domingo, 18 de octubre de 2015

Infinitat

para Laura y Leo,
siempre 

Los versos a oscuras
no sienten el paso del tiempo,
de espectros de plumas como años,
fiel esbozo a carbón del firmamento.
Nubes de fin de otoño que dictan las miradas.
Peces de plata sobre la tierra
famélica de amor y otros insomnios
que rompen las sombras de la piedra conjurada.

Venid a contadme vuestra historia.
Habladme del silencio, de cómo entra la música
a través de las cortinas
con sólo una caricia del destino
el día que los presagios cobran vida
y vienen bajo las velas incorruptas de los barcos
que traen los susurros desde el puerto de Tabarca;
y un haz de luz que corta el viento en dieciséis sonrisas blancas,
oh, rastro inquebrantable del recuerdo
del épico misterio más allá de las mareas.

Sois eternos.
No caen en la distancia los abrazos.
Algún día volveremos a encontrarnos en el faro.
Algún día nuestra música vendrá para reunirnos.

Algún día
de agua nocturna
y amores infinitos en la hierba.

Leganés, 18 de octubre de 2015, 01:25 h

domingo, 11 de octubre de 2015

Schumann

¡Ay, el tiempo! Ya todo se comprende.

Jaime Gil de Biedma 
 

En la quietud de las estancias pálidas
donde la noche se abraza con las nubes del recuerdo
renacen tres besos de luz,
púrpura de tres miradas vestidas de blanco.

Mirar atrás,
ver pasar las estaciones
y los pájaros,
la arena en el desierto tunecino
anárquica, incólume,
desvestida de cualquier vestigio de cariño
mientras los cruces dejan
cuerdas de nubes,
hondas purpúreas de sinfonía remota

Historias que regresan,
se escriben y reescriben
nuevas luces de nuevas sombras
y se despiertan
renovadas
inquietas
que buscan unos ojos donde amar.

En otros tiempos fui escritor,
incluso poeta,
pero es mentira.
Tan sólo un ente consumido
que escribe un verso amorfo en superficies cóncavas.

Por lo tanto,
ahora
cuando hayas terminado de leer
olvídalo todo
abre los ojos
y coge aire muy fuerte
porque
esto funciona así:
               le coges
y le besas.
No pidas permiso:
rocíale
con sangre de palabra.
Adopta,
cristaliza
su mirada
delicada,
única
y eterna
hasta que nada quede
hasta que todo suene a Schumann
hasta que dé vueltas el parque con sus barcas
no
pienses
en nada
más que en no forzar la trayectoria
de tus labios.

sábado, 10 de octubre de 2015

Granada, 1936

 Voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir...

In memoriam Federico García Lorca 

EL ACERO

La plaza, de madrugada.
Sacude los negros velos
un temblor de navajas.
Bajo las rocas fluye
la sangre yerma del alba.
Arpegios de muerte
se esconden entre las ramas,
piedras de bronce e insomnio,
reflejos de plata blanca.


 
¡Que ya vienen, Federico,
que ya se oyen las guadañas!


 
Tres soles grises presagian
sobre la carne empedrada.
Lejanamente se escucha
suplicar a una guitarra.
Más allá de los campos,
dieciséis campanas cantan.
¡Ay del cristiano
que se olvide de escucharlas!


¡Que ya vienen, Federico,
que ya se oyen las guadañas!
 
El trinar de la madera
no lo escuchan las palabras.

 

La plaza, de madrugada.
Los aceros que se ensartan
como una cruz de miradas.
Cuatro sombras que desfilan
embozadas en sus capas.

(¡Que ya vienen...!) 

Y llegaron los tricornios
como una túnica pálida.
Madera, llanto.
                         La muerte,
de azahar y de naranja.
El mar deja de moverse,
y sólo un azul silencio
corta el viento de Granada.

Ya vinieron, Federico,
ya sonaron las guadañas.
Ya acribillan tus sonrisas
los plomos de la mañana,
y la tierra, herida, muerde
los despojos de otra España.


EL PLOMO

Aquella noche
contra la tapia
llegó su hora.

Llantos de caracolas
llenan la noche de espanto
y amapolas.

¡Ay, Federico,
siete cartuchos
sobre la tapia,
las siete cuerdas
de una guitarra!

Sangre gitana
y ecos de bronce
que lleva el agua.


EL SILENCIO

Cuatro gitanillas vuelven
por el puente de Triana,
las azucenas prendidas
y las miradas blancas. 

Mataron a Federico 
mientras los granados cantan
por las calles de Sevilla
sus flores de ardiente plata.

Silencio.
Lo asesinaron.
Y no dijo una palabra.
Y no cantó una saeta.
Y no derramó una lágrima.

En el barrio de la Cruz,
el Cristo que se levanta,
con las guedejas hendidas
sobre una sábana santa.

Mataron a Federico
bajo la luna gitana.
Sangre seca en los cuchillos
de la mañana.

Silencio.
Lo asesinaron
las capas de la venganza
y de la muerte.
Con siete heridas amargas
lo sacaron de aquel páramo
Dos ríos hay en Granada:
el Genil traerá su sangre
y el Darro lleva su alma.

La tumba de Federico
con sus seis columnas blancas.

Reposa bajo la arena
con su guitarra.

Cuatro gitanillas vuelven
por el puente de Triana,
las azucenas prendidas
y las miradas blancas.

Leganés, 10 de octubre de 2015

Epitafio

Aquí,
donde mueren las sombras
inconclusas de la tarde.

Aquí,
nidos de ceniza
tres versos incorruptos
y un puñal púrpura.

Aquí
no hay más que un tiempo
migrañoso
que ha muerto con nosotros.

Aquí
huirá rodando
el último reducto de cordura
que nos queda.

Aquí
cavaré una fosa
para pasar las madrugadas
de otoño derruido.

Aquí,
entre las sombras tristes
y las hierbas amargas,
entre las últimas palabras
y los primeros ecos
de ojos perdidos en combate.

¡… Si tú supieras, amor,
la de inviernos que mataron nuestros sueños...!