miércoles, 27 de marzo de 2019

Casa

En cada despertar hay invisibles
destellos que preceden al combate de las manos.
Hay una luz templada en tu sonrisa.               
Los iris giran en caleidoscopio,               
enfocan el futuro como Bósforos:
pontífice es tu amor en mi camino              
por esta soledades sin destino,                  
por los senderos sin rumbo,                
con el pesar inquieto de los tiempos           
y un cántaro entreabierto de desdicha.       

En cada despertar hay una sábana
que cobra vida propia.                       
El aire es la tintura de dos sangres,               
el río que, por tu cuerpo, nos transporta.           
Condensan nuestras almas unas gotas               
de suero felicísimo                       
que van a reposar sobre la mesa               
mientras (cabeza abajo                   
aún) recorro las nubes del deseo.               

En cada despertar hay un café                   
con cereales,                           
una nevera austera, y que no falte               
tu peso en chocolate en la despensa               
y algún cacharro sucio que no supe fregar.          
(Y es que el poeta ve a Dios                   
cuando viene tu madre).                   

En cada despertar hay un acorde y
siete notas,                   
los discos de zarzuela de Luis Cobos               
para tirar al plato,                       
cinco Lieder de Brahms dados la vuelta
y tu canción discreta
que, cuando nos oculta el murmurar
de la luna de Parla,
me regalas en tus brazos
                                       y es reposo               
feliz de medianoche                   
para dormir la angustia,                   
para volver mañana a despertarte
a tientas y con flores,
y que cada mañana sea infinita.

En cada despertar estás aquí:
no habita la penumbra mis estancias
cuando al cruzar pupilas
se advierte la profunda simetría
que no puede robarnos ningún tiempo.

En cada despertar eres así,
eterna, siempre idéntica,
remanso de verdad, oasis querido.

No sé cómo nos vino el tiempo.
                                                    Ven
y sé mi compañera de viaje.
Que sean otros poetas los que canten
las odas por nosotros.
Tan sólo hay que ocuparse de vivir:
escribe tu diario en nuestros besos
y no te vayas nunca.


Leganés, 27 de marzo de 2019
Siete años

miércoles, 20 de marzo de 2019

Tres cañas

A los mejores compañeros que uno honradamente podría merecer. Sean miles los reencuentros.

Feliz aquel, beatus ille, el que
despierta una mañana en infinita
blancura en la memoria.

Porque hay mañanas tontas
que abres, con mal criterio, el ojo izquierdo
diciendo que Alcorcón
tal vez es una opción más bien decente,
tal vez es algo noble
vivir por los pacientes, renunciar
al caldo de cultivo
al apesadumbrado tacto del
murino descarnado.

A veces te levantas con el "algo"
de hablar hacia otra parte,
mirarle algún parámetro al enfermo
en vez de los laureles,
en vez de la miseria de la loza
cretina y peregrina

Sin ese despertar,
sin ese "por qué no" confusional,
las águilas, la parca, habrían tejido
su luz hacia otro lado,
el canto derramado bajo el páramo
nublado de la ciencia.

Diréis que el enolismo
encierra en fauces propias un recóndito
altar a la esperanza

Pero seämos serios.
¿Qué sería de mi tiempo sin vosotros?

Pues digo, en este estado lamentable,
que no hay un taxi más dulce y propicio
que donde vuestros ojos me acompañan.
Vivid, y que el recuerdo nos salpique
coronas de verdad, cimientos blancos
el dócil, impertérrito soñar
de un nuevo caso clínico a las tres
de la mañana;
no sé si en el invierno una canción
fea, gris, inédita
podrá retrotraernos a esta empresa
amada en el recuerdo
varado en nuestra pobre eternidad.

Seguid aquí, o allí, mas sed eternos.
Que corran la cerveza y el cachopo.
Que vuelva la amistad a ser la reina
de esta noble primavera que despierta
con el futuro incierto
mas el presente cimentado
en auras de calor,
abrazos deseados como encuentros.

sábado, 2 de marzo de 2019

Espada

Será que el aire nuevo
impregna el despertar
de los almendros.
Evocan el camino.

Será que una mirada
nos puede derribar
hacia tu cama.
No sé. Es raro.

Será este gran amor,
espada que nos brilla
nuevamente,
tal vez
            nosotros.


Leganés, 2 de marzo de 2019

Rosas

A veces
sólo a veces gran amor.

José Agustín Goytisolo 

Verás
que yo te miro
por la rendija azul de un sueño
por el vuelo de tu blusa
y el ojal
             perdido,
             triste,
             blanco invierno,
del alma temblorosa que te busca
en movimiento sutil,
tan cerrar de tus ojos como siempre
a medianoche a contraluz
mientras queremos dibujar
constelaciones en las sábanas.

Verás
que yo me oculto
en el mordaz entreverado de las cuerdas
del piano de luz gris que imaginamos
donde crear tu gran verdad
tan armoniosa,
y tú, que te acurrucas
de nuevo en el sofá
ignorando que trasciendes
más allá de nuestros labios,
con el timbrar de tus pestañas en el viento
escribes tu canción, filosofía,
ánima invicta que resume nuestra historia.

Verás,
si me descubres,
que a veces, sólo a veces pero a veces,
seremos los de antes.

Será cuando te quiero
que vuelan las palabras como rosas
brotando en el invierno.

Leganés, 2 de marzo de 2019