No habrá noche
tranquila en el candil roto, en el canto
inquieto del afecto.
                                    No hallaré
mirada en la ceniza, ni en la carne
atávica de mis años felices
un rastro de sonrisa, un toque esbelto
que, advenedizo a veces, me libere
y lance mis palabras a tu boca,
como probando el alma, o tu sonrisa.

Miradme.
No. Nunca ocurrirá.
Una mirada tuya bastaría para sanarme.
Pero nunca vendrás. Nadie se atreve
a retirar el polvo de mis ojos,
a escuchar mis recuerdos. Y los muerde
profunda y lentamente cada paso
que te alejas.
                        Continuarás camino
por otra advocación de amor que anheles,
distinta, más feliz, de mensurable
rédito. Más fuerte que la entelequia
de técnica cortés que aquí vomito.
Todo tiene sentido.
                                    Y aquí estoy, solo
quizá como merezco,
pudriendo el aire al tacto en mi tristeza,
soñando en blanco todo lo que busco
y lo que nadie espera que me encuentre.

Mientras medito un fin, un epitafio
al que alguien pueda amar cuando sea tarde,
... un paso más y se hundirá la luz.
Ya se van confundiendo las palabras
vertidas en el humo de la ausencia,
mientras mueren ahogadas
en una ardiente y despiadada nada.

Y así, solemne, en mínima energía,
contemplo mi condena: todo amor
merece una caricia, salvo el mío.
La función terminó. El payaso triste
recoge sus cuchillas de la arena.
Hoy no pudo hacerlo. Otra vez será.

Leganés, 13 de octubre de 2020, 01:44

viernes, 18 de septiembre de 2020

Maldito

Tú eres la fruta y eres el hechizo,
eres la esperanza y la maldición,
eres un cuenco roto de alegrías.
Eres un beso en verso, ametrallado
por la tácita inercia del amargo
presente, caprichoso y rotundo,
que vierto cada día sobre el umbral
de rosas machacadas de mi cuerpo
mientras pasan los años y las nubes
en mis labios sombríos, casi inmorales. 

¿Qué más puedo pedir, sino que bajes
la vista para contemplar mi suerte,
y llorarla como si fuera tuya?
¿Qué más puedo pedir, si en cada noche
pervives como un trueno en mi deshonra
dibujando horizontes de sucesos
donde el amor destruido y los vapores
funestos de terribles egregores
se cruzan en el gran sotuer de sable
sobre el que ahora, insomne, me desangro? 

Sí. Voy a morir solo.
Nadie es tan ignorante como para perder
una rosa feliz en el camino
mientras se cree invencible, como el mejor autor
de imbéciles canciones de palacio.
Pregunta por mis labios en la morgue.
Una pala de tierra mojada por efluvios
de cal sobre amargura me corona.
Aquí quedan retales podridos de palabras
y spleen y amor cortés y retahílas de lágrimas
con fecha y hora, nombre y apellidos
que puedes ordenar para entender
la lógica viciosa del fracaso
del que busca el amor en el final del cuento
como si siempre fueran quince años
y da con una escollo cada día,
y cierra el libro, y no ha entendido nada.

Cuando regresen las palabras como antes,
las manos que se encuentran en la hierba,
la verdad pronunciada y las sonrisas sinceras;
ese será el momento. 

Cuando cada mujer y cada hombre
elijan al azar un aforismo de Borges
o una rima de Bécquer,
cuando decir te quiero esté bien visto
y no haya que ocultarse y mendigar
pepitas de comprensión entre desconocidos,
ese será el momento. 

Cuando sepas amarme, comprenderme
tan sólo, despertarme por las noches
con un milagro-beso;
cuando el mundo se mueva por caricias
y el mundo no gravite alrededor de unas fotos.
Ese será el momento. 

Medito en un incómodo silencio
que voy a morir solo. Reflexiono
en el tambor inquieto del revólver
jugando con mis dedos.
(¡En esta habitación hay tantas formas de morir...!)
Es sencillo:
un pequeño estallido para fundir a negro.
Sosiego en el metal. Noche callada
y un páramo nublado de lamentos
caen desde la ventana.
Un tránsito inconexo de gotas de tormenta
y de latigazos incorpóreos de la vida
se reúnen en pentágono, delatándome
mientras miro la nada nebulosa
negando con el alma.

