sábado, 28 de diciembre de 2019

Redención

Peaje de amor: cantidad irrisoria.

Javier Krahe

Deseo que seas.
Que ocurras esta noche y que seas cierta.
Que te pueda probar con estas manos secas
con las que hago refugios de papel
y tu piedra sea hogareño concilio
de labios y silencio.

Deseo que seas ahora,
mientras cada letra se deposita en el rostro
extraño de mi suerte
y aparto de la noche, o tamizo con las sábanas,
la penumbra rasgada de una luna
que crece en el reflejo de los hombres
que recorren las calles entre misterio, niebla,
carne, cristal avaro que surge del temible
y amargo hormiguear del aislamiento.

Deseo que seas, que existas simplemente,
para que todos esos hombres
que viven solo en mí
desplomen la cordura en el teatro moribundo
que debe definir el despropósito veraz
de todas esas sombras que dibujan
paralelismos ornitólogos
en mi sino convulso,
y en la retina desembocan cuatro nombres,
mis cuatro incógnitas felices, mi Parusía
despiadada e insólita, con la que he de lidiar
si quiero definir este misterio,
si he de reconducir el agua trémula
en este vil desierto de la vida,
tomando decisiones sobre el polvo elegido
que acompañe a mi nada
en este envite oscuro del destino.

Deseo que seas, que plenamente existas
y escribas unas páginas, y el rímel firme el trazo
de tu última palabra (que podría ser "amor"
o bien solo un incidental silencio).
Ven a verme esta noche
y existe en esta mano que te toma
(curiosa, meridianamente tuya).

Y escríbeme tu nombre sobre el cuerpo,
dime cómo te llamas, di quien eres
para que pueda amarte y escribirte
como en aquellos tiempos que cambiaron
la forma de los pinos a la vera del Ebro,
la urdimbre de un camastro en Estrasburgo
o el despertar idílico en los bosques de Viena
que ahora es un discreto "hasta otro día",
porque tú, la que eras antes,
tomarás otro tren para olvidarme
como todos me olvidan: con el abrazo roto,
con el cansancio frívolo del que ha vivido tanto
que solo puede amar en la nostalgia deshecha
de lo que ya no somos ni seremos,
de lo que uno se encuentra en cada cambio de sentido.

Deseo que existas
y que tal vez me quieras algún día.
Y no llegar a tiempo ni arreglado para hacerte
un ramito de flores de palabras,
para llevarte a nuestra cita inexistente,
y que no importe.
Y terminar la noche en mi verdad
conspicua, inenarrable,
mientras tomas mi brazo y me acaricias
con esa piel de tango
y los ojos de cine misterioso
al que entrego mi último suspiro: la emoción
parcialmente marchita de mi canto,
que tienta en el invierno
para que puedas demostrarme que, existiendo,
redimirás mi sombra y bailaremos juntos
hasta labrar un epitafio donde acaba
el fondo de las aguas
y cuando todo haya acabado, ubicar
un vórtice infinito
y, entrelazados, ser vuelo en la noche
y aprender a olvidar los libros de poesía,
retroceder diez años y, sin red,
acometer contigo el arte inmenso
de amar sin otro afán que el de ser tuyo.

Casa del Reloj. Leganés, 28 de diciembre de 2019, 19:02

lunes, 23 de diciembre de 2019

Amarte, o la entelequia

Esta vez
yo quería quererla querer
y ella no,
así que se fue.
Joaquín Sabina

Me encantaría quererte.
Los años maduraron, como el roble al alambique,
mi tímida presencia entre tus brazos,
que ahora son reposo y ensueño necesario.
La ausencia se ha enquistado en mi destino.
Y sé, no cabe duda, que esta ignominiosa
y descarnada soledad, brumosa y tan cierta,
podría ser polvo, añicos, una duda
despejada en tus manos.
Tan sólo una palabra (sí,
la llave en una sílaba, en un beso
murmurado en la tarde
cuando miro tus ojos y te quito las gafas
para besarte sin interrupciones)
sería la eternidad cedida a la esperanza,
y el viento por Madrid va respondiendo
su loco frenesí y algunas hojas
que tocarán tu pelo entre mis dedos
mientras seguimos abrazados, deteniendo
el tiempo y el espacio y la memoria
y el sueño y el olvido...

Me encantaría quererte.
Qué fácil, ¿no es verdad, amor platónico
de final de diciembre?
Si sólo me quisieras. Si sólo, acaso, fuera
un débil porcentaje de tu palabra amor
y pudiera abrazarte
con más que una palabra citada en tu mejilla.
Pero esta realidad que me consume
es desigual e injusta.
La suma es inexacta.
No puedo ser el hombre que deseas.
No debes aceptarme por más que lo que aceptas.

Me encantaría quererte.
Tú crees que estarás sola. ¿Tú te crees
que cuando estás cruzando tu mágico Madrid
no sueña cada hombre, ni te admira el transeúnte?
Déjate de mercados de ganado,
de amores a granel y ardor desarraigado
de aquel que sólo busca entre tus piernas:
aquel que haya de amarte lo hará por ser inmensa,
por ser arte y figura
y escultural sosiego, y la locura,
y la luz, y la danza. Por ser todas las musas
que un hombre puede amar en cuatro vidas.
Por ser la gran mujer, la gran amiga.
Y porque quiero amarte,
y coger un megáfono y salir a la calle
y decir que eres todo menos mía,
que yo soy tuyo entero, ¡para siempre!
Y aunque no he de quererte
(porque no te compensa ser amada
por semejante idiota)
voy a seguir queriéndote en secreto
mientras tú eres feliz
y yo me voy buscando alguna musa
mundana y terrenal a quien amar
sin ser una tragedia.

En mis sueños existes y te invoco
y te quiero querer y nos queremos,
pero todo se muere en la centella, en la noche
que no ha de regresar.
Que otros habrán de amarte como deben,
habrán de hacer más grande y luminosa
la gloria de tu vida,
para al final de cuentas
decirte: menos mal que no te amé,
no habrías sido feliz,
no habría podido estar contigo y ser
el alma prodigiosa de tus días
sin ser más que un escritor mediocre
que vende humo y caricias
a cambio del cariño que le niegan los espíritus.

Me encantaría quererte,
pero haces bien en borrar las miradas
de amor que te dirijo cada vez que nos vemos.
Aunque querría quererte cada día y cada noche,
y siempre te querré,
yo no querría querer que me quisieras.

Leganés, 23 de diciembre de 2019,
01:42

sábado, 14 de diciembre de 2019

Cuando te abrace

Por que demoram tanto dois corações a se integrar?

 Tom Jobim

Un verso se define
como el tiempo más breve
que necesito en soledad para volver a verte.
Para que las agujas del reloj
señalen otra vez hacia tus ojos
mientras transcurre el frío
y pinto garabatos en la página
que rehusará explicar
cómo me asombra tu existencia.
Extintas mis mañanas,
trabajo unas metáforas absurdas
con toda la belleza del azul,
sin existir palabra que describa
la hipnosis de tu rostro
cuando es oscuro el tránsito
y, luminosa y pura, tú me guías.

Una estrofa comprende
todas esas palabras que murmuro
cuando sé que estás cerca,
cuando tiembla la mano en el ecógrafo
y ya no se ve nada
salvo una gran sonrisa en la pantalla
cuando sueño contigo
cogiéndome la mano en ese instante
y esa pobre paciente se sincopa
por culpa del deseo
(así no habrá testigos de la audacia
de bajar las persianas
y que todo dé vueltas a tu lado).

Avanzan incesantes los relojes
en un sencillo Quiero conocerte
y ver si eres igual cuando te abrace
,
así que los apago
y tomo nuevamente los aperos lingüísticos
para exaltar tu música
cuando vuela tu trenza por Madrid
y el alba se detiene para siempre,
para que pueda dibujarte pálida,
dichosa, renacida, descubriendo contornos
en el sensual skyline
que cada día nos traes y nos regalas,
Calíope renacida,
mi fervorosa diosa, mi prodigiosa reina.

Un libro de poemas
es un crisol sincero de tangencias,
el rayo misterioso
que involucra el destino de los hombres
que, como yo, brindamos
por cada noche en calma
en la que tus palabras me acompañen.

Ven a buscarme, ahora
que ya sabes que todas mis historias
tienen tu son de ninfa de las aguas,
para que se iluminen los trazos que insinúan
la unión de tu alma inmensa con mi gentil ensueño
alguna noche clara
donde los cigarrales hablan flores
que marcan cada beso en la llanura.

Por eso cada vez que me conjuran
las musas, y si en mi corazón
conservo algo de tinta que llorar,
tu mano lleva el pulso de mi canto,
Zeitgeist de amable índigo
que impera en mi existencia
para cobrar sentido
cuando beso tu frente
y se abre el infinito entre nosotros.


Leganés, 14 de diciembre de 2019, 23:33

jueves, 12 de diciembre de 2019

Creador

Glänzende Götterlüfte
rühren euch leicht,
wie die Finger der Künstlerin
Heilige Saiten.


