martes, 30 de noviembre de 2010

Phœnix ex cinere suo renascitur

Percibo en la mirada furtiva de la luna el dulce perfume que hipnotiza mi sentir.
No quiero despertarme nunca, nunca de la perfección soñada
en las noches de brisa tenue y amarga soledad;

quiero devolver algo de realidad al sueño imposible, tan sólo un poco,
lo necesario para poder sentir el seductor roce de tu cuerpo;
quiero desbordar felicidad entre gemidos y susurros,
quiero,
            requiero,
                            necesito,
                                          estar contigo...


En el discurrir sinuoso de tan singular dulzura
precipito mis anhelos más profundos en amarte locamente y sin límites.

En el fondo, la timidez,
                                     mi timidez,
                                                      tu timidez,
                                                                     viejas conocidas a estas alturas,
pudorosa consecuencia de tu melancólica pureza e inocente juventud...


¡Oh, miserable realidad! No sé a quién hacer caso:
las precipitadas curvas me sugieren un ˝más allá˝ rotundo y deseado
y tu amor de primavera me devuelve la inconsciencia
                                                                                  de querer besarte y nada más;
mas yo quiero alcanzar los más altos luceros del firmamento en tus ojos enamorados,
levantar la mirada a las estrellas y comprobar que ningún Dios nos observa
para poder volver otra vez más entre tus sábanas
y mostrar de una vez por todas el potencial oculto de mi amor desenfrenado.


Disfrutar de la libertad a cada instante
es una de las grandes cosas que aún nos quedan por vivir, preciosa,
la potestad de comprimir cien kilómetros en unos pasos,
el capricho de convertir dos besos en millones.

Mientras tanto, aquí me tienes, mi vida,
en el fragor de la lucha entre tu realidad y mis deseos,
confiando en que la paz se firme pronto
                                                 para podernos amar como sólo nosotros sabemos...

El aciago despertar de una mañana de noviembre
reduce a polvo los designios de un deseo eterno e infinito
que busco cada día, cada noche, entre los arbustos
tratando de liberar alguna caricia atrapada por su pasado.
Mortal, sin ánimos de seguir viviendo, pienso en ti
y rebusco en mi corazón las ascuas de tu amor,
                                                                           gentil incienso, aromática esencia.

Cada semana, un flamante fénix muere abrasado por el fuego de nuestros corazones
pero el instinto pasional de nuestros labios lo devuelve a la vida cada día.

Cada segundo, un pedazo pequeño pero intenso de mi alma
se evade cada día dando vida a la criatura enamorada
hasta que la pira está lista para arder en tu perfume. 

Y en la penumbra de mi sórdida presencia el fénix grazna
mientras se queman, sin retorno ya, antiquísimas cenizas;
con el furioso resurgir del efluvio de dos cuerpos deseantes
y dos almas entrelazadas.

                                      Pero esta noche va a ser diferente:
quiero que nuestro fénix sea libre y no se inmole,
quiero que en la oscuridad de nuestro pasado
una chisporroteante luz de ardiente deseo nos cubra
para que la inminente felicidad de nuestro amor sea nuestra única realidad.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Noviembre

Nieva en soledad.
Los últimos esbozos de un tímido sol de mediodía antes de esconderse
revelan iridiscentes espectros de cristal finísimo
que con su indescriptible color y pureza me evocan tiempos mejores.


Feliz en el ayer alegre, hermoso,
una vez más, todo es una gran mentira, una quimera, una ilusión,
un anhelo delirante del pasado que se vuelve a la memoria por compasión mutua.
Soñarte acaso ya no sirve, y no quiero sueños:
                                                                         quiero ser tu realidad,
la soñada realidad que no cabe en mis recuerdos.

Quiero que, esta noche, tu alma y la mía se recompongan
de una vez por todas;
                                  quiero ser todo de ti y tuyo al instante
y deseo perdidamente que esta noche seas también mía.