Porque no entiendo nada,
si la vida es un texto misterioso
que recorrer armado de entusiasmo,
si cada ser humano muere un poco cada día
por qué sólo unos pocos
en nómina tenemos una cruz de silencio,
por qué tenemos siempre que fingir
que el mundo gira igual para nosotros,
que no sentimos los arañazos de la escarcha.
Vuestro mundo es mentira.
No hay sonrisas verdaderas surmontadas sobre el todo
y el ruido de la carne dolorosa
tendrá que describirte cuando estés siendo humano.
Tu lucha es la de todos:
igual que en las victorias, unas salvas
que iluminen tu rostro sufriente desde el lecho
pajizo y pisoteado del campo ensangrentado.

Y no hay una derrota
que rompa tanto el verbo o la memoria
que la del verso huérfano.
Y en esta soledad voy retirándome
a mi lento patíbulo
en un lugar recóndito, funesto,
donde seguir guardando
memoria convencida de otras noches
que deben regresar, pero se esfuman;
que deben existir, pero no quieren.
 

Leganés, 18 de septiembre de 2020



martes, 8 de septiembre de 2020

Filandón

Entre el trigo y la nieve
  hay una estrella flotante.
Entre el viento y el agua
  hay una barca blanca.
Entre el trono y la hierba
  tu caliza brillante
  besando el cielo.

¡Espertáos, pelegrinos,
que escura ye a nueche
de ḷḷuna filandera!

Por los caminos que van
entre el campo y la niebla,
de los Ancares al Esla
y de Somoza a Valderas,
peregrinan amores
por fechos de armas,
silencian los vientos
tus tardes amargas
y las fechiceiras
desnudan las almas
en mil fogeras.

Amad, caballeros;
filad, filanderas.
Telares de música
sobre las estrellas.
No intentéis rezar
para soñar con ellas.

El río sin palabras
nos ronda y nos juega.
Se arman escudos de invierno.
Amurniadas as xanas,
escriben en piedra
sus ritos arcanos.
Duermen las hadas
se abren las hogueras
bajo los establos.

Filad, filanderas,
y amad, caballeros.
Sobre el aguardiente,
la danza y el fuego.
La vida y la muerte.


miércoles, 26 de agosto de 2020

Marina

Como el primer verano que imaginabas,
de un brazo de mar vino el primer abrazo.
Eras morena, trémula como un barco,
suave y templada como una gran historia,
como el final de un verso.
                                           Fue en estas copas
donde viniste —ya lo sabía— a escribirme,
a inmortalizarme en sal, y en la promesa
de que ibas a volver para darme un beso
antes de que tu voz subiera a ese tren.

Poco después te fuiste. Fue en la estación
de Francia. Te creí cuando me dijiste
que cuidarías de mí, que no te olvidara.
Te creí cuando soñaba que me abrazabas
y me cogías de la mano para hablar,
cuando tus labios sabían a mar revuelto
y despertabas en el puerto, o en mi cama,
preguntando por mí, y buscas algo
para desayunar en la cocina.

Dentro de una caracola sólo suenan mentiras,
y el mar y sus lobos rompen mil promesas.
Todos los vasos se pueden romper, y la sal
de amores se vende muy barata en el mercado.
Y en este cruce oscuro sólo somos verdad
mi vaso y mi palabra, y el crudo testamento
de amores que un día allende los mares escribí
para otras cien sirenas, para otros viejos
amores de verano que se suicidan
antes de ser pensados.
                                     En este cruce
sólo somos verdad, no atrevimiento.
Un magma de palabras, pero un dardo
exacto en la memoria.

                                     Y nube, y polvo,
y sed de otras corrientes, de otros vientos
y otros mástiles bravos, de otros brazos
de mar que me recojan. De sirenas
de algo más que una noche, de otros labios
que sí merezcan continuar viaje.

Barcelona, 26 de agosto de 2020

Patria

Oh, mia Patria, sì bella e perduta!

(Temistocle Solera,
para la ópera
Nabucco de Giuseppe Verdi)

 

Patria. La patria. Dos trapos y unas cuantas arengas
en lengua ignota. Patria. Terra. Sombras guerreras
que no sabes cantar. Versos que no recuerdas.
Historia mano a mano que, en tu egoísmo, olvidas.

La suerte está en camino, ¡oh, patria! Vuestras espadas
suenan más que los cánticos y los juegos florales.
Cantará la ceniza. Y fracasaréis de nuevo
de ventana en ventana, de bandera en bandera.

¿Qué quedará de ti, Parnaso derrotado?
¿Es que ya has olvidado a los viejos alfareros
litigando tus torres, prometeicos, al cielo?

