martes, 23 de octubre de 2018

Habanera

Respirar
tan sólo
con un batir de alas,
una
mirada cada vez más
lejana
en el
cristal
de tu noche,
el suave acento añil
del paso de una
mariposa
(extático elixir, hexágonos
exangües, como un
axioma inexplorado),
un éxtasis tan cierto como llueven
las espinas sobre el cuerpo.

Triste, lejana es la mirada
violeta del puerto,
un misterioso despertar
recorre el corazón.
Para las noches de invierno
yo escojo este lugar,
para las almas que anhelan la penumbra
para no regresar.
Para el recuerdo escojo
la tarde sin mañana,
la nieve sin pasión.
Para tus ojos sueño,
inquietas, las palabras
que vuelvan a extraviarme,
que escojan mi destino,
que escriban tu canción.

lunes, 15 de octubre de 2018

La fase cuatro de Kübler Ross. Segunda parte

Qué puede ser más cierto que tu acierto,
qué puede más verdad que tu verdad,
qué puede ser tu pluma en mi silencio:
es música cortante, es viento, azar,

es ánimo deshecho a medianoche,
es canto y es letargo, es suspirar
después de cada tarde en el espejo:
la mano que te sana, ¿matará?

En el rencor, un verso en la pared:
"Tenemos que inventarnos la locura.",
y un pájaro de lengua lo rompió,

sus restos, anegados por las lágrimas,
encima del cuaderno morirán.
Entonces dijo el cuervo: nunca más.

La fase cuatro de Kübler Ross. Primera parte

Yo nunca fui silencio
ni fui olvido.

Aquella tarde,
y era octubre
también, como nosotros,
cuando me despedí
sentía que había coherencia,
¡oh dios, qué grande era
poder decir este árbol
y que hubiera un manzano,
poder decir no vuelvas
y que nunca volvieras...!

Pero es que ya no quiero:
¡aburre el verbo
tan siempre infinitivo
e imperante!
¡Aburre la verdad
tan despojada
de epítetos hermosos,
de ironía,
de juegos de palabras
y de amor!

                         Yo habré podido
estar muy loco por tu luz,
por tu mirada
y por tu cuerpo.

Sabes
          (porque te lo dije)
que en mí habitan los
sueños, ánimos, misterios:
nuestra casa
quizás tan Dinamarca como nunca,
la música, remedio
de nuestra soledad...

Ahora
tan sólo hay unas ramas de secano
en un campo vacío
de esperanzas.
Ahora,
fracasadas,
contemplo sus terribles epitafios.
Ni siquiera hay flores.
 
El día que abandonamos la inocencia
y vino el texto
a darme en la cara con sus letras
se acabó,
murió una parte,
¡qué grandes éramos entonces!

Nunca eres amor
cuando viene el notario.

Carmen.
¿Por qué perdimos la locura?

Leganés, 15 de octubre de 2018, 00:48h

jueves, 11 de octubre de 2018

Speakers' Corner

meanwhile
pasa página
por avería en el tren
esta es una respuesta automática
el servicio no se presta con normalidad
para ir a Almacenes Silvia
habrá también que cruzar Núñez de Balboa
tiene derecho a guardar silencio
estoy en la tristeza
durante un tiempo estimado en más de quince minutos
la mochila en el suelo
para el diálogo
las ventanas sudadas
la química del odio
los ojos cargados de otoño y estoicismo

Para el gran juicio,
si no trae corbata
se le proporcionará una;
si no trae coro,
tiene derecho a uno de oficio;
si viene a oscuras,
ponga su propia vela por 3.99€.

...y sonríe,
mientras los lentos días se dilatan
hasta que un día caiga el telón
y será todo Borodin
y un lienzo blanco
quod in principio erat
tal vez Da Capo, acaso Fine,
Finfine.

Suanzes, 18 de septiembre de 2018. 19:03

Unos haiku mediocres

Ocasionalmente
las bolas del jersey de lana escriben
una obra de Stockhausen.

Una mujer madura
escarba esa promesa en una
aplicación para iPhone.

Sin maquillaje
tu piel es una alondra,
poesía mudéjar.

En otros tiempos
los naipes se preceden
de estocadas.

Hablemos sólo
para escribir la luz
sobre tu cuerpo.

Manuel Becerra
debió de ser un tipo
muy aburrido.

Mirar al suelo,
visitar lo prohibido,
salir ileso.

martes, 9 de octubre de 2018

Hacia el final

A ratos
uno es joven, y es
cuentista, y es
poeta
           y llama con el alma a alguna puerta;
los trozos de cristal amontonados,
por muy amontonados no son
más ni son
verdad
ni son eternos.


Nací en un “dónde encuentro algo
que amar”.
                   Los pájaros decían que dónde estaba,
mirando
                hacia tus ojos.

Yo pienso que
los trenes nos pasaron. ¿Pues nosotros,
qué íbamos a saber,
pobres neófitos?
                            Yo,
la copia triste y trémula de antaño
cuando con zurda inspiración garabateaba
pinceles de Miró bajo la lluvia
de un tren que no llegaba;

tú,
     ay, ¿qué ibas a hacer?, pobre arrebato
consciente como el viento en el camino
del signo de los tiempos.
                                        ¿Si habrá espada
peor que la que se ama,
si erial más doloroso que el olvido…?

Amarte y no tenerte, en otros tiempos
tal vez era el viaducto.
Ahora ya da igual: qué importa el tiempo,
la vida, una palabra, esto de amarte y
no,
      y ahora tenerte y
no…

Yo mimo este teclado, este cuaderno
florido de quererte,
de, en próspero silencio,
hacerle mucho bien a las palabras.
Revelo entre mis manos esta llama,
que algún otro momento será el nuestro.
Los versos son morfina en el trasiego
tan crónico, infinito,
sin pólvora ni celos, y sediento
de lágrima y recuerdo.

La vida te querrá por lo que fuiste:
salvadora.
Por ti, como don Juan, redimo, expío,
cabalgo hacia otros cielos
otrora inmerecidos.

Amor,
volvamos a empezar. La vida es breve;
la Parca, vil triángulo, reloj que no perdona.
Alguien nos amará. Tal vez nosotros.
Que el canto no se muera. Que
el beso del final no sea el tiro
de gracia.
                 Que tu última palabra no sea vana.
Que vuelva a hacer calor en primavera.


¡Oh dios, qué gran Musa,        si hubiera gran autor!


Hospital Universitario Fundación Alcorcón,
9 de octubre de 2018. 00:20 horas

viernes, 5 de octubre de 2018

Tiempo otoñal

Tiempo otoñal. Polvo callado. Fe.
Rocío inquieto. Hojas trémulas. Nistagmo.
Desastres naturales. Un dibujo
de niño. Laudes, vísperas, completas.
Campanas sumergidas. Y el Ángelus
que murmuran los cuervos.
No es música: es carroña, un esqueleto
hediondo en el camino,
brochazo cadavérico en el lienzo
del sórdido retrato de uno mismo