lunes, 21 de marzo de 2016

El paraíso recobrado

[EN CONSTRUCCIÓN]

Para mis eternos compañeros de viaje:
Charlie, Mario, Elena, Alex, Alfonso, Gema, Julia, Fran,
Javi, Natalia, Arantza, Macarena, Lucía, Camil y Aníbal,
por la mejor semana de mi vida a vuestro lado. 
 
 Olas gigantes que os levantáis bramando...
(Bécquer)
Onde a terra se acaba
e o mar começa...
(Camões)

Cuando Natalia, en el avión, abrió los ojos,
los tahúres dominaban el silencio
resistiendo con cautela los envites de las nubes.
Bosquejos de sueño en la primera fila,
corrientes de miradas escapan deshaciendo los inviernos.

Cuando Elena despertó, súbitamente
el mar se había tragado la tristeza,
el fénix blanco seccionó la angustia.
Entonces gravitó la sombra del Echeyde,
mencionando sus ráfagas de azufre
taciturno en la distancia.
Después de unos segundos, se abre el cielo
revelando la silueta accidentada de las islas
en agónica batalla con las olas.


La tierra termina y el agua resucita,
con el mítico Olimpo a nuestra espalda
tildado de hielo y fuego.

Buenavista del Norte despierta
con corales de espuma antigua
tras noches de piedra intensa.
Sigo buscándote en la niebla.

Sobre la sombra conminuta de las nubes,
las ráfagas de pájaros cortaron
el atardecer verdoso en La Gomera.
Veo visiones,
                       constelo
                                      las luces como espadas;
en la cima de los vientos,
el mar narra las guerras olvidadas,
amores de timple y sal perdidos
ocultos parcialmente por la sombra de los dragos
y un rostro de espuma diluida en una rosa.
Miradas somnolientas
y aromas incoherentes del silencio submarino.
Las nubes forman pájaros de viento,
las águilas vigilan
el canto inesperado de estas tierras.

Y el silbido desgarrante de una pelota de golf
que ametralla sin sentido la belleza del paisaje.

Al caer la tarde,
las piedras del camino marchitaron
la mañana iridiscente de llanura y plataneras.
Sobre la arena rojiza,
Fran medita una verdad de percepciones
que interseca el silencio de la gaviota perdida.

Y de pronto,
la noche más ágil,
Lucía paró el taxi.
Ruge una máquina voraz en Los Cristianos.
Con arcaica sobriedad,
Achamán contempla su creación
de fuego y de palabras.
Maca y Aníbal impresionan de imposibles
con sus pasos contundentes de bachata
sobre el lecho tenebroso en los enjambres
incorruptos de la noche
que orbitan por nosotros sin quererlo.

Danos música y bailaremos,
danos luz y viviremos,
danos tierra y será nuestra.
Y este mar, y aquellos mares,
nos podrán acometer con el bramido interminable de su muerte,
mas lo eterno ya reposa sobre crótalos de hierro,
sobre tierra firme y lenta, sobre arrecifes de sonrisas.

Ellos son el crepitar de una ola última en esas rocas.
Son la rima de Bécquer en la cima de un acantilado.
Son el cuarto abrazo de la senda.
Son el manto de faroles que acompañan mis versos.
Son los pájaros posados en el mirador lejano.
Son la llama siempreviva que justifica los inviernos.

El tiempo no murió para nosotros. Revelemos.
las angustias ya vacías
despojadas del baluarte de silencios
del arpegio malgastado del olvido.

Jamás escribiré mi tiempo sin vosotros.




Tenerife, del 13 al 20 de marzo de 2016