No sé quién guardará tus Glorias este siglo,
pero la hoz afilada sólo escucha un camino.
El de las cuatro acequias de sangre sobre el trigo.

Barcelona, 26 de agosto 2020

domingo, 9 de agosto de 2020

La brisa

Sólo es ligeramente cierto
que la brisa en el puerto
levanta, azul, el vuelo de tu falda.
¿Por qué estás tan callada?
¿No es tu voz la que rompe el adertijo?

Pero no me creerás. Me ignorarás
y huirás. En este espacio
tan vacío de ti y de tus pestañas
quedan sólo gaviotas, viento, ausencia
y espinas en el mar.

Platja de la Barceloneta.
Barcelona, 9 de agosto 2020

sábado, 8 de agosto de 2020

He visto detenerse el tiempo...

He visto detenerse el tiempo. Incluso
la luz pendular, tibia, en la bombilla,
creyéndose inmortal, fingió ocultarse
detrás de la pared. Todo está nada. Es
un pentagrama blanco de repente
y un reloj pálido. Cristalizado el mar,
arpegiados tus dedos en el denso
espacio del agua, saldrás de mí,
mujer de luna blanca, esbelta, amarga
cuando tus sílabas inciertas reduzcan
mis palabras a una gota de nieve.
Pero dará su fruto. En esta casa,
que tiene estancias –como tú– curvilíneas
y de verano trémulo, revelaremos
la materia de sal, de pasiones abiertas
sobre la diagonal roja del cielo
pintada por tu cuerpo. Duelo tenaz.
Hay sudor y estocadas en tu cama.
No han de durar por siempre. No. Entonces,
estoicamente tuyo, y casi piedra
después de mi arrebato, retrocedo.
Tu penumbra de amor se deshilacha
como tela de lágrima. Parpadeas
para darme la vista. Y todo acaba,
un poco más o menos como siempre,
fumando en tu ventana.

Barcelona, 8 de agosto de 2020

Era por la tarde...

Era por la tarde. Había una botella
de ginebra azulada. Era por la
tarde. El poniente temblaba
el filo gris, ocioso, de tu abrigo
sobre la silla. Era por la tarde, y
apagaste la luz. Para que todo
pasara por un sueño, que mi boca
se refleje en tu olvido. Un cuchillo
de luz tu palabra: certera en mí
para siempre perderte. Eras un rayo
de nada en el vacío.

Barcelona, 8 de agosto de 2020

jueves, 23 de julio de 2020

Mercado de vanidades

Todas eran iguales.
Arquitectas, viajeras, consultoras
de empresas importantes. Feministas.
Veganas. Divertidas, y sarcásticas
pero dulces. Sencillas, pero intensas.
Rubias, pero morenas. Larguiruchas
de gafas circulares que esquían en Pirineos
con sonrisas perladas. Maquillajes
como el mejor Cézanne.
Vestidos que regresan de viaje.
Libros profundos. Miradas lejanas
hacia un aire filósofo. Esquíes. Blancura azul.
Un manantial rizado en el recuadro
grisáceo de la vanidad, certero
pero falso y grotesco.
Y cuerpos. Y los focos
quebrados indecisos en la simple
imagen sucesiva de curvas ominosas.
Al peso las caricias. Una oferta de sexo
por un módico precio. Y otra vez
en el bosque gris de las vanidades
denotando, autómata, con mi mano
quizás en demasía rápidamente
las falsas esperanzas que deseo.

Los corazones pasan, escondidos,
inermes al gusto de la multitud callada.
Aquí no te hallaré. Los de mi especie,
trastornada de inviernos de palabra,
seguimos lejos de este inverosímil
baluarte de mentiras.

Te esperaré en la piedra
concedida de augurios bajo palio
de azulejos hendidos de autores modernistas.
Así sabrás quién soy. Y mientras tanto
te puedes divertir mirando fotos
de quienes no te buscan. Tú, ¿qué dices?
¿Eres? ¿Sueñas conmigo? Ven. ¿Qué esperas
de mí? ¿Qué puedo darte
que no se satisfaga en un tugurio
así? Vete. No puedo competir contra aquéllos.
No quieres verme. No sabes lo que te espera.
Busca a uno de ojos verdes
con barba de revista y con encantos
nunca antes conocidos.
(Te lo puedes follar si lo deseas,
que para eso eres guapa
y mides uno ochenta y, con tus tetas,
ocupas todo el campo visual.)
Busca a uno que hable mucho
y que te haga reír. Es lo que dicen
que tienes que encontrar
persiguiendo tu sueño americano hecho hombre
que habitó en Barcelona, entre nosotros
pecadores de bien. Yo busco otra luz
y otros abrazos. Supongo que alguna
de vosotras tendrá curiosidad
por el cero a la izquierda y por los restos
inquietos de un romántico
yacientes en el suelo de hormigón
donde besas a tu Heracles en moto.

