domingo, 24 de septiembre de 2017

Y diez

Tu nombre,
tierra feliz que entre blancas cortinas
dejaste,
tu dulce pelo acariciando la guadaña
palabras susurrantes de morfina.

Aquella madrugada
tuvimos que inventarnos la tormenta,
alzar nuestra mortaja,
romper nuestras palabras de ceniza.

Pero nos enseñaste
que hay un lugar infinito
donde los ataúdes son transparentes.

A veces me recuerdo
cerrándote los ojos, ya cansados
de la guerra y el luto.

Si el cielo no existe,
que te traigan de vuelta a los paisajes
de marzo cacereño.

Las ranas y los peces rememoran
tus vestidos de flores y tus rizos
cuando eras joven y un vergel Peraleda,
el viento del Gualija esculpiendo
los ecos del ladrillo.

Ahora soy médico
y llevo a otros abuelos de la mano;
en cada uno, tu risa
                     tu llanto,
                     tus palabras,
                     tus años.

                                      Tu ausencia.

Leganés, 7 de julio de 2017
(completado el 24 de septiembre de 2017) 

martes, 12 de septiembre de 2017

Un perro andaluz

El ojo de Buñuel es mi sonrisa.

El ojo de Buñuel es mi sonrisa:
cortada de través
parece un imposible espejo oscuro.
Maldito en sus entrañas,
un rostro exasperado oculta esferas
fluidas de relojes dalinianos.
Aquella edad de oro se extinguió y
crepita de dolor al invocarla.

El ojo de Buñuel es mi sonrisa:
no avisa,
destroza manecillas con un giro
de 180 grados,
y mientras, yo, subsisto asintiendo en el temblor de la navaja
que llora por los óxidos de antaño
que nunca ya sacudiremos.

El ojo de Buñuel es mi sonrisa
sator arepo tenet opera rotas
siempre hay un mejor viento que el de cara,
un mejor puerto en la distancia.
Las calles sin farolas
protegen mis pisadas del gentío,
centellas arbitrarias de mi angustia.

No existo.
Vosotros lo sabíais.

El ojo de Buñuel es mi navaja
y mis manos
Lorca.
Traedme mi pistola.
Me duele el esfenoides de miraros,
el lóbulo frontal de hacer
silencios en la niebla.
Las nubes estremecen
la aurora polvorienta de la luna
que rompe las ventanas de los coches,
y con sus restos cortaré ojos clínicos,
beberé las lágrimas que nunca derramásteis.

El ojo de Buñuel es una puerta:
cortada de través
parece un imposible espejo oscuro
que cruzan mis palabras,
que devuelve un rencor verde y grotesco.
Me miro en la mirada
que dejan mis miserias en su cuadro.
Traedme mi pistola.
No puedes vivir para contarlo.

Mis ojos de Buñuel, puestos a mano
garra a garra sobre el amor perdido
que arranca nervios ópticos
inerva la maldad reconvertida
en clavos de mercurio
que escriben trece estigmas como versos.

Hospital Universitario Fundación Alcorcón,
12 de septiembre de 2017, 09:23