Quiero que de dos miradas ajenas encontradas por el encanto de tus ojos
que abandonaron temblorosas el cautiverio de la soledad esta noche de noviembre
surja el inefable instinto de la bestia libre y primigenia,
el instinto animal, el del cuerpo a cuerpo,
                                                           que entrelazando carne, mente, corazones,
me insta a disfrutar eternamente de la pasión que turbulenta discurre por tus venas.

Necesito soñar la tangible realidad deseada por mis sentidos
al tiempo que tus labios me despiertan a cada instante.
Necesito el roce de tu piel para seguir viviendo,
necesito amarte dulcemente y a la vez sin complejos,
para que al final encajen todas las piezas del rompecabezas
y el largo tiempo hasta resolverlo, amor, haya tenido algún sentido.

Mientras espero otra noche más a esos tímidos labios
de los que mi amor no sabe, ni quiere, despegarse apenas un segundo,
sigo inmóvil, solemne, pensativo, tratando de encontrarte entre mis sábanas,
buscando tus sempiternas caricias y tu beso de buenas noches
mientras solitario recorro las calles sin nombre
cubierto por la nieve de este amargo día de noviembre sin ti.

martes, 23 de noviembre de 2010

Lección de anatomía

 Al profesor Jorge Alfonso Murillo,
al que debo lo poco que sé de Anatomía

Con la mirada firme en los detalles anatómicos que la Nómina refiere
se aviva el deseo de descubrirte plano a plano,
y enamorado de tu anatomía de superficie ya no quiero
avanzar hacia lo más profundo de tu esencia.

Lo que ven mis ojos basta para llenar tratados,
mas reflejar la perfección en un dibujo
es labor imposible para el mejor anatomista.
A la vista de los hechos
desconozco esquema o atlas tan perfecto como tú,
y así, ignorante pero profundamente enamorado,
comienzo la descripción más hermosa del mundo...

Es obvio comenzar a describir por el principio,
y en la región anterosuperior de la cabeza dos luceros me hipnotizan,
el iris de color curioso, variación no descrita con frecuencia,
sin percibirse claramente que el pardo domine sobre el verde;
caudal a ellos se abre una cavidad real harto conocida
por la anastomosis discontinua de mis labios en los tuyos
de sección fusiforme, pequeña pero ágil
y con una sonrisa sugerente dibujada a cada instante.

Continúo mi descripción en sentido craneocaudal
y tras sobrepasar los relieves de tu cuello,
también reconocidos al instante por miles de besos,
encuentro sendos relieves anterolaterales, hasta ahora imaginados
y correctamente ocultos por planos superficiales de tela y vergüenza
que se exponen ahora núbiles, perfectos,
en el plano más ventral de tu hermosa posición anatómica,
plano soñado por el amante deseoso
pero ignorado por el anatomista más hábil.

Tiempo habrá para explorar los detalles;

así pues, desciendo poco a poco por una región que no recordaba en mucho tiempo
muy interesante pero con poca descripción

más allá de infinitas curvas innominadas excepcionalmente atractivas
que convergen caudomedialmente en la línea media
hacia una región peligrosamente próxima al borde caudal de la cintura pelviana.
Previa descripción de los miembros superiores,
por evitar la tentación prosigo en las extremidades inferiores.
En mente, una promesa: no describir el tercio proximal,
pero el deseo me vence,

                                       y tú, sonriendo inocente,
me pides que rellene esa importantísima laguna descriptiva.
Y como siempre, mentiroso de mí mismo, enamorado hasta el final,
te hago caso...


...

...lo que veo no es descriptible con palabras

y creo haber descubierto la perfección de las perfecciones.
Dulce, sinuoso, alborotado, inocente, como tú,
me olvido de esquemas y me concentro sólo en ti
por razones evidentes.

Y ... sí, podría seguir describiendo,
pero me embriago en tal medida de este descubrimiento
que poco valen los esquemas que he trazado
si no pueden reflejar el detalle anatómico más importante.

Y ese no se encuentra sino en el plano profundo
pero ni disección ni corte alguno los revelan;
solo un beso apasionado, una caricia, el más puro sentimiento,
muestran con nitidez un amor tan deseado y verdadero...
 

No sólo de anatomía vive el hombre;
tu esencia alberga mucho más que estructuras y detalles.
Y como aún debes conocer la anatomía más básica
para poder interpretar los resultados de mi estudio
prefiero renunciar por esta vez a la sobriedad de la teoría

para comenzar contigo sin más dilación las prácticas.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Sueño de amor

Sin que se note demasiado...

Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
la rosa azul de tu vientre.

Federico García Lorca, "Romancero gitano"


Disfrutar a cada instante de tu eterna pasión
ya es el único motor de esta pobre vida
apaciguada por la soledad de la semana.

Entre la calidez de tus brazos y el ardor de tus labios,

entre luceros y amapolas, el sueño se ha cumplido,
y aquí estamos, mi amor: el uno para el otro,
en desenfrenada pasión, avivando la tímida llama de nuestro amor
en un silencio alterado por gemidos y armonías celestiales.

Pocos sueños llegan a hacerse realidad, pobre amor mío,

pero este se ha cumplido:
amarte tiernamente en la desnudez de la noche
entre susurros, besos, caricias y deseo...

Y me dejo llevar sublimemente por tus manos de seda

que se deslizan suavemente entre lo más recóndito de mi cuerpo
al tiempo que calculo las distancias
para no hundirme en la blancura de las sábanas
mientras busco entre los pliegues y las curvas
el milagro de la vida que se oculta entre tus ropas.

Pocos sueños llegan a hacerse realidad, pobre amor mío,

pero este se ha cumplido...

Y al fin,

apaciguado el deseo de dos amores en un cuerpo,
el palpitar simultáneo de dos corazones sometidos al influjo de tus encantos
va muriendo poco a poco entre besos y caricias
mientras te quiero como el primer día
y mientras percibo los últimos milímetros cuadrados de piel.

Pocos sueños llegan a hacerse realidad, pobre amor mío,

pero este se ha cumplido...

Mientras, dulcemente ahogado en la desnudez de tu presencia,

compruebo que sueño sin soñar,
me dispongo, impetuoso, a llegar hasta el final...

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Escarcha

Mis lúcidas ensoñaciones en este invierno profundo
desfallecen entre nieve y suspiros
                                                       como tantas otras noches.
Será la lluvia, será la gélida brisa de la tarde,
o tal vez será la helada soledad que me destroza;
escarcha y llanto, mi dolor se congela
                                                             y yo con él...

A la luz de la luna y los letreros luminosos
vago sin rumbo fijo en la soledad de mis recuerdos;
ya he desistido del influjo de la tentación.

Infinita paciencia que un día huiste de mi vida,
vuelve a mi regazo en esta noche de realidad maldita
resistiendo a cada instante, sufriendo por segundos,
acortando la lejanía de tu silueta esta noche...
                                                                           tan sólo esta noche...


Hipnótico, durmiente, miro al techo y me aplastan miles de recuerdos
que caen simultáneamente al ritmo de la lluvia vespertina;
vuelvo a estar solo.
                               Sin tu sonrisa.
                                                       Sin tus ojos.


Mas aquí me tienes, ensueño de mis sentidos,
recién despierto de una quimera de un amor discontinuo y sinuoso,
añorando la sabrosa melaza que emana de tus labios.

Hoy también
da comienzo la gesta de cada día de despertar con ganas de vivir.
La monotonía me invade,
y en la penumbra de este amanecer invernal ensombrece la luz de tus ojos.


Pero
cada semana,
un sueño único da comienzo
al revivirte en lo profundo de mi corazón en la lucidez del roce de tus labios.


Y un escalofrío recorre nuestro cuerpo unido, deseado, deseante,
mientras de la intimidad resurgen furibundas las ilusiones escondidas
y con los primeros espasmos de placer y amor profundo
entran en juego más que palabras
que desbordan un horizonte nuevo de sensaciones encontradas.

Y así, a golpe de pasión impetuosa, se forja la vida,
el espíritu de subsistir con hambre y sed de tus caricias cada mañana.

No obstante, en la imperfección de mi absoluta realidad,
carezco de la mal dicha virtud de saber esperar.
Insaciable como pocos, enamorado como ninguno,
no tengo voluntad para separarme de tan dulce miel
y cuando dejo de saborearte, volviendo en mí,
lamento eternamente no morir entre tus brazos.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Despertar

En la lúgubre soledad de esta noche de noviembre, súbitos recuerdos me atacan;
desesperado en otro intento por traerte a mi presencia busco la realidad en oníricos deseos,
aterrado por tu ausencia enjugo las lágrimas de un corazón atormentado y perdido.

El sueño no me vence: te quiero.
                                                    Te quiero, y aun más que nunca,
aunque por ahora tan sólo ame un dulce espectro de sombra y libertad,
imagen falsa de tan verdadera que nadie podrá esfumar de mi cabeza.

Todo queda, todo pasa, y aquí estamos: el uno para el otro y a la vez la nada,
descubriendo algún mínimo detalle cada martes por la tarde,
subsistiendo a duras penas del lejano amor del otro.

Mientras tanto, fluyen los versos tras mis amargas lágrimas de otoño
recogiendo con tristeza el discurrir de tan indigna lluvia.
Hoy tampoco estás, mi amor, nada ha cambiado
y estar contigo es aún hoy un esbozo del pasado lejano...

Los últimos suspiros de mi alma atormentada
se confunden en la niebla de un Madrid helado y gris
mientras dejo que se apodere el sueño de este corazón vacío por dentro
que anhela poderosamente
                                          el resurgir de tu amor apasionado otro martes por la tarde...

lunes, 1 de noviembre de 2010

Fuerza y honor

A la memoria de Juan Antonio Cebrián (1965-2007)
Fuerza y honor 

Hubo un tiempo en que un sabio habitó entre nosotros,
la noche daba sentido a su vida.


Hubo un tiempo en que una cohorte de filósofos
levantó la mirada y caminó
hipnotizada por la magia de las ondas.


¡Oh, capitán, mi capitán!, guiaste corazones
                                                                   - también el mío -
bajo los treinta y dos rumbos del misterio,
con la espada de tu voz siempre en alto
como hicieron tiempo atrás tus favoritos.


Despertaste la Historia dormida del eterno pasado,
paseándote por las Pirámides, conquistando Persia,
tal vez entrando en la mente de mil napoleones
o quizá en el alfanje de un moro sin nombre;


y es que decir Cebrián hoy es invocar una leyenda,
porque aquella noche en que cambió el curso de la historia,
tu querida Historia,
todos sabemos que marchaste a saber un poco más
dirigiéndote con la cabeza alta a Alejandro Magno,
a Pizarro, a Sócrates, a Chindasvinto,
porque, en el fondo,
                              sólo sabías que no sabías nada.


Aquella Noche Triste que te vió marchar
todos fuimos Espartaco, yo también fui Espartaco,
tú fuiste Espartaco.
                               Porque la leyenda es inmortal,
bien lo sabes.
                      Entonces fue hora de marchar,
y te marchaste sin decir cuándo ni adónde.


Nos has dejado solos, Gran Maestre, como un padre
que sin remedio abandona tras de sí a sus hijos.
Sólo me consuelo al dejar volar mi mente
pensando que el recuerdo seguirá en los infinitos corazones
unidos por el calor y el misterio de tu voz,
y que, estés donde estés, maestro,
serás siempre mi Rosa de los Vientos.