Qué lástima me dais. Y yo a vosotros.
Pero yo estaré solo. Y la coherencia
se hunde bajo tierra como un bulbo incorrupto
que alguien encontrará cuando los tiempos
me sean más favorables. Mientras tanto
este aire de crisálida me sabe a vida eterna
y a bienestar tranquilo.

Barcelona, 23 de julio de 2020

miércoles, 15 de julio de 2020

El cruce

Su nombre era el de todas las mujeres

Luis Alberto de Cuenca

Este verano se llevan los vestidos grises
y las pocas palabras. El extraño equilibrio
de la línea sencilla y tus curvas selectas.
Hay balaustradas turbias para escribir
en acuarela verde las llamas de tu pelo
con veraniego ardor, delimitado
por una esferificación de tu silencio
y el tacto delicado de tus gafas.

Sobre la mascarilla estás preciosa,
viajera imprevista. Me acuerdo de tus pasos
de verosímil claqué en las alas de un viejo bandoneón
que saluda a tu tierno colorido
desde un balcón en Gràcia. Los hombres hacen flores
en los tejados púrpuras, en diagonal escolta
para alumbrar de truenos tus sonrisas.
Yo me he quedado aquí, en mi lugar secreto
para admirar tus pasos misteriosos
y el suspirar barroco de los rizos.

Viniste a enamorarme de repente. Era un abrazo
de sabores certeros. Tan dulce, tan como antes,
apasionado e incorrecto, a menos de dos metros
como era de esperar probé tu boca. Era el cruce
de Muntaner con Balmes – te'n recordes?,
un llanto antiguo en grácil chapoteo
perseguía cuesta abajo nuestra sombra.
Pero aquí somos nuestros, nada más
que nuestros. Para sentir la firme
autoridad de este único ahora mismo
donde nos reencontramos, inmediatos,
sinceros, con la nostalgia desnuda
del primer trazo en el papel, del primer te quiero
dibujado en la arena.
Como si aquellas tardes fueran otras
de dimensión ingrávida, como si aquellos besos
fueran sólo un papel roto flotando en el Besòs
y un mal sueño viniera a reírse en mi melancolía.

Pero yo puedo verte. Viajas en el tranvía
fantasma. Estás aquí, conmigo. Aún
no sé ponerte nombre. Era el de todas
las mujeres, supongo. Entre ambas calles
miro de vez en cuando. Y, de reojo,
nos veo haciendo palabras
de noche entre la hierba misteriosa
del manantial callado, de colores recónditos
en esta urbe imposible y fascinante.

Barcelona, 15 de julio de 2020

viernes, 10 de julio de 2020

Y no me olvidarás

Si me falta el amor, no soy nada.

1 Corintios 13, 2

a todos los enfermos de ELA, y a sus familias

Tarde para el silencio, y
pronto para el olvido.
La muntanya avui calla. Surt del petit bressol
una substància negra, agra de cor. Las gaviotas
gruñen cantos arcanos. Y los peces
dormitan en silencio
bajo el acantilado que supone tu cuerpo
sobre la roca muerta,
y en el fondo del pozo me alcanzará la lluvia.

Te vi en un viejo túmulo. Eras nadie.
Eras un ángel blanco sobre el rostro
macilento de una virgen de cristal
dentro de una pirámide. Los trifolios
girando se alinean con tu sonrisa,
tan grande hasta en el más profundo túmulo
que iluminan tus ojos
y se convierte en un lugar de tránsito
de la resurrección de los poetas.

Eres un espejismo.
Tu sombra te delata, y eres tú
porque la luz te advierte
tan reina poderosa en el verano
sobre los tristes mármoles
de cumbre modernista ya olvidada
por el hongo impertérrito de la amnesia.

Una mujer anciana
recorre lentamente y en silencio
las ramas y los pórticos,
y deja un tulipán y un beso en sal
en el séptimo nicho.

Aquí está mi marido, ¿sabe usted?
Cuando era como sois,
en un trozo de espejo nos besábamos
y los tranvías seguían pasando sin hacer
ruido, y la noche
era un enigma en sí misma. Con sus manos
me inventaba el camino
de un tierno aletear para una niña de posguerra
hasta una hoguera abierta sobre el tálamo.
Siempre estuvimos juntos
mi Joan y yo. Pobret. Pasaron
los años, ¿sabe usted?
La bruma y la pobreza, apenas fueron
trámites rigurosos. Y pasaron
los años, los cañones, los verdugos.
Teníamos una casa ahí al pie del Tibidabo
pra escribir con fuego de una lumbre pequeña
deseos de juventud, planes, hijos, ya se puede
figurar. Cuando tenía cincuenta
ya no besaba igual, y había una voz
extraña en su interior. Pronto se volvió frágil.
Sus manos, consumidas poco a poco
por un fuego infernal. En pocos meses
dejó de caminar. Yo le llevaba
con la silla de ruedas a encender
nuestra hoguera sincera en nuestra casa
de juventud prohibida. Pero mi pobre Joan
sólo podía mirarme, y nada más.
Un parpadeo, sí. Dos, no. Tres, te quiero.

Y cada día a su lado. Mis huesos prolongaron
los aluminios lentos que lo ataban,
y cada otoño había cien hojas menos.
Los vidrios de Sant Pau saben a noche
vedada a la esperanza. Cuando no pudo más,
cogidos de la mano cerré sus ojos tiernos
y vino la Mercè y le puso un poco de morfina,
ella tomó mi mano, en el amor
de la hija que no tuve.
Apagamos aquella pobre máquina
y cortamos los hilos de plata que separan
a las motoneuronas de volar.
Con su último suspiro silencioso
me pareció encontrar en sus labios mi nombre
y en su última caricia su mano me besó.

Y se marchó. Aún hoy doy gracias a Dios
por haber recorrido este camino.
Cada nueve de julio
subo con una flor y una promesa
a nuestro hogar futuro
labrado en piedra antigua y con vistas al mar,
después cojo el tranvía y vamos juntos
hasta el lugar de siempre. Por eso ahora
nos hemos cruzado, joven amigo.
No olvides el amor. No olvides nunca
amar a discreción, pues es lo único
que vas a recordar cuando se vaya
todo lo que has luchado.

Guardé tanto silencio que dolía.
La abracé, y fui bajando las escalas
de piedra habitada, y corrí a abrazarte
y a escribir una hoguera con tu cuerpo
como aquellos amantes,
para que alguna vez cuando no pueda hablar
te acuerdes de mis ojos
que te aman en la anartria de la noche
si algún día me marchara lentamente.

No perdamos más tiempo:
un día sin recorrerte con mis labios
es una hoja rota del calendario.
Un día la vida no nos dejará
seguir en el camino. Y partiremos
llenos de amor. Esa es la diferencia.
Y el amor que dejamos se transmite,
de algún modo acientífico, en el éter
que brilla entre nosotros
y seguirá en el mar
cuando seamos de mármol
y hayamos enterrado las cenizas
como te prometí, entrelazadas
y entre unas partituras.

No perdamos más tiempo.
Empieza por venir a descubrirme
entre los viejos túmulos,
y deja que mis manos hagan todo lo demás.
Los muertos bailarán para nosotros
y nos haremos una casa en Gràcia
para eludir la lluvia mientras beso
cada porción de piel que me regalas.
Cuando venga la señora del hacha
la abrazaré en silencio. Tus pestañas
bastan para curarme. Tu misterio de amor
será mi salvación cuando me ahogue
en el borde de un sueño de oleaje infinito
que llega al horizonte, y que levanta el vuelo
hasta dejar de verse. Y se despide
con él mi amor eterno.
Quizás alguna estrella parpadeará tres veces.
Los poetastros del próximo verano
dirán diez palabras sobre nosotros.

Y no me olvidarás.

Barcelona, 9 de julio de 2020

miércoles, 8 de julio de 2020

Feliz aquel

Carlos Ruiz Zafón in memoriam

No me conoces.
Es posible que puedas
pintarme en un vuelo de pestaña por el aire
pero sería inexacto. En esta dirección,
el vuelo de una mosca o de una hoja
sería más atrevido que mi tiento
callado, advenedizo, de encontrarte
a la altura del beso, en la cuestión
que tú y yo conocemos.

