martes, 30 de junio de 2020

Fugaz

Hay un lugar extraño en la memoria
donde se cruzan calles, y las mujeres verdes
me ofrecen su piadosa reticencia
a amargar con su rutina mi sol de ociosa tarde
blanca como las nubes en el puerto.

Hay una tierra cóncava en espíritu
de rómbica beldad para el viraje de los astros
justo en la bisectriz del ruido propio
del mercado de almas,
justo en la intersección de las palomas
con el amor perdido

donde habitas y cantas
y lloras y me engañas con un sueño
de polvo y de palomas
mensajeras de nadie,

donde tejes amantes con el pelo
que dejas tras de ti en un epitafio
de cançò, aderezada con sospechas,

donde quieres ser nadie
y luego te acaricio y tu silueta nos
deslumbra en octaedros de cristal
con cuerpos imbricados en tu luna
que encajan como espadas en la roca.

Un viejo en el Eixample fuma en pipa.
Tiene ciento diez años. Aún espera
la sombra de Gaudí, aguas abajo
en la rémora gris de memoria.
Emite otra calada y dice: Extraño,
descansa en el amor que te perdona.
Después la bruma incierta del gentío
y unos niños que chillan en la tienda de animales
rompieron en pedazos su escultura
y lleno de jilgueros exhaló
su tórpido oleaje de tabaco
y prendió las manzanas de tu cesta
y el vuelo del vestido, y admiró
finalmente el recuerdo que buscaba,
la dona i el record, ulls de paraula
llunyanes del miracle fosc del vespre trist,
y se desintegró, como una urraca desvestida,
por los ladrillos rotos
que habitan este cielo de mi mundo
donde tejes, ¡oh, sí!, amantes con el pelo
que dejas tras de ti en un epitafio
de brazos que acarician soledades,

y luego vengo yo
a pedirte, en el suelo, destrozado
que salgas a encontrarme,
que estoy aquí, en un punto subterráneo
del temor de mí mismo,
luchándote en silencio y deseando
cada verso cantado que me guardas.

Potser ja no hi ha lloc per eixos homes
que fan, a cada instant, la gran fugida
i el rapte de la dona per amor,
buscant a cap instant la dolça pell,
cruel i deshabitada que mai no trobarem.

Así que me retiro otra vez más:
al fondo a la derecha del olvido
reposan unos huesos que en la tierra
deletrean tu nombre. Y en la flor
que crece a sus espaldas
sabrás que estoy aquí,
podrás reconocerme en la penumbra.

Si un día quieres besarme,
tú tiéndeme la mano
y levanta el cadáver con el agua
calmada e infinita del verdor de tu sonrisa.
No hay más. Se acabó el juego. Tus abrazos
serán resurrección justificada. Mis elogios
tan sólo son excusas para el vuelo.
Sólo te pido esto:
cuando se extinga el fuego, y la pasión
se convierta en lo de siempre
ya sabes lo que hacer, déjame en ese
oscuro callejón donde tomaste
mis manos aquel día. Y me abandonas.
Que ya vendrá a quererme alguna musa
de pantalones cortos y mil brillos en el rostro
para bailar conmigo esta aventura
como estrellas fugaces
que escriben en la noche la ficción
que han modelado sus caricias.
Que ya vendrá a tu paso otro buen hombre,
de eso estoy seguro.
Y mientras, cuesta abajo, ruedan todas
las canciones amargas que te traje
y se hunden en el mar.

Encara tenim temps.
Vayamos adonde ellas nos perdonen.

Barcelona, 30 de junio de 2020

lunes, 29 de junio de 2020

Invocación

Estás vacía por dentro,
Barcelona.
Hay hombres de paja con lenguas de adobe
que cruzan los rombos de las calles muertas.
Hay ruido de ensanches, comercios de almas,
torres empedradas de humedad y noche.
Subir al tranvía fantasma. Descubro
en la hoz del paisano golpeando esta tierra
tal vez una música en triunfo y memoria,
chirridos de paz y lamentos de gloria,
la carne deshecha en la sombra del viento
al fondo del barrio con una estocada
de aceite y cristal, de puerto y de nada.

Estás rota por dentro,
Barcelona.
Tu tarde desprende un calor amarillo
la patria o el sebo-, esa nuez del oprobio
del traje y corbata que viste tu polvo.
Tu viento reprime y aplana los cráneos
bebiendo de ellos, luchando otros frutos,
temiendo otras lenguas, diezmando viajeros.

Pero estás dulce por dentro,
Barcelona.
La miel de la noche perdida en tu luz
se condensa en la red de rocío de tu aurora
de lira apolínea sobre el brazo enhiesto
y la mano adusta de tus rascacielos.
¡Oh, vieja Ágora soñada,
siempre en liza con la roca,
con el trigo y con el agua!
Hay besos y hay llamadas
sobre los manantiales de ladrillo
y el Sanctus, Sanctus, Sanctus.
Hay panes en tus techos,
y el vino, griego y terso,
de tus libros y tus flores.
Aún queda un algo,
no sé, a que aferrarse,
un aliento en tus calles,
un mástil de esperanza, un mar recóndito.

Estás insensata y preciosa,
Barcelona,
tan llena de ideas y de sal y de audacia
que invade el otoño en la gente despierta
tan única y viva: esta Troya lejana
que todo lo ha escrito y que todo
lo canta y lo grita y lo hace vivir en su manto
de ambiciosa y nutritiva claridad.

Has querido llamarme, y te has traído
conmigo los copos de mi palabra,
la fuente malherida de mi mente
abstracta y disoluta.

Pues yo te desafío, ¡oh, antigua y deliciosa
ciudad de los laureles!
Devuélveme el amor por tus laderas imperfectas.
Respóndeme en el aire. Y no me mires:
en este improvisado maremágnum
tan sólo tus mujeres podrán verme
como soy, interrogado por la ausencia.

Barcelona, 29 de junio de 2020

lunes, 15 de junio de 2020

Tiempo después

Tiempo después,
la tarde amenazaba florecer en el cristal
azul de tus sonrisas
cuando la luz nocturna
escribe florituras de abrazos en secreto.

Tiempo después, había
confines franqueables de susurros,
guirnaldas de verdad en el camino
de atento amanecer.
                                     Juego, y abro los ojos
cruzando mi camino con tu gesto
perlado de miradas, discretas pero amables.
Y en tu naturaleza azul
                                         construimos
un tiento de faroles,
la sombra de un portal de vida silenciosa,
circunnavegamos el silencio que tú siempre
romperás con esa astucia de tus mares
sutil y certerísima, que busco traducir
para cambiar de rumbo en un segundo
naufragando sincero en un abrazo
sin tiempo, sin memoria, sin final.

Tiempo después
habrá una línea divisoria
y una sutil caricia en lo prohibido.
¿Sabéis? Detrás no hay nada. Sólo
amores politopos que, en el fondo,
no van a ningún lado. Cada tarde
hay otra de mis musas esperando
detrás de un cierto espejo.

Elige bien por quien sueñas palabras,
y a quien dedicarás tus sinfonías.
Quién puede ser capaz
de soñar con la tormenta de Strauss entre tus gafas
y el tiento de la noche y los furiosos
devenires del cuerpo.
Quién cerrará tus párpados
con dos besos lorquianos y un suspiro
de atmosférica esperanza, o con palabras
de tímida verdad.
Quién volverá contigo a ver los mástiles
rotos como palabras en la arena.
                                                      Descubre
cómo han de definir tu canto las mareas
y en qué materializas lo infinito:
por quién debe correr la sangre ahora.

Hospital Universitario La Paz, 15 de junio de 2020