Friedrich Hölderlin

in memoriam Vicente Aleixandre

Hoy soy mi propio Dios.
Esculpo mi cerebro
de un modo inexcusable e inequívoco.
Soy un creador de formas en el magma
templado de mi cráneo.

Mas no me basta. Es claro
que todas las lisonjas que ahora inventan
mis circunvoluciones
habrán sido otorgadas por los rostros
que observo cada noche
cuando el mundo se apaga. Y cada vela
se deshace en la mesa
como una naturaleza muerta en el museo
mientras recorren de humo las mujeres perdidas.
Transformo cada huella y cada nube en papel
mojado de recuerdos, vendidos y comprados
en el grande teatro de la inercia,
de las vidas impuras de este tiempo:
es bitácora absurda, es hiel en cada página.

El alma de esta vela, en desfallecer temprana,
ciñe un cordón de plata,
un verso que nos ata, astral: axón de azogue
callado y frío. En suma: inhóspito.

Pero he aquí el destino crudelísimo
del hombre que invirtió
su tiempo en transformar aquellos pájaros
en pinceladas ciertas que todos codiciaban.
Para que los colores entramen el vacío
y el barro se haga carne y habite en el cerebro
profundo e irrompible
de las memorias ciegas, de la gentil pureza
de un toque de caricia femenina en ese o aquel parque.

Recuerda estas palabras
cuando quieras amarla por querer
decir que la has amado.
No hay recordar en vano
si cada forma ingenia sus miradas
y se materializa en la mano tendida
que empuña pluma, grito, arias de nuevo cuño,
cientos de gaviotas revoloteando en mi pecho,
la sutil taquicardia deseando encontrarte.
La vida se recorre en unas horas
que transcurren pausadas en la noble condición
de la literatura.
Y si ella te ha encontrado, búscala.
Quizás, si en esas formas que anhelabas
existe una canción por escribir,
colócala en sus labios y dicta con el alma, Prometeo,
y besa con la carne, y cada forma
que tu habías ideado
corresponde al milímetro
exactamente allí, donde quisisteis,
donde estuvo presente aquellos meses
de ausencia y convulsión
cuando la deseabas como a una joven rubia
que, desnuda, abraza el agua fresca:
Ondina casi albor, mi serenísima creación
que puede ser tan cierta como amarga,
y que es tan confiada como abyecta.

Reconozco este instante
cuando en mi faz incrédula
que vive contemplando sonrisas en estrellas
la duda ejerce sombras
en el plano inclinado de mi suerte.
Llegué a esta conclusión: no hay un destino,
debo reconstruir cada pasión
con delicados lazos y la urdimbre
cercana y generosa
que sólo en los abrazos se puede despertar.

Hoy soy mi propio Dios
más no creo la materia ni las leyes herméticas
que rigen mi creación.
Desfilan mis amores de negro sobre blanco
y carne bajo añil, blanco y secreto
glorioso que en tu cuerpo se consuma.
Alguien recogerá en el papel las manos
tremóricas del pobre ser de lumbre
que el tiempo ya no aviva, que lucha por seguir
siendo su propio Dios,
esculpiendo otro nombre en otro amor
sin que desee hacerlo.

Pero en la vida es tarde, incluso para un Dios,
llegar a tiempo al germen de la historia
y remediar en fin la razón de mi angustia
vital, contrasentido
que danza en giroscopio por los mares del tiempo
sonando la clepsidra sin retorno.
La edad ingobernable se despide de mí.
Hoy sólo busco luz
para mirar sin miedo hacia el otoño del espíritu.
Encuéntrame, candela
inocente, coreica, tan dulce, suntuosa,
que así te quiero yo en cada segundo.
Así te quiero yo, discreta y poderosa.

Leganés, 13 de diciembre de 2019
02:01h

domingo, 8 de diciembre de 2019

Hades

Panorama lacustre de humedad esteparia.
Mirar a cada lado es contemplar
un ruido de guadañas y de cráneos.
Estigias las acacias en el páramo nublado.
El violín de Caronte son astillas
que ha tomado Saturno como ariete
para aferrar al Tártaro
las únicas verdades insondables del mundo
cuando cruzan las sombras los pasos de peatones.


Uno cree haber terminado entonces
cuando, ligero de memoria y de equipaje,
alcanza el otro lado y se hace espectro
para morar en esta lluvia invertida,
este fuego templado de la desolación
cuando firmas las últimas sentencias,
los vales de morfina al 10%,
y miras a sus órbitas vacías
y después a otro lado, y sólo ves la amarga
destrucción infinita que puebla está ciudad
blanca y obscena, incauta, impía, desnuda.

Sería un símil absurdo decir que sale el sol.
Sobre la garita hay improvisadas dos lunas
(Fobos cobra el peaje y Deimos da las gracias).
El reumatismo atroz de la mañana
acciona la barrera que te lleva
por la ecúmene blanca de las cosas pequeñas
de vuelta a casa.

Hospital Universitario Fundación Alcorcón
8 de diciembre de 2019, 10:22

jueves, 5 de diciembre de 2019

El rayo azul

Ahora yo diría que un rayo azul
con ahínco tangencial, vertiginoso
cizalla un escarmiento sobre el lecho
de muertos que, letárgicos, deambulan.


Que un hálito ventisca de vitriolo
certero desde el Hades decapita
la antorcha macilenta de su tiempo:
centellas rigurosas del final.

Y al fin, mientras barajo unas metáforas
recónditas que traten de orientar
el culmen del poema hacia otra parte,

confieso que no entiendo una palabra,
ni puedo comprender el usufructo
tenaz del diccionario en las tertulias.

Madrid, 5 de diciembre de 2019
20:07

sábado, 23 de noviembre de 2019

Sevilla y mis amores

para Estefi, Estela y Cris, con cariño

Cuando te conocí
eras críptica y pura,
y todo era belleza en ese atuendo
que llevas por la tarde en el trabajo
donde me enamoré
(de la forma más tonta)
y fuimos transcurriendo los pasillos
y el tiempo y el cariño en el desierto
de la infinita nada
que vive en las Urgencias.
A ratos oigo a Paula en pesadillas
y tiene la razón: es peligroso.
Pero seguí adelante
como agua incontrolable
y a veces crees que estás en una nube
y, en verdad, la marea te aplasta abajo
y ya te da lo mismo
sólo quieres amar, y no te importa
medir la magnitud de la caída
(la ingenuidad dorada de cuando era estudiante
no ha muerto todavía.) Yo qué sé.
Sevilla en mí se agolpa: toda nube,
relámpago u oscuridad me llevan
tomado de la mano
y yo, que soy idiota,
vislumbro alguna luz en la migraña
creyéndome el despunte de la vida
mientras mi alma tranquila y desarmada
se lanza por el puente de Triana
para cobrar sentido.
No es necesario acaso que me mates
ni que me resucites. Si ya da igual la noche.
El sol es poderoso -¿Krishna?-. Y qué
si sigo en el barbecho de las musas.
Alguien vendrá a traerme luz de invierno
para las noche tristes. Entretanto
ya voy con mis amores de la mano,
no todo salió mal.
¡Qué coño de musas! La vida sigue
y el sol salió, y las copas se han bebido.
La música ha existido.
Sevilla, la más bonita, por fin has venido.

Sevilla, 23 de noviembre de 2019

viernes, 22 de noviembre de 2019

Hoy todo era silencio

Existen madrugadas imbéciles, que ocurren
en sueños de una forma -ejemplo: yo pensaba
que al menos recordabas el tacto de la carne
en tu vestido negro, o en tu negra mirada.

Pero esas madrugadas imbéciles ocurren
tan sólo de otra forma: un silencio, un gesto
que tan a tiempo emprendes en busca de respuestas
donde sólo hay preguntas y un corazón que tiembla.

Hoy todo era silencio. La lluvia difumina
y olvida mis suspiros. Los cafés amargaban
con lentitud de arena y lacrimal presagio.
Nuestra penumbra incómoda recorre la mañana.

Hoy todo era silencio y ausencia en tus ojos
tan profundos, lejanos. Como si hubiera herido
tu dulce y verde atardecer con mi presencia.
Como si ya supieras por qué no me perdonas.

Sevilla, 22 de noviembre de 2019

martes, 19 de noviembre de 2019

La semana

Roses in the spring I gather!
(Uhland/Longfellow)

A leña los domingos en el bar de la esquina.
A niebla y a cebolla de matanza los lunes
cuando a las seis en punto suena el despertador
de las máquinas que hacen chorizos y morcillas
du sang d'insomnie des passants honnêtes
y ponen perdida de sangre toda la calle.

A lluvia cuando salgo en noviembre de casa
los martes y me encuentro al vecino de siempre
cuyo perro pasea impune en el rellano.
Me ha rayado la puerta.
Retoza en el felpudo.
(Qué cruz. ¡Joder, qué cruz!
In medias res, lo lanzo
de vuelta al ascensor.)

