domingo, 22 de abril de 2018

Primo vere

Para los días de viento,
para ti floreceré naranjos
con hojas de libélula.
Despertarán su ausencia,
su polvo de crisálida,
cristal impertinente,
fugar de la memoria,
vibrar del vidrio verde,
verdejo, voluntad
de vespertinas aguas.
Te rozará la piel
el aliento emplumado
del luminoso fénix
mientras la diminuta corte de elementales
explora tus caminos
entre los bosques rubefactos del deseo,
desnuda en aquel prado,
Reina, Artemisa blanca
verás trocar los arcos por caricias,
harás sentir tu flecha como besos.
Las flores de este abril serán tu velo,
tan púrpura de abrigo y de verdad
que anhelo en cada viento que respiro,
un mítico tesoro entremezclado con los tréboles,
providencial colina,
sonrisas esparcidas como frutos.

martes, 17 de abril de 2018

España

in memoriam Miguel de Unamuno


Y yo, ¿qué habré yo de hacer
para ser médico y joven,
para ser poeta, palabra
viva de mis vocaciones?
¿Quién eres, ardor inmenso
que aúnas imaginaciones,
tristezas, viento de un pueblo
que miró crecer las flores
mientras se matan hermanos,
tiran bombas los aviones
y Unamuno eleva al sol
sus últimos estertores?
Pues este pueblo español
obrero de vanidades,
disgusto de la vanguardia
de los intelectuales,
alaba y se vanagloria
de infinitas necedades,
del bienestar egoísta,
del faltar de libertades.
¡Nunca vivirá la muerte,
salvo en sórdidos lugares
en los que voces de mando
resuenen en los metales
y peces de antiguo plomo
atraviesen los bancales
mientras asesinan a estos
pobres rojos, criminales
del cultivo de la vid,
de sembrar los cereales,
de nutrir a los ejércitos
que pasean por arenales
de Tetuán y de Melilla
rugiendo sus versos árabes
de venganza nacional,
de soflamas militares
que condenarán a España
como no se ha visto antes!
Mi España, patria olvidada
de incultura formidable,
tierra de troveros muertos,
de maniqueos indomables.
Siglos ha se puso el sol
que sale por Baleares.
Por la lejana Orihuela
tus cabras, Miguel Hernández.
Y por Gabriel y Galán
viene a meterse por Cáceres,
el Hierro y Finisterre,
puntas de lanza insondables
que hacen de Portugal
hermano lejano, amable.
¡Tan inmensas tus mañanas
y tan perdidos tu dones!
cuando la noche del alma
consumió tus ambiciones.
Del Imperio sólo quedan
angustias, contradicciones.
España, tierra tan firme,
derribada, agreste, insomne.

Y yo, ¿qué habré yo de hacer
para ser médico y viejo,
para acrecer mis principios,
para vencer el tormento
de vivir en esta tierra,
España de carceleros,
España de analfabetos,
las panderetas al cielo,
España de los ladrones
y de políticos necios?
Cuando se muera el poeta
recordadlo con los peces,
que sólo con el cantar
la libertad se sostiene.
Donde la brisa y el mar
toda maldad disuelven,
donde termina tu tierra,
España de mis quereres,
¡oh tierra de Federico,
donde tiemblan los claveles
recordando la Granada
de los cantares infieles!
Vigiladnos esta España
que con furor se defiende
de la razón y el sosiego,
en la que el viento detiene
la lucha de buenos hombres,
la voz de azada y de plebe.

martes, 10 de abril de 2018

Guardia

dedicado a los nuevos residentes del Hospital de Alcorcón

Para escribir una guardia
hay que mirar los relojes
cambiantes como palabras,
hay que gustar el silencio
de las ruedas de miradas,
la percusión infinita
de la brisa lenta, trágica
del pasar de los enfermos,
del temblor de los pijamas.

Entre bosques de goteros,
su soledad no descansa
los estertores de acero
del viejo espejo de nácar.
Los dibujos de los nietos
pueblan paredes que aferran
como aliento los enfermos,
como flores las guadañas.
Puertas que corren, que cortan
las cenizas enredadas
de los fénix de la Urgencia
que tal vez no resuciten
y sean sólo eso: ceniza,
frío donde habitó el verano,
hierática, negra efigie
despoblada de verdad,
sólo un egregor exangüe...

En realidad,
para escribir una guardia
tienes que ver morir
a tus amigos de niño
postrados en una cama.
En esas noches del alma
caerán, acribillados, tus felices
recuerdos de otro tiempo
en que tu vocación,
tu pasión desde la infancia,
era jugar a los médicos
con un fonendo de plástico,
con bisturís recortables
y el maletín del abuelo.
Esto ya no es un juego:
ejercer la Medicina
es doblar la espalda a diario
mirando con dulzura,
tragarte tu arrogancia,
tu puesto MIR, tu expediente.

Porque
verás, ese moribundo
que desfallece en la silla,
eso, es un ser humano,
y tú, hijo, su última esperanza.

Amigo,
viniste prevenido.