Describo, redundante en el silencio
de las sábanas dobles sin rozar
el calor de tu cuerpo,
las vueltas necesarias para hacer
de tu abrazo un vínculo hacia esta tierra
que no me necesita.
Yo soy por ti tan sólo, pero tú eres
porque tienes que ser, para que todos
los hombres de esta tierra sean indignos
de tu amar palpitante,
del giro descompuesto de la luz
cuando sonríes de lado
y tu pelo es un elegante prisma
de mis remordimientos.

No te conozco.
Contemplo unas palabras en silencio
robadas de los libros olvidados
allá entre unas piedras del camino
bajo la calle Balmes.
Tú estás en esta sombra de planeta
como la corza blanca
que juega a ser la reina de la Plaza Cataluña
aplastando palomas. Pero no sé quién eres,
y a veces me da igual, y otras renuncio
a llamar a la puerta del olvido
y ver a aquel que tiene lo que busco.
Sigues siendo una sombra,
reposo inusual en mi penumbra grotesca
de unos libros quemados, del fallido
proyecto de mí mismo,
de cada tarde igual, al desearte
cuando cierro la puerta, y este silencio
lo invade de repente
todo.

Allí, en nuestra zona confortable
donde nadie sospecha,
eres un vidrio claro y una cálida
canción de media tarde
que acaricia un mal día y lo transfigura.
Como un milagro líquido,
surjo detrás de ti para abrazarte
y me haces tan feliz.
Pero qué saben ellos. Y qué sabes
tú, si no puedes mirar si esta vela
crepita de misterio o de verdad,
si tengo sed de cuerpo o si no hay nada
por que debas temer.

No te voy a engañar:
la piedra de Montjuïc está sembrada de cobardes.
Si tiene que existir alguna vez
la noche de las noches
haré labrar un breve cenotafio
que diga lo siguiente: "Aquí yace ese amigo
que no supo decirte que, en sus noches,
soñaba con tus manos
y escuchaba tu voz para dormir
pensando en que existieras algún día."

Y cerraréis la tapa
y después de unos días recordarás
que tú encontraste el amor. Respira.
Tú encontraste el amor.

Feliz aquel
que puede ser amado por tus huesos
en cualesquiera noches.
Feliz aquel que vive
contigo cuando todo amanece
y te hace el desayuno y te susurra
lo guapa estás al despertarte.
Y al levantar los párpados
sabes perfectamente que es eterna
su sonrisa, es infinita su paciencia
y es verdad tu verdad.
El resto es humo
vacío de la memoria en mis palabras
que nutren una historia paralela
en la que quise estar,
pero yo sé que no me reconoces,
y continúa tu sueño
y prosigue mi ausencia.

Barcelona, 8 de julio de 2020

sábado, 4 de julio de 2020

Hacer trampas

a Joaquín Sabina

En el Paral·lel,
una mala tarde la tiene cualquiera.
Han cruzado el semáforo rojo
las mil y una noches:
en el teatro del vicio
los vinos persiguen la sal de tu falda;
no sé,
cada vez más aciago es el lance,
cada vez más tropieza mi voz
en el suelo feroz,
en el margen incierto de las soledades.

Mis bajas pasiones
ahora tienen las alas defectuosas.
Me recuerdo en amores tahúres
de piedra y desgaste,
de sombra sucinta de carne y reproches
con ojos de puerto hacia el fin de mis días.

¿Cómo voy
a escapar de esta rueda vacía,
de esta alcoba oscura
que reúne los restos mortales
de mis oraciones
a esta Venus triste,
sin brazos ni boca con que acariciar
a esta luna condal que ilumina la calle?

Habrá que hacer trampas,
me susurran las musas vestidas de mar
en mis cuentos antiguos.
Habrá que jugar,
una apuesta arriesgada en mi vieja esperanza
más allá del mar,
la verde ilusión de tenerte a mi lado.
Cuando en ese instante ya el mundo sea mío
voy a hacerte una lluvia discreta,
azul y desnuda por dentro y por fuera
a tu forma e imagen,
y besando la lluvia sabrás que me acerco,
bajando la calle
que va de mis nubes oscuras de agosto
a tu dulce sonrisa
o a ninguna parte.



No entiendo por qué
el olvido se trajo las cuentas
de mi última vez

pero, en caso de que
contra todo pronóstico existas
y me vengas a ver,
habrá que soñar
una noble retahíla de abrazos
con que suspirar.

Y arderán las tristezas
bajo los naranjos del puerto sin nombre,
y caerá nuestra lluvia en tus hombros de diosa
explorándote a palmos
con besos en prosa y palabras de brisa
queriéndote el mar en la proa de su canto
el vuelo intrigante en la falda que llevas

Pues sí,
habrá que hacer trampas,
si lo dicen mis musas vestidas de mar
de esos cuentos antiguos.
Habrá que jugar
esa apuesta arriesgada en mi vieja esperanza
más allá del mar,
esa verde ilusión de tenerte a mi lado.
Y cuando en ese instante (que dudo que exista,
pero hay que luchar) ya el mundo sea mío
voy a hacerte esa lluvia discreta,
azul y desnuda por dentro y por fuera
y por fuera por dentro
porque tú, que tienes de intelectual
lo que tienes de guapa
sabrás en mis ojos sinceros
que son para ti,
que lo digo y te quiero
e inclino mi hacienda de ruines palabras,
y besando la lluvia sabrás que me acerco
bajando la calle
que va de mis nubes oscuras de agosto
a tu dulce sonrisa

o a ninguna parte.

Barcelona, 4 de julio de 2020

jueves, 2 de julio de 2020

La dama roja

Su mitad silenciosa descartaba
cualquier tipo de amor.
Pero la otra, rayada de misterios,
era una invitación, sin fecha, a la esperanza
que vaga por las calles descubriendo
caricias en la sombra.

En mis ojos,
una cita en la esquina a la dreta de l'Eixample
con ruido de motor entre tus rizos
y un pizarrín de ofertas en la falda.
¿Te acuerdas de aquella casa estrecha
de azulejos pintados?
Aún recuerdo tu voz, con bizantina
arenga: Quatre-cents noranta-vuit
del carrer Mallorca, dos quarts de sis.

Te dejé allí una rosa
exactamente allí. Y tú, la estrella
que sigo a todas partes,
que tiene los colores de los vidrios de cien años
en la cripta del genio
y que sé que has robado de un fragmento de Sol
rojo y sincero.
Cuando nos hemos visto,
exhalo el vapor de orbitar nuevo
sobre los aledaños de tu cuerpo.
Luego se abre un semáforo
de cuentas de collar que llevas puesto
me enlazas y brillamos.
Y beso y amo y brindo tu frágil perihelio
a las musas del agua y a los dioses fenicios
para escribir espumas en la arena
que canten nuestros siglos.

Todo era tan bonito
y tan incierto.
Tú, dama roja,
que, lliure sota el temps providencial
de la meva discòrdia, vens ara a fer memòries
dels arbres destruïts pel teu silenci.

La tarde ahora está sucia de toldos y esteladas.
En el fondo del pozo
parece que unos muros me responden:
Tot anirà bé. Y cuando pases
de nuevo por la calle del olvido
cortando mi sonrisa transeúnte
te voy a despertar con la mirada
sucinta del tercer amor, que no es
ni tan siquiera el último,
que no es apenas cierto, sólo un mirlo
de paso en el verano,
que con un parpadeo se ha convertido en un espejo
de mis propias historias imposibles.

Todo era tan bonito
y tan incierto,
i tant.
¿Por dónde volverás, fuego del alma?


Barcelona, 2 de julio de 2020

martes, 30 de junio de 2020

Fugaz

Hay un lugar extraño en la memoria
donde se cruzan calles, y las mujeres verdes
me ofrecen su piadosa reticencia
a amargar con su rutina mi sol de ociosa tarde
blanca como las nubes en el puerto.

Hay una tierra cóncava en espíritu
de rómbica beldad para el viraje de los astros
justo en la bisectriz del ruido propio
del mercado de almas,
justo en la intersección de las palomas
con el amor perdido

donde habitas y cantas
y lloras y me engañas con un sueño
de polvo y de palomas
mensajeras de nadie,

donde tejes amantes con el pelo
que dejas tras de ti en un epitafio
de cançò, aderezada con sospechas,

donde quieres ser nadie
y luego te acaricio y tu silueta nos
deslumbra en octaedros de cristal
con cuerpos imbricados en tu luna
que encajan como espadas en la roca.

Un viejo en el Eixample fuma en pipa.
Tiene ciento diez años. Aún espera
la sombra de Gaudí, aguas abajo
en la rémora gris de memoria.
Emite otra calada y dice: Extraño,
descansa en el amor que te perdona.
Después la bruma incierta del gentío
y unos niños que chillan en la tienda de animales
rompieron en pedazos su escultura
y lleno de jilgueros exhaló
su tórpido oleaje de tabaco
y prendió las manzanas de tu cesta
y el vuelo del vestido, y admiró
finalmente el recuerdo que buscaba,
la dona i el record, ulls de paraula
llunyanes del miracle fosc del vespre trist,
y se desintegró, como una urraca desvestida,
por los ladrillos rotos
que habitan este cielo de mi mundo
donde tejes, ¡oh, sí!, amantes con el pelo
que dejas tras de ti en un epitafio
de brazos que acarician soledades,

y luego vengo yo
a pedirte, en el suelo, destrozado
que salgas a encontrarme,
que estoy aquí, en un punto subterráneo
del temor de mí mismo,
luchándote en silencio y deseando
cada verso cantado que me guardas.

Potser ja no hi ha lloc per eixos homes
que fan, a cada instant, la gran fugida
i el rapte de la dona per amor,
buscant a cap instant la dolça pell,
cruel i deshabitada que mai no trobarem.

Así que me retiro otra vez más:
al fondo a la derecha del olvido
reposan unos huesos que en la tierra
deletrean tu nombre. Y en la flor
que crece a sus espaldas
sabrás que estoy aquí,
podrás reconocerme en la penumbra.

Si un día quieres besarme,
tú tiéndeme la mano
y levanta el cadáver con el agua
calmada e infinita del verdor de tu sonrisa.
No hay más. Se acabó el juego. Tus abrazos
serán resurrección justificada. Mis elogios
tan sólo son excusas para el vuelo.
Sólo te pido esto:
cuando se extinga el fuego, y la pasión
se convierta en lo de siempre
ya sabes lo que hacer, déjame en ese
oscuro callejón donde tomaste
mis manos aquel día. Y me abandonas.
Que ya vendrá a quererme alguna musa
de pantalones cortos y mil brillos en el rostro
para bailar conmigo esta aventura
como estrellas fugaces
que escriben en la noche la ficción
que han modelado sus caricias.
Que ya vendrá a tu paso otro buen hombre,
de eso estoy seguro.
Y mientras, cuesta abajo, ruedan todas
las canciones amargas que te traje
y se hunden en el mar.

Encara tenim temps.
Vayamos adonde ellas nos perdonen.

Barcelona, 30 de junio de 2020

lunes, 29 de junio de 2020

Invocación

Estás vacía por dentro,
Barcelona.
Hay hombres de paja con lenguas de adobe
que cruzan los rombos de las calles muertas.
Hay ruido de ensanches, comercios de almas,
torres empedradas de humedad y noche.
Subir al tranvía fantasma. Descubro
en la hoz del paisano golpeando esta tierra
tal vez una música en triunfo y memoria,
chirridos de paz y lamentos de gloria,
la carne deshecha en la sombra del viento
al fondo del barrio con una estocada
de aceite y cristal, de puerto y de nada.

Estás rota por dentro,
Barcelona.
Tu tarde desprende un calor amarillo
la patria o el sebo-, esa nuez del oprobio
del traje y corbata que viste tu polvo.
Tu viento reprime y aplana los cráneos
bebiendo de ellos, luchando otros frutos,
temiendo otras lenguas, diezmando viajeros.

Pero estás dulce por dentro,
Barcelona.
La miel de la noche perdida en tu luz
se condensa en la red de rocío de tu aurora
de lira apolínea sobre el brazo enhiesto
y la mano adusta de tus rascacielos.
¡Oh, vieja Ágora soñada,
siempre en liza con la roca,
con el trigo y con el agua!
Hay besos y hay llamadas
sobre los manantiales de ladrillo
y el Sanctus, Sanctus, Sanctus.
Hay panes en tus techos,
y el vino, griego y terso,
de tus libros y tus flores.
Aún queda un algo,
no sé, a que aferrarse,
un aliento en tus calles,
un mástil de esperanza, un mar recóndito.

Estás insensata y preciosa,
Barcelona,
tan llena de ideas y de sal y de audacia
que invade el otoño en la gente despierta
tan única y viva: esta Troya lejana
que todo lo ha escrito y que todo
lo canta y lo grita y lo hace vivir en su manto
de ambiciosa y nutritiva claridad.

Has querido llamarme, y te has traído
conmigo los copos de mi palabra,
la fuente malherida de mi mente
abstracta y disoluta.

Pues yo te desafío, ¡oh, antigua y deliciosa
ciudad de los laureles!
Devuélveme el amor por tus laderas imperfectas.
Respóndeme en el aire. Y no me mires:
en este improvisado maremágnum
tan sólo tus mujeres podrán verme
como soy, interrogado por la ausencia.

Barcelona, 29 de junio de 2020