Los miércoles descanso. Que me tiene contento
el flujo tan estúpido del agro neurológico.
Retiro del piano las teclas que no sirven
para decir que todo tendrá que proseguir
hasta el primer momento en que mi luz se ciegue
y el mal (francés o no) me pedirá unas cuentas
que el oro de Shambhala no va a poder pagar.

Los jueves del recuerdo son el tren, la luz perpetua
que sigue deleitando a los viajeros
que miran ese banco con la nostalgia abierta
en tus ojos, en sueños, en una partitura
en portugués, en el coche, en cada recuerdo
que queda en mis poemas, y en cada noche en vela
que paso recordando lo que fuimos, y lo que
la trágica pragmática y el tiempo han descompuesto
como bacterias verdes informes, asquerosas.

Los viernes son sagrados -si es que no estoy de guardia
o me engatusa un viejo amigo en la taberna
que está bajo mi casa- y apago los candiles
para tomar la pluma en la noche. Y escribo
un tímido futuro en el papel de estraza
por los años podrido y arrugado
en que a veces se torna mi voz, mi amor, las gafas
de la belleza infinita que recojo en la noche
cuando a veces corto rosas en la primavera
y es la iluminación, o el vino en la molicie
(o fumar marihuana sentado en una piedra
como los hashashin' del monte Atlas, según
dice la Wikipedia) reposo en el agobio
incorruptible y crítico
de otro fin de semana en el que indago
si me gustan tus ojos o los de ella,
si me sonríes más tú que los demás,
si me gusta tu cuerpo más que otros,
si vas a despertarme cuando llegues
a mi casa, y me das un beso tímido
para que en Facebook no se entere nadie,
y luego te despierto con ronquidos,
más todo era una excusa, y hacemos el amor
en el silencio azul de mis remordimientos.

El sábado en la hoguera templada, despertamos.
Yo sigo solo. Tú, tan nada como siempre,
tan guapa... y es que escondes, infinita,
tus prósperos encantos mientras por Triana bajan
las flores y las vírgenes,
y todo es azahar, y los cuadros flamencos
dan palmas a tu paso y gritan olés y arsas:
¡La belleza moruna! ¡El trigo, el bronce, el mar!
De las hojas de tu libro infinito
vuelan diez mariposas de periódico
Bajan en formación con los barcos de luces
sobre el Guadalquivir (¡ay, Federico
García). Y sobre el balcón de los naranjos
te diré que te quiero
(y así puedo esperar
que mi alma caiga al río
y tú no la recojas,
y moriré de frío antes que de asfixia.
Y seguiré escribiendo.
Y, como Federico, haré algunos dibujos
en tinta y acuarela cutre y desafinada,
donde ponga "mi amor" señalando una ventana.

A leña los domingos...
(El domingo lo dejo todo. La piedra de invierno
cruza su realidad en mi deseo.
Ya nada habrá ocurrido. La pena, los susurros
del tiempo que nos vive y nos destapa
para quitar tu nombre de la almohada
al final han vencido.)

Qué voy a hacer ahora. Soy el mal albacea
de don Manuel Machado y el Tenorio.
No aprendo. No olvido, no recuerdo.
Y sufro. Y aunque el sur se cierna en nuestro  otoño
no funde las palabras en un magma absoluto
de cárceles de amor y de esperanza.
No espero que me salves. No lo busco
siquiera. Ya solo rezo -a veces-
por que al cruzar la calle no me atropelle un coche
para escribir mañana lo mucho que te busco,
¡oh, ser de luz invicta y poderosa!
Tú, Floréal curiosa y redentora.


Sevilla, 19 de noviembre de 2019.

viernes, 15 de noviembre de 2019

El beso

Hoy estoy besando un beso

Pedro Salinas


para Lucía Aubert,
sin una explicación aparente

Soñé que me besabas: yo, acostado,
y tú en el cabecero de la cama.
(Me abrazas con tu pelo, crucigrama
de misterioso encanto revelado.)

Soñé que me besabas, yo a tu lado,
y me estás susurrando un panorama
de eterna realidad, un epigrama
labrado, un viento enamorado.

Pero tú, ay, no eras tú quien me besaba
(una vez lo pensé, pero fue en vano)
y he abierto los ojos, y ya estaba

derrotado por dentro. Tan lejano
de tu sola presencia, tanto estaba
perdida tu sonrisa en el arcano.

El abrazo

Paseo las largas tardes por la Unidad de ictus
buscando un rastro amado del otoño perdido.
Hay trazas de galleta en tu sonrisa
aún, mientras te alejas para siempre
y el tacto del abrazo es siempre austero.
Tú sabes que en mis sueños
la luz de juventud serán tus ojos
profundos, misteriosos,
que amaron por igual cada palabra
de cada mediodía, de cada insomnio
en la noche perversa que estoicamente asumo
cuando cierro los ojos y los sueros
y el timbre y los teléfonos buscan apuñalarnos.
Siempre fue tu sonrisa el infinito.
Regresa, e ilumina los pasillos heridos
con mares de verdad reconvertida en voz
de la esperanza azul que nunca olvidarán.
Regresa y llévame si lo deseas.
Tú sabes que no puedo enamorarte.
Yo sé que no me basta tu silencio.
(¡Qué aciago desenlace inconsumado!)
Dejémoslo existir imaginado
tan sólo de momento.
Dejemos que los sueños sigan siendo eso mismo,
pero regresa al menos a buscarme,
recuérdame algún día entre los bastidores
de tu cierto futuro, y puede que la vida
nos vuelva a conducir hacia otra sala
repleta de bombones y de manos
que buscan amistad en la tristeza.
Así será tan solo mientras quieras,
que la vida es tan tuya y es tan grande
y es tan desgarradora en ocasiones.
No sé cómo abrazarte para siempre
tener que despedirte,
y no puedo soltarme de tu pelo.
(¡Qué será lo que siento, lo que imploro
del femenino eterno...!)

Hoy bajarán las luces y cerrarán las puertas:
el mundo se ha parado de repente
y todo es más grisáceo sin tus miradas blancas,
sin la belleza extrema de lo simple
que nos has regalado, y que yo escondo
en un rincón lejano de la noche
donde sigo escribiéndote
y nunca es un adiós pero tampoco es un te quiero.

Recuérdame en tu nube misteriosa
cuando subas a vernos y suspiren
los médicos por ti: serán millares
de hombres afortunados los que te amen.
(Alguien tendrá más suerte o más arrojo.)
Y yo me quedo aquí, patidifuso
aún porque no sé si te he querido,
si todo era un querer reconvertir
la soledad de invierno
en vagas ilusiones de un instante
y en cúmulos de versos que no sirven.
Nosce te ipsum todas tus caricias
y todas tus ausencias, y la idiocia
certera, inenarrable de aquel hombre
que te buscó y te anhela,
que no te olvidará y que, acaso, espera.

Leganés, 15 de noviembre de 2019

jueves, 14 de noviembre de 2019

La llave

a los neurólogos de Alcorcón

Hay que joderse,
se ha vuelto a estropear la cerradura,
y herimos el silencio con la llave
hasta no poder más. Los olifantes en ristre
y las batas rasgadas de la inercia.
Tenemos tres opciones: proseguir
la acalorada exégesis de la Teogonía,
ver las interconsultas del psiquiatra
a través del pladur, o suicidarnos
(esos cables pelados son la gran esperanza).
Entonces alguien desenvaina el busca.
La corte vengadora de ilustres operarios
acudirá mientras rascamos las paredes.
Hay seis cuadribarradas en el cielo
de gotelé, que en el invierno son
constelaciones de un observatorio.
Los arces ya han pelado su corteza
y hay una alfombra roja y ruido de cigarros
fuera de las cortinas. Wifredo llega a tiempo
con una exigua caja de herramientas
y -¡milagro!- derribará la puerta
con la cabeza de alabastro de un otorrino
que grita en el pasillo "¡De lo mío no es!".
Habrá que asesinar al cerrajero,
no queda otra salida. Y le empotramos
la cafetera en el centro del cráneo.
Un par de crisis. Ausencia. Sangre. Moscas.
Café y normalidad sobre las vísceras.

Alcorcón, 13 de noviembre de 2019

jueves, 7 de noviembre de 2019

La hipótesis

Pero cómo quieres que no me fije
en tu forma de sentarte esta tarde,
cuando eres un relámpago en la sala
y todos se levantan y se marchan
quedándonos tú y yo, en mesas separadas
por un río de bandejas y silencio.

Cómo quieres que no deba mirarte
copiando tu sonrisa de insultante inocencia
mientras nos acercamos, levitando
el uno hacia el otro, deconstruyendo
la física fundamental y el átomo.
Y -acaso- me saludas,
y yo guardo silencio. Y te regalo
mi cara de pazguato y las galletas
robadas de quién sabe cuál armario.

Ya sabes hace rato
-lo saben todos los demás, que siguen
mirando nuestros cuerpos asomados
a esa ventana de otoñal presagio-
que el único pretexto es alcanzar
tu mano unos segundos
y que sigas hablándome, y me digas
qué tal has descansado, cómo marcha tu vida
o qué haces esta tarde. Existe el corolario
de que tu mano y la mía se recuerden
y avancen lentamente
(tu pelo es contemplar el infinito
cósmico) y decido besarte en la mejilla
porque yo sí he tenido mala noche
y los labios cortados. Esperaré a otro día
para reconvertir en arrebatos
lo que hoy es un «me gustas» taciturno.

Voy a ponerte un nombre. Tal vez
sea absurdo y profano y antipoético.
(Pero se lo disputan tu carné
de identidad y mis más altos sueños,
así que no me queda alternativa.)
Algún día bajaré para contarte
un cuento y conocerte
y despertar y huir por una puerta
lateral, engalanada con claveles
(Aunque podría raptarte y lo deseo
no es óbice el delirio para hacer
menos capaz a mi musa.)
                                         y salimos
cogidos de la mano
mientras el edificio explota como
en esas películas de Bruce Willis
y fuera terminamos la palabra
«amor» y, congelados,
inutilizamos el helipuerto
y todo gira a nuestra voluntad
para empezar de nuevo
y ser un hombre invierno, y ser una mujer
primavera temprana y salvadora.

Esto, repito, tan sólo es una hipótesis.

Leganés, 7 de noviembre de 2019, 18:20

miércoles, 6 de noviembre de 2019

El espejo

 que el premio del engaño es el olvido

Luis Alberto de Cuenca

He visto en el espejo a un hombre
plano, que se aferra al inconsciente
para salir al mar, para coger
el coche y recorrer el otoño,
y comprobar que nada está en su sitio.

También he visto a un hombre
soñar otras ficciones, encumbrar
su encanto inexistente
llevando su retrato hacia otra parte
pensando que eres rubia, y que tus ojos
sinceros me miraban cada tarde
y que me quieres (¡sin más datos!),
o que ahora eres morena y eres una
tarde de viernes en aquella esquina
de la calle Hortaleza, y que tus luces
sinceras desde un lado de la mesa
significaban algo.

(A veces veo otros hombres en mi rostro
a los que haría matar, y no me explico
por dónde habrán entrado. Que se vayan.
Será mejor así. Con la cabeza
libre de marionetas y cuentistas.
No me amo. No. Puede ser peligroso.
No me ames. Nunca. Tal vez te suicide.)

Ayer vi a un mal hombre
decir que no lo sabe, que quizás
los hombres sí que las prefieren rubias
y luego una metáfora de clavos
y citas de Machado que valen para todo,
aquello de la senda y las estelas
que copias tan barato de canciones
de Serrat, para disponer de un fulcro
para mover el mundo. Pero nada
realmente habrá cambiado: sólo el vértigo
que da el furor galante de la nada.

Ayer vi a un hombre malo
que busca a una mujer que lo redima
cuando el espejo mismo es la locura.
¡Qué pírrica victoria
y cuanto destruir llevan los versos!
No sé ponerme nombre y, en la angustiosa huida
lamiendo las heridas del recuerdo
que anhelo y no merezco,
sigo mirando cada paso, cada rasgo
que dibuja su pelo en la distancia.
Y sé que no ha de ser sino el silencio
y la muerte certera y la miseria
que tiene su momento en mi periplo
de cada madrugada,
que tiene que ocurrir, y pasará
con más pena que gloria
mientras gira el reloj contra mi vida
y el coche sigue en marcha, y no me mira
al terminar el día.

He roto el espejo. Se acabó.
Qué duras las palabras cuando suenan.
Amor. Sed. Clavo. Púrpura. Soñar.
Qué puedo hacer contigo y qué con nadie.
Cuándo despertaré de la indecencia
de los libros vacíos.
Cuándo seré un retrato de hombre bueno
para no sufrir más.

Alcorcón, 6 de noviembre de 2019, 19:22

lunes, 4 de noviembre de 2019

Recámara

Si todo es imposible
tendrán que regresar esas caricias
y el vestido de flores.
Ya nada sonará como tu voz
cariñosa y profunda.

Si todo es imposible
las noches serán púrpuras
y todos los cafés sabrán amargos.

Si todo es imposible, no me mires:
no hay tiempo que perder, otras verdades
vendrán, saldrán a nuestro encuentro.

Si todo es imposible, tú, regresa,
que ya me sé el camino:
la palabra llorada
y amar en el silencio la tragedia.

Deja de hacer historias

Sin ella, sin tu musa, no eres nadie, poeta. 

a Luis Alberto de Cuenca,
admirable

Deja de hacer historias
y deja que te invite a alguna copa
en un lugar inquieto de mis tardes
donde suelo escribirte.

La vida es algo más que unos listados
de casos y diagnósticos.
La vida es recordar la luna en alto
mirando tus cabellos reflejarse
a la luz de las velas,
al vidrio de unos vasos de ginebra.
Caídas del cielo silban
las cartas invisibles en mi rostro
que no saben decirte que me gustas,
que cuando me acaricias
no existe una sonrisa más despierta,
que anhelo desearte,
que hagamos más dobleces a las sábanas,
compartir nuestros aromas del invierno
de leña y de café, de alcoba serenísima,
del arte de romper despertadores
en mesillas de noche
mientras tú y yo orbitamos
y todo es vanidad
y todos nuestros libros se derrumban
al viento de las manos.

Y todo será luz para mis ojos,
ceguera de escritor en la locura
para reconfortarnos
si el alma se nos hiere en la batalla,
para resucitar
las glorias que otro tiempo fulminó con el olvido
y perdonar
ser yo como el que soy, ser tan idiota
algunas veces,
ser tan enamorado, ser absurdo.

Quizás seamos eternos,
o tal vez no duremos tres minutos
detrás de alguna puerta.
Me basta ver los patos bajo el puente de forja,
explorar los confines de la Tierra
o acaso intercambiar unas cervezas
en un pobre tugurio.
Quizás prefiero, opino,
explorar tus confines una tarde de lluvia,
tu remanso de paz zaina y esbelta,
las flores de tu cuerpo,
el músico aletear de tus pestañas
cuando miras, inquieta,
que a veces yo te miro y me reanimas
y todo es un futuro resuelto, imperdonable,
como si cada noche
supieras que eres tú mi gran amor
cuando doblo la esquina
y asomas por la puerta del despacho
y abrazas mis palabras,
tan joven luminosa tu presencia,
y coges tu café
tan «buenos días» como eres siempre
te sientas a mi lado
y dejas que me incline en tu regazo
mientras tocas mi pelo
y dices que me quieres, y me cuidas,
y tal vez nos besamos
y se marcha el gerente algo indignado
de la mesa de enfrente,
    quizás nunca fue joven,
y siete neurólogos no dan crédito.

No sé si un día
tu voz sustituirá mis arrebatos,
tus noches serán luz de mi cariño.
No sé, y no lo contemplo,
pero mi alma en canal
va rezando esta insólita mirada
que puede que sea cierta.

Y tú, ¿qué crees, ángel de luz?
¿Podré escribir mi historia con nosotros?

Leganés, 4 de noviembre de 2019, 00:26

sábado, 2 de noviembre de 2019

Palabras tristes

é que os desafinados também têm um coração

(Tom Jobim)

En las noches tranquilas
sufro el metódico invernar de mis palabras:
    cada angustioso verbo
    inventa un sol incómodo
    que tengo que sentir, mientras me escondo
    de cada digresión que los amores
    construyen sin remedio
        —refugio obsceno,
        señuelo boreal de lo infinito.

Otras noches recuerdo
el riesgo del olvido,
intrigante fracaso de mis dedos
rozando alguna estrella
que nunca será suya en este tiempo,
que nunca aflorará para contarme alguna historia
si, atardeciendo el alma,
existe alguna forma de quererte.

Y cada despertar es, todavía,
poesía desenfrenada ante tus ojos
que observarán, incrédulos,
cómo es esta verdad,
                                  cómo este viento
modela algunas nubes en tu pelo
cuando sales de guardia
y vuelve a amanecer porque tú existes.

Leganés, 2 de noviembre de 2019, 23:54

jueves, 31 de octubre de 2019

Rúbrica

Y amar, y escribir,
y cada tarde otro prisma
absurdo en que mirar,
morar en él, vivir, rezar acaso...

Hojas

aquella barca invisible,
    — fragmentos de fin otoñal,
        cristal deshecho en cien colores —
            y la bruma que evade
                caminos y suspiros antiguos

qué más dará quién eres
    si todo en un segundo será en vano,
        si en los atardeceres no te encuentro,
            si no puedo buscar
                los ojos encubiertos por el llanto
                    opaco y descompuesto en el camino

las hojas pasarán,
    y cada tarde
    serán nuevas figuras en el cielo
        y cantará otro marzo,
            y tal vez recobremos la locura
                y todo vuelva a ser

                                                  [31.10.19]

miércoles, 30 de octubre de 2019

Esta guardia

A veces yo te amo,
y a veces es la sombra el infinito.
A veces tiembla todo
en la noche y en mí, y el garabato
tan bello de tus ojos
como dos breves nácares, oscuros,
cálidos, misteriosos.
A veces miro al techo en la litera
y me cruzo el profundo desengaño
que a veces nunca exista.
A veces desearía
que al mundo le doliera la cabeza,
y nosotros, sin rumbo
a veces, perdiendo el control
en un control perdido en una planta
de Medicina interna
(no sé, por dar ideas).
¿No dicen que se folla en los quirófanos?
Pero esto es otro asunto:
tornados en tu pelo
y en juventud extrema son tus besos
rigor de otra galaxia,
eterno paradigma la frescura de los labios,
¡oh, tiempo del hechizo,
oh, fulminante y confirmada gloria!

La realidad es distinta:
en este techo infame de los cuartos
de guardias
hay un par de polillas
que juegan con mi tiempo y con el sueño
de que un día suene el busca por placer
y encuentre una mirada y un abrazo
y un cántico y un verso y el clamor
de tus bellas sonrisas infinitas.

A veces nunca duermo
y es tu fugaz recuerdo el que me acuna
las noches imposibles.
A veces, solo un sueño
y a veces imposible.
A veces
sólo a veces gran amor
a veces eres pura y eres mágica,
a veces tan blancura,
a veces tan Romero de Torres
a veces tan recuerdo
y a veces tan ausencia.

A veces tan extraño.
A veces una sombra me desvela,
y ya no somos nadie
y continúa esta guardia
infame y derrotada
que nunca es un contigo,
que nunca es un felices, ni un te quiero.



Alcorcón, 30.10.2019 00:08

sábado, 26 de octubre de 2019

Pescador de perlas

El niño recogió la dulce llama,
y divisó los pasos
que aquel amor sembraba por la arena.
Con su canción rosada
las viejas albuferas adquirieron
una música de tránsito.

Su corazón de alambre
sólo ha sabido amar sin ser amado.
Abraza, ¡ah, pescador de perlas rotas!,
la tímida silueta de su canto,
dorado y lánguido recuerdo.
Quizás halles sonrisa
donde hace algunos años era escarcha.
O tal vez otra ausencia
más.
Eres un ser de fuego.
                                      (Amargo juego
de aleves parpadeos.)
La tinta corre en vano: es el destino
del hombre perforado por la Nada.

El niño regresaba
con un puñal de inviernos en los ojos.
Los pájaros y las
caricias de las verdes albuferas
son su único refugio.

Quizás nunca se aprende a ser amado,
aprenderá a pensar
mientras la noche cierra
recónditas recámaras
para posar la voz,
ni a amar cada centímetro de yermo
hasta agotar la pólvora.

Algunas tardes
regreso a los confines de la playa
buscando algunas flores en la piedra
y el prisma de los tiempos.

Y ahora

me anhelas transportarme a la poesía
del tiempo sin placer,
tiempo de la midriasis misteriosa
que no quiero evitar;
y, blanco sobre negro, en cada guardia
recuerdo que un día hubo un pobre niño,
un pescador de perlas
caminando descalzo por la hierba
para sentir la lluvia.

Y ahora es el teléfono una nueva
ventana de socorro.
Tu voz, serena y dulce, reconforta
los horizontes perdidos;
tu paz salva el insomnio de los timbres,
y una caricia tímida a veces
me salvará la vida.

Yo sé que no lo sabes, pero yo
sigo buscando flores en la arena.
¿Será este dulce aroma de nuestra madrugada
que encerrará la luz con que subsisto?
Yo sé que no lo sé, pero te busco
y te amo, y no lo entiendo.

El niño sólo sabe amar sin ser amado,
y buscará su suerte
allá donde la vida se la esconda.



Estación de Tribunal (Madrid),
26 de octubre de 2019, 18:15

sábado, 19 de octubre de 2019

La luz prodigiosa

Mi soledad sincera,
la que resopla en estos días de lluvia
sobre el acero verde
entre la nada, el techo
y las miradas breves,
puede pasar la tarde
como una aurora triste en el otoño
oculta por la ausencia.

Pero, en tu luz certera,
me haces una sonrisa cada noche,
como un verano abrupto;
y el mar que se desprende de tu canto
rememora sincero
las tardes de hace años en el parque
cuando otros cuerpos eran
y todo era un regalo y la pasión
invita a sumergirnos.

Mas ahora no soy nada y, sin embargo,
recorro tus miradas
y el bello carmín tierno del recuerdo
cierra nuestros abrazos
y hacen en uno mismo una verdad
que tal vez sea remota,
desesperada, ausente,
pero que cada día
renueva una esperanza,
para que en cada guardia
recuerde cada incógnita en tu pelo
tan trenza como siempre,
tan oro como el mundo que ahora es tuyo,
tan dulce tu presencia
y tan amor de invierno cuando miro
tus ojos misteriosos,
océanos de paz, ríos infinitos,
canción de vida nueva,
¡quién sabe si distinta, quién si amarga,
quién si un nuevo destino...!

¿Será en aquella noche
que llegaré a quererte?
No escapes, no me olvides. Sólo sueño
las mañanas eternas,
los besos que aún no dimos en la sombra,
los tímidos abrazos
la piel y los bombones.
Cómo lo haré. No sé
si te amo de momento.
Que estúpido es el poeta a cada rato.
Quizás puedas quererme,
tal vez no me soportes,
pero en el fondo hay sueños y recuerdos
que puedes revivir para contarme
que tal vez tú me quieras (de momento)
y todo pueda ser,
                                y cada invierno
tus besos y caricias sean relámpago e ingenio,
oasis de bondad que me redima.


Leganés, 18 de octubre de 2019

viernes, 20 de septiembre de 2019

En la profunda nada

En la profunda nada
reposa el humo triste de un habano
y la canción, pausada
como el soñar lejano,
en frágil luz despierta en su piano.

Se encierra en la alegría
y el lento sonreír, mientras enhebra
palabras de agonía
que con sus manos quiebra
en séptimas inquietas y ginebra.

La oscuridad ardiente,
otrora por los vates distinguida,
recordará silente
la aurora revestida,
la paz entre las cuerdas escondida.

Elige la tristeza.
De sombra el corazón, fértil escarcha.
La trémula belleza
la juventud enjaeza,
y muere en esta tarde que se marcha.

Ahora el rocío dibuja
la noche bajo el vaso en el teclado
mientras la nada embruja
la sórdida burbuja
de alcohol entre sus gafas y el pecado.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Bendición

 Ama, ama, ama y ensancha el alma.

Manolillo Chinato

Amad en cada noche
como si fuera a tronar en un segundo.
Luchad la infinitud
de cada susurrar, que siempre encuentra
la próspera salida.
Amad en cada noche
como si nunca despertárais,
como si se pudriera la mañana
y todo fuera una canción informe
y fuérais desde entonces pobres
espectros densos en la nada.

Amad en cada noche
como si nunca fuérais a volver
a tener la piel tan cerca.
Amad, besad el tiempo que os arropa
mientras otros seguimos
luchando contra el aire solitario.

Amad, resucitad, jugad
a ser un otoño florido
pues habrá algún día feliz
que colme el infinito y os recuerde
vuestra mayor verdad: que a cada tiempo
siempre le corresponde alguna música.

Madrid, 8 de septiembre de 2019

jueves, 15 de agosto de 2019

Y soñar...

 cualquiera tiempo pasado
fue mujer

Javier Krahe

Me mira mal el flexo,
no sé que me ve.
Lo veo un poco alicaído,
hay que ver
que hasta los flexos se mustian
de verme yacer
en el tálamo leve y antiguo
del anochecer

cuando al fin abandono mis gafas
en esa imbécil mesa de pared,
y la almohada antes eran abrazos,
y ahora hago ovillos de brazos
y muero en la ausencia de sed,

y leo una tragedia de Esquilo
que se ríe en mi cara,
cara de media tarde de inútil verano
que escribe con plumas
que arranca de cuajo
al Dios emplumado
(pobre ser, pobre dios)
para hacer un poema indecente,
para dibujar
tristes margaritas de arena
en un yermo solar...

La tristeza de amor es más vana
delante de un precipicio
que, en el fondo, es el fin de mi alcoba
y es más fea que Picio.
Unas fotos, quizá, frenesí innecesario,
y una canción
que, en sus sueños, confunde el querer
con el fin de la acción.

Ella dijo que era una sombra,
una palabra certera
que resuena en la cúspide en llamas
de mi romántica espera,

pero dijo también, no es por nada,
que era mejor, sin embargo,
despedir con palabras la noche
y con perlas de abrazo,
redimir nuestras penas en sal
y en un licor de café,
negociar nuestros restos ahora
en la distancia y la fe.
Que esperar, esperar y esperar
sobre el alambre era en vano:
hay que cerrar esa caja y tapar
recuerdos que deshojar
cuando seamos ancianos

y les digamos al mundo:
es que no ha podido ser,
mientras busco en tus ojos lejanos
restos del tiempo, carmín,
epitafios nostálgicos, sueños,
de amores sin rumbo.

Mas los Hermes de pluma, azahar
y esas cositas de plata
llevarán, sonarán mi cristal,
mi triste y negra sonata
más allá de la música astral
de los cafés silenciosos
donde brillan cigarros de amor
que se consumen, musgosos
como piedras de paso, tal vez
como cantos rodados,
como tardes de flores y patos
y ardores abandonados,

que la vida es muy vida y el viento
hace sonrisas del frío
y la vida resulta que al fin
tiene ese punto sombrío
donde nacen y crecen y mueren
las ilusiones de antaño,
y quién sabe ni dónde ni en quién
puedo volver al rebaño
de los poetas borrachos de amor
tan dignos de mi alabanza.
Que en las copas que se alzan y rompen
puede nacer la esperanza.

Y despierto de una bacanal
de anhelos sobre la mesa,
y ese flexo aún me mira mal.
Y la tarde se ha puesto algo espesa
de recuerdos, de arrabal
perdido de la memoria,
pero todo ha seguido en su sitio
y no cambiará nuestra historia.
(No sé yo si una tarde de agosto
volviéramos a empezar,
no sé yo, si otra tarde de agosto
le pusiéramos final.)

Que grande, que hermoso sería
pero es que no puede ser,
¡y te quiero y me quieres y nada
tendría que podernos vencer!,
mas las vida es tan vida, y es tanto
que nada puedo entender,
y está escrito en la noche que nada
debe volver a crecer.

Y es así como aferro mi almohada
una noche más
en la ausencia me sumo y recuerdo
por siempre jamás
cómo pudo haber sido soñar
y envejecer a tu lado,
mas la vida es tan vida que no
tuve que haberlo pensado.
Y la rueda se sigue de angustias
y lágrimas en la sien,
y después se me pasa y la ciencia
dice que todo va bien.
¡Mas la vida y la ciencia y la ciencia
y la vida a veces se tuercen,
y el recuerdo, el amor, la nostalgia
son las que vencen!
Hasta entonces soñar, no pensar,
dentro de lo que me deje
esta triste cabeza mía,
y soñarte, y volver a soñar,
y sin dejar que te alejes
hasta que acaben mis días.


Getafe, 15 de agosto de 2019

lunes, 12 de agosto de 2019

Perspectiva

Madrid tiene una tarde de palomas doradas
sobre el gris de su silencio.
Balcones, pólvora, salvas de metal refulgen
el prodigioso ardid.
La obra del masón en el altar del Hermes
la miran los borrachos desde el Prado
y no ven los laureles por ninguna parte.

¿De dónde habrán venido estas palomas?
Recorren su buscar atáxico
los viejos transeúntes
que danzan por dinero cuando el saxofonista se va
y se pone la gorra y los dineros lloran,
y cruza otra persona la ciudad
y le saludan las ramas caídas
y los niños patinando la persiguen
y todo es un amén y un hasta pronto
mientras los ascensores y el arte conceptual
y los chicles en el suelo
siguen contaminando
y el hombre-saxofón se arranca por la Piaf
y en tu silencio gris flota la tumba de una rosa.

La vaca en el tejado
con el cencerro murmura "Buenas tardes",
que no es poco.
Hay un chicle rojo en el suelo
que antes no estaba.

Y el mirar, picoteado
por las últimas lluvias de memoria,
por el butano de los cuervos.

Cuando se rompan los gallos y los vientos
y el océano se llene de torsos que no cesen,
quizá se apaguen todas las farolas,
y los rizos se vuelvan a escapar de un gorro,
y todo vuelva a ser.

Plaza de Juan Goytisolo, Madrid
12.08.2019

sábado, 10 de agosto de 2019

Los ojos negros

a Nadie, por otra tarde luminosa

Yo amé unos ojos negros en verano.
Yo amé unos ojos negros.

Su cuerpo era el fulgor para mi ausencia.
Yo amé unos ojos negros
como si estás en la tristeza y
la vela da color a la ginebra.
Yo amé unos ojos negros
como el cabello negro,
negro como el caballo negro, negro
intersectar del poeta y de su musa,
negro Romero de Torres, negro,
negro como el cuento que termina mal,
negro como tus ojos, niña,
niña, como mi corazón.

Yo amé unos ojos negros
como los que ama Federico
desde su tumba guitarra
bajo el laurel tan negro
de la Alhambra de Granada.
Yo amé unos ojos negros
de sombra, labio y sueño,
de invierno negro y luz
de medianoche negra:
yo amé tus ojos negros
en la sombra de unos trenes
donde la libertad concurre
con la sed de vidrio negro
y la negra intemperie.
Búscame tus ojos negros
y tus negras insistencias,
búscame una bella flor
del jardín de piedra negra
donde descansan tus ojos,
niña, tus ojos de piedra
viva como los peces
negra como el mal querer niña,
negra como el corazón.

Ábreme esos ojos negros,
que las manos escondidas
regalen en el reflejo
sobre la negra torre negra
del Madrid que gime y cierra
los horizontes perdidos
donde siembra la ausencia
y donde el campo encendido
descubre la primavera
cuando al cruzar tus pestañas
con mirarlas se consuela.

Los años pasan perdidos
sobre las negras traviesas
de guitarrones desnudos
cubiertos por negra piedra
Los clavos de Cristo ciegan
la perdición de la guerra
que en el amor y en tu cuerpo,
niña, todo se entierra.
Yo amé tus ojos negros
y me cerraste la suerte
durante los seis segundos
que me diste para verte.
Sobre tu piel y el insomnio
y el caballo y la muerte,
como las hojas muertas
sobre los negros balcones,
ante tus ojos se mueren,
niña, mis ilusiones.

Madrid, 10 de agosto de 2019

martes, 6 de agosto de 2019

Una gran historia

Cuando las estrellas no saben decir
adónde van las palabras,
por dónde cicatrizarán las heridas.
Cuando los trenes ya no pasan como antes,
cuando hay una sombra
donde antes murmuraba tu sonrisa
(sí, esa sonrisa que emigró
cuando más falta te hacía).

Cuando estás, pero no quieres,
cuando quieres, pero no puedes,
cuando puedes pero no sabes
sabes, porque no ríes,
lloras porque no está
y, cuando está,
reniegas, callas,
olvidas
y evades otra vez sus ojos
en el sabor inexpresivo
de un abrazo demasiado corto.

Creo que era un amor con demasiados parches,
era un beso besado en un abismo
predecible
(incluso demasiado predecible)
en la absoluta nada
que emana de tu cuerpo cuando escoges
dormir y no cantar,
soñar, devaluar la ausencia
y nos volvemos locos
poniendo naipes rotos en castillo por el aire.

Mis cosas, ya las sabes.
Los trenes pasarán como era antaño
transitando por senderos diferentes.
Cuando ahora cerraremos
la puerta que un día amamos
y que ahora son ladrillos en la sombra,
el próspero equinoccio seguirá
su curso como si nada haya pasado,
y el pájaro aquel, y aquel, y aquel
seguirán volando, siguiendo el mismo rumbo,
y el sol no será más grande o más pequeño
ni más oscuro o más invierno.

La vida es un relámpago en la nada.
Vive. No dejes de cantar. No desesperes
el sueño de la ciencia. Yo también
seré un hombre nuevo. No recuerdes
los endiablados truenos
que he hecho que sufrieras tantos años.
No recuerdes
sino el atardecer en un lugar
desconocido de Varsovia
que por supuesto no tiene cortinas,
los mástiles volubles de los barcos
en la bahía de Cádiz,
las tardes, las arrugas del sofá
que tanto nos conoce,
la pregunta número 531 del trivial
y su lugar exacto,
los patos en París
                         y las
cajitas de música
que ahora yo construyo en la memoria.

Porque es que era un amor con demasiados parches,
¡pero a veces,
sólo a veces gran amor,
qué gran historia...!

Y sólo a veces
hacerle un buen final
concede a nuestra vida por delante
algunas esperanzas
y una llave a tiempo.

Y después
será
como fue entonces
final de finales,
principio de principios.
Luz.
Por siempre.

Madrid, 4 de agosto de 2019

martes, 9 de julio de 2019

Marcas

Hay un cigarro azul
boqueando en una mesa,
mientras sus ojos blancos
velados por el fuego
están clavados en la carne paralela
que se acerca a la puerta.
El neón muerde tus cejas
y el hombre del acordeón se detiene.

Una danza de sables te ilumina.
Reconoces las grietas
en la facies desterrada por el humo,
por los años.
Se ha roto un espejo:
rechinan los pedazos en el suelo
jugando con tu pena.

La cera de la vela,
clepsidra en lentejuelas,
quiere decirte "vuelve".
La foto de tu niño
tiene restos de sangre y de carmín
mojado y de virutas
de piel y de satén y de tristeza.
Pero tu cofre es sagrado.
¡Sí, tu cofre
pequeño de madera!
Tu aliento en la tortura, tu esperanza.

El toque del acero,
el longitudinal, maldito tiento de la llave
entre los engranajes de tu cuerpo
como la hiriente escarcha
que roza el interior como se
puede acariciar el cristal roto.
La sangre
y el grito y el centrípeto sajar
de la uña en el muslo
no tienen ya importancia.
Te sabes
el orden de llegada
de todas las astillas de las tablas.
(Las arterias del alma brotan rosas
al borde del camastro, y algunas
cicatrices
son ya para el recuerdo.)

Y la bombilla-péndulo
como un vulgar metrónomo la sala ha recorrido
mientras tú estás sufriendo
y las moscas ocupan el exacto lugar
donde habitó la lujuria.

La foto de tu hijo
va a estar exactamente en su sitio,
¡oh sí, en el mismo sitio,
burbuja de piedad que salvará mi trueno!
Cuando se abra la puerta
y el viejo acordeonista recoja su gorra
(sus manos y tus labios empañados y sangrientos)
la luz se filtrará por el estor
hasta que el prisma avance por todas las botellas
y cesará la espada
y todo el suelo temblará en silencio.
Romperás los tacones de un suspiro
la pira de ginebra
para romper el sol
y todos los cristales lucirán como el caleidoscopio de tu niño,
el que siempre te espera,
el que nunca ha tanteado las paredes
de un cofre de madera
que tal vez lo ha salvado del abismo.

domingo, 30 de junio de 2019

Banderas

Al fin de la llanura
donde se aclaran las jornadas de campiña,
las ventas, los arados y los yermos,
se esconden las casas derruidas,
el ruido silencioso de las lápidas,
las flores de treinta años
creciendo en las cunetas,
mirando con dolor pasar los coches.

¿Qué es Croacia? Un frenesí.
Milošević y Tuđman en el púlpito
intercambian sus heraldos y peones,
el furor yugoslavo y los dameros,
la estela tricolor en los obuses,
las canciones Ustaša
y las estrellas rojas.
                                     Y mientras,
Sarajevo,
la llama, el fuego eterno:
sus puentes de ceniza
dibujan el contorno de la angustia.
El mar de Hercegovina no se mueve
(¿qué mar?)
y los barcos suicidan
sus quillas al pie de la montaña.

Y un señor
se despierta una mañana en Albany, New York,
y no le sienta nada bien el té con leche
porque en la tele hablan de un sitio que se llama Vukovar
y mientras el paisano intenta pronunciar Sprska
mirando las pupilas de un viejo partisano
y juega a las siete diferencias
con las siete repúblicas,
descuelga su teléfono
this is the Oval Office
oiga, quíteme eso de la tele
y que si va la OTAN
y qué malos son todos, salvo todos
y las fotos de niños con cascos de la ONU
mientras llueven las bombas.
La torre de agujeros. Las pintadas.
Un llanto en violonchelo.
Mientras se matan estos,
aquéllos se relajan
y se fuman un puro:
le queman el bigote a otro ministro
mientras el tiralíneas
y la soledad cortante de la patria
arrollan las palabras y los gritos.

¿Y tú nos lo preguntas,
por qué llena el escombro nuestra tarde,
por qué al mirar al puerto
nos sigue salpicando la metralla?

Porque ponerle nombre a las banderas
no resucita muertos,
y porque los viajeros no olvidamos.


Rijeka (Republika Hrvatska),
30 de junio de 2019

Plitvice

El mar.
Sólo la mar.
El dulce, espeso ruido.
Acertijos, libélulas.
Y una canción
bajo los infinitos robles
y el frío que acuna
el lento itinerar del lago.

El mar.
Solo, tan solo
sonido, peces, brisa
turquesa en desarrollo.
Las tardes de verano
emanan vuestro prístino oleaje
de atardecer disuelto en vuestras aguas,
instinto de flor temprana
que, al aire de las flautas del Vltáva,
a orillas del Korana fue invocada.

¿El mar?
El ulular de nuestro tiempo aguas abajo,
las cataratas del ser:
el salto
y el abismo
de perderte.



Plitvička jezera (Republika Hrvatska),
29 de junio de 2019

viernes, 28 de junio de 2019

Krka

Sólo los peces saben
adónde mirarán mis ojos ciegos.
En el valle del Krka
el espacio curvado por espejos de tocador
y la rendija inquieta
por la que el niño mira a sus hermanas
cuando es noche cerrada
y aprehende aquellas formas misteriosas.

Sólo mis huellas saben
dónde se esconde el deseo.
Yo sé lo que no he visto.
Quién sabe dónde acaban los triángulos
y dónde empieza todo,
y dónde se construyen las figuras
de cuerpos sin retorno a los que entrego
mi alma y mis tormentos
por una noche más,
por un descubrimiento en cada cueva,
por un atardecer en unos labios,
un canto, una sirena en cada puerto.
Su música intercepta mis sudores
y oscurecen las sombras
del hombre que fui ayer
y que ahora se recorre hacia el abismo.

Y quién sabe qué día
seré de nuevo un niño entre las flores
que mira de reojo enamorado
el cuerpo de su niña en la cascada
en el valle del Krka
para jugar con ella (nada más)
mirar qué bien le queda el bañador
de la tienda de al lado,
para adorar sus ojos como perlas jaspeadas
mientras su cuerpo explica
con ramas y con sangre recorrida
la carne de verdad,
la realidad que espera entre la ropa,
mientras dice su nombre
y espera en el hoyuelo de los pinos
en el valle del Krka
en su rincón secreto, para esperar sonámbulo
a que todos los años se abran paso
y volverá su niña,
providencial sirena,
un verano entre los pétalos del tiempo
y mientras el agua fresca
recorra cada curva de su cuerpo
y deje algunas gotas de rocío
en el valle del Krka de sus pechos
para explorar a ciegas
con la única mirada de los labios.

En el valle del Krka,
bajo aquella cascada
las vidas que se encuentran.

En el valle del Krka,
los primeros amores descansan en la hierba.


Parque Nacional de Krka (Republika Hrvatska),
28 de junio de 2019, 15:36

jueves, 27 de junio de 2019

Murallas

El beso del salitre
Las indefensas proas.
Mordientes transatlánticos.
Y un emigrar extraño el de los pájaros
como en los cuadros de Monet
cuando empieza la lluvia.
Mientras se rompen los océanos
se encoge el mar antiguo
y sus ruinas,
sus torres, sus murallas
serán pasto del tiempo que nos quede.
Mientras los robles sueñan
y mientras los amantes
barajan sus instantes, su final
tan cerca de las rocas
nutridas por sus lágrimas,
mientras esperan en la playa su solsticio
rebuscan en las piedras del camino
para ponerse un nombre y un recuerdo,
para curar su tiempo:
marea, calor y abrazos sobre el agua.

En los tejados dálmatas
la soledad espera
con un ramo de mirlos que flanquean
los campanarios rotos
y las estatuas pálidas
y el claustro sumergido y derrotado.
Contemplarán
cómo resiste una sonrisa
donde las islas mueren
y recortan las lanchas el Adriático,
cómo la sal de vuestros ojos
tan solo nutrirá vuestras murallas,
pero saldréis al mar
y lucharéis,
floreceréis de nuevo,
renacerá una tempestad de golondrinas
que cantarán sus versos monosílabos
mientras se escribe vuestro amor en vuestras manos
con plumas de gaviota,
con tinta de verano y sol invicto.



Dubrovnik-Split (Republika Hrvatska)
26-27 de junio de 2019

miércoles, 5 de junio de 2019

Apoptosis

ils s'apercevront, émus, que c'est au hasard des rues sur un d'ces fameux bancs
qu'ils ont vécu le meilleur morceau de leur amour.

Georges Brassens


Mientras no somos,
la tarde no atardece como antes.
Como las viejas células que aceptan su final
y como el linfocito que mata por tu bien,
debemos dibujar nuestra interfase
esa que
a veces
sólo a veces gran amor
será
nuestra única salida.

Será el aterrizaje de emergencia:
volver a lo que fuimos sin haber podido ser,
cerrar los ojos mucho y despertar
cuando es de noche y sin embargo
tú me cogías la mano
y todo eran tus flores de miradas

Curioso testamento el de los céspedes
que conocimos al tacto.
(Los pliegues de las sábanas
que quedarán marcados
pronto los suplirás en otros tálamos.)
No dejes de soñar, libera el alma
de grises de tormenta
y reconforta
lo que no pude darte
para que seas feliz
allá donde el Eterno te depare.

No renuncio a mis versos:
serás mi compañera de viaje.
Pero es que es el viaje el que ha cambiado.

Dos rectas paralelas no vuelven a cortarse
pero hay una certeza: que el amor
sabe curvar el tiempo y el espacio
si lo pensamos fuerte
y si nuestros abrazos como puentes
se vuelven a encontrar.

En mi última no-lágrima,
un mal jisei no ku vuela sincero
mientras murmura el alma,
                                                algún día,
                                                algún lugar,
                                                de alguna manera,
                                                pronto
                                                y siempre.

lunes, 15 de abril de 2019

Fósforo

a Pilar Ruiz,
por la guardia más bonita que recuerdo

envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

Jaime Gil de Biedma 

la vida
quizás es sólo un fósforo
que nos encienden
sin pedir permiso

a ratos
lo ves brillar y es blanco,
como una mariposa
que trae buenas noticias


a veces
querrías que consumiera la madera
deprisa y sin mirar
y abajo reposa
la ceniza absurda,
el polvo que fuiste
y el que no echaste,
la sangre que escuece
como la piel al fuego,
ahora lenta y tan
desperdiciada


pero hay un día
en que te parte un rayo
y en el Doce no hay camas
y el SUMMA te regala un viaje gratis

porque son casi todos gilipollas
y tal vez vas al Clínico
y no cumples criterios
y no se meten porque Et al. y los legajos
y se ha muerto la abuela del radiólogo de guardia
y es que fumó mucho, señora,
y que el último mal, señor


a veces
querrías soplar un poco más
en su cerilla mohína,
acariciar su frente unos segundos,
meterle la morfina en el salino
total si ya no sufre


que no es tu padre,
pero algún día será alguien a quien amas,
y lo amas igualmente mientras cargas
los treinta miligramos
y le cierras los ojos con un gesto,
con un evolutivo
que informe de un pronóstico ominoso

a veces viene el cura
se te ocurre
a veces no descansas en la cama
a veces todo tiembla y el teléfono
suspira
pero es tu obligación,
y cierras la esclusa de las lágrimas
y vuelves a tu sitio
y continúas tu guardia.


la vida es eso
que se escapa entre los dedos
de una abuelita con afasia
cuando no puede más,
cuando cansan los ojos, duele el pecho
de tanto haber vivido.

a veces es el rayo; otras,
calvario sin final.

me alegro de que al menos
ahora el midazolam venga en ampollas
de cincuenta.


dormir es el destino de los cuerpos.
descansen por lo menos.


Hospital Universitario Fundación Alcorcón
Lunes 15 de abril de 2019, 00:22h


miércoles, 27 de marzo de 2019

Casa

En cada despertar hay invisibles
destellos que preceden al combate de las manos.
Hay una luz templada en tu sonrisa.               
Los iris giran en caleidoscopio,               
enfocan el futuro como Bósforos:
pontífice es tu amor en mi camino              
por esta soledades sin destino,                  
por los senderos sin rumbo,                
con el pesar inquieto de los tiempos           
y un cántaro entreabierto de desdicha.       

En cada despertar hay una sábana
que cobra vida propia.                       
El aire es la tintura de dos sangres,               
el río que, por tu cuerpo, nos transporta.           
Condensan nuestras almas unas gotas               
de suero felicísimo                       
que van a reposar sobre la mesa               
mientras (cabeza abajo                   
aún) recorro las nubes del deseo.               

En cada despertar hay un café                   
con cereales,                           
una nevera austera, y que no falte               
tu peso en chocolate en la despensa               
y algún cacharro sucio que no supe fregar.          
(Y es que el poeta ve a Dios                   
cuando viene tu madre).                   

En cada despertar hay un acorde y
siete notas,                   
los discos de zarzuela de Luis Cobos               
para tirar al plato,                       
cinco Lieder de Brahms dados la vuelta
y tu canción discreta
que, cuando nos oculta el murmurar
de la luna de Parla,
me regalas en tus brazos
                                       y es reposo               
feliz de medianoche                   
para dormir la angustia,                   
para volver mañana a despertarte
a tientas y con flores,
y que cada mañana sea infinita.

En cada despertar estás aquí:
no habita la penumbra mis estancias
cuando al cruzar pupilas
se advierte la profunda simetría
que no puede robarnos ningún tiempo.

En cada despertar eres así,
eterna, siempre idéntica,
remanso de verdad, oasis querido.

No sé cómo nos vino el tiempo.
                                                    Ven
y sé mi compañera de viaje.
Que sean otros poetas los que canten
las odas por nosotros.
Tan sólo hay que ocuparse de vivir:
escribe tu diario en nuestros besos
y no te vayas nunca.


Leganés, 27 de marzo de 2019
Siete años

miércoles, 20 de marzo de 2019

Tres cañas

A los mejores compañeros que uno honradamente podría merecer. Sean miles los reencuentros.

Feliz aquel, beatus ille, el que
despierta una mañana en infinita
blancura en la memoria.

Porque hay mañanas tontas
que abres, con mal criterio, el ojo izquierdo
diciendo que Alcorcón
tal vez es una opción más bien decente,
tal vez es algo noble
vivir por los pacientes, renunciar
al caldo de cultivo
al apesadumbrado tacto del
murino descarnado.

A veces te levantas con el "algo"
de hablar hacia otra parte,
mirarle algún parámetro al enfermo
en vez de los laureles,
en vez de la miseria de la loza
cretina y peregrina

Sin ese despertar,
sin ese "por qué no" confusional,
las águilas, la parca, habrían tejido
su luz hacia otro lado,
el canto derramado bajo el páramo
nublado de la ciencia.

Diréis que el enolismo
encierra en fauces propias un recóndito
altar a la esperanza

Pero seämos serios.
¿Qué sería de mi tiempo sin vosotros?

Pues digo, en este estado lamentable,
que no hay un taxi más dulce y propicio
que donde vuestros ojos me acompañan.
Vivid, y que el recuerdo nos salpique
coronas de verdad, cimientos blancos
el dócil, impertérrito soñar
de un nuevo caso clínico a las tres
de la mañana;
no sé si en el invierno una canción
fea, gris, inédita
podrá retrotraernos a esta empresa
amada en el recuerdo
varado en nuestra pobre eternidad.

Seguid aquí, o allí, mas sed eternos.
Que corran la cerveza y el cachopo.
Que vuelva la amistad a ser la reina
de esta noble primavera que despierta
con el futuro incierto
mas el presente cimentado
en auras de calor,
abrazos deseados como encuentros.

sábado, 2 de marzo de 2019

Espada

Será que el aire nuevo
impregna el despertar
de los almendros.
Evocan el camino.

Será que una mirada
nos puede derribar
hacia tu cama.
No sé. Es raro.

Será este gran amor,
espada que nos brilla
nuevamente,
tal vez
            nosotros.


Leganés, 2 de marzo de 2019

Rosas

A veces
sólo a veces gran amor.

José Agustín Goytisolo 

Verás
que yo te miro
por la rendija azul de un sueño
por el vuelo de tu blusa
y el ojal
             perdido,
             triste,
             blanco invierno,
del alma temblorosa que te busca
en movimiento sutil,
tan cerrar de tus ojos como siempre
a medianoche a contraluz
mientras queremos dibujar
constelaciones en las sábanas.

Verás
que yo me oculto
en el mordaz entreverado de las cuerdas
del piano de luz gris que imaginamos
donde crear tu gran verdad
tan armoniosa,
y tú, que te acurrucas
de nuevo en el sofá
ignorando que trasciendes
más allá de nuestros labios,
con el timbrar de tus pestañas en el viento
escribes tu canción, filosofía,
ánima invicta que resume nuestra historia.

Verás,
si me descubres,
que a veces, sólo a veces pero a veces,
seremos los de antes.

Será cuando te quiero
que vuelan las palabras como rosas
brotando en el invierno.

Leganés, 2 de marzo de 2019

lunes, 11 de febrero de 2019

Pasajera

 a Nadie,
por esta tarde luminosa

Sabrás por la presente que las musas
aprueban tus pestañas.
     (El músico cambiar de las palabras
                  altera la ternura del silencio.)

No, no lo intentes:
no tuerzas el gentil, perlado gesto,
esto no es un desafío.

Tu aurora es contemplar el mar, océano
que esconde una pupila inquieta como
rémora de canción,
tu sueño es el insomnio de quien traza
como el taquígrafo antiguo en el suelo
tres briznas amarillas de belleza.

Que azul puede llegar a ser el ruido
del Metro cuando esconde
el tímido mirar, certera lanza,
del viento de pureza que respiras
y que, ¡oh tú, diosa generosa!,
concedes en espíritu al que busca
de ti la eternidad en este lunes
cualquiera
que es muerte breve, efímera y tan cierta.

No sabes lo que miro
y, al pasar,
recorre una sonrisa en el invierno
tu calma, tus caderas
(las reglas de tu juego, heraldos de otra guerra),
tu pulcra gabardina que es desierto
por hoy
              para dejar abandonados
pesares ignorables,
anhelos tan volubles, tan agujas
que marcan, giran, sueñan los relojes
callados como espigas:
insólito, discreto, filiforme
manantial de sombra.

Otras locuras dictan
las formas, los colores,
las normas de la carne siempre inciertas,
y eres
dorada inflorescencia en este día
tan gris, tan como siempre.

Y rezo a un dios ausente
por tal vez encontrarte en otros versos,
en otras estaciones, cuando la primavera
encienda el carmín rojo entre tus hojas
que ya no son ausencia ni misterio.