jueves, 17 de enero de 2013

Insomnio - "Nº6. El retorno de los brujos"


Dedicado a todas esas personas
a las que tanto echo de menos en estos días inciertos


Son noches acusadas por todos, para todos yermas, vacías, desesperanzadoras. Son llamas de crudo invierno hermético en el bastión sin memoria de la vieja Estigia. Y aquí estamos, perdidos en la bruma matinal, destructivamente utópicos, anhelando que el ambiente de hada y polvo se nos quiebre en la mirada fulgurante de otros tiempos venideros. Sólo son intentos de poema en prosa que transformo en designios airados de vanidad ecuestre, con la miseria puesta en el porvenir, investigando en el ocaso de la mente. Y se va, se va todo; se escapa de los nidos que creamos en metáforas incrédulas que se pasean, eméritas peripatéticas, por las nubes fastuosas gobernadas por los sueños. Es el retorno de los brujos. De los de papel radiodenso en vidrio esmerilado. Y abandonando la trémula desgracia del concepto clínico, el cajón de pino (pero no el que turba mi pesar dormido, sino el puro, ingeniado en la maleza de los campos para conservar el legado de los tiempos, por lo menos de un primer cuatrimestre asaltado por quimeras) se recrea en fotosíntesis de tinta, en complejos enzimáticos cargados de aberraciones termoquímicas, que nos miran de reojo arriba y abajo y de izquierda al centro y nos absorben, fluctuaciones de flujo ectoplásmico de las que trato de escapar, pero el poder electronegativo que despeña la última tormenta sombreada de grises de ficción desmerece mis esfuerzos y me lleva al Holocausto. Hélas! Hélas! Son noches de influjo incierto, dicen estrellas unos, yo digo pluma (no pasara de bolígrafo) y desvencijados ideales. Yo me aferro al común de los mortales, a la otra parte, a la vida que nos queda encrucijados en abrazos. Abrazos que partieron, que rompieron en la roca, mas que vuelven cuando más se necesitan. Ritual recíproco de pureza e intimismo, que recuerdo vagamente, simpáticamente, cerúleamente, hipocampalmente, cuando el eco desvestido por la tierra de una inserción, de un uracilo, en el la sencillez de un refrescante sabor a linfocito T naïf o en la gruta de un mago africano, te vuelve a llamar, ahí están las sombras de la vida, recuerdo tan cercano de un palpitar lejano, para clamar al viento (o más bien, rezar por los trocitos de tu alma) con voz de medio anfiteatro de coro amparado por el inviolable escudo del cariño: «Sigue, no te rindas». Y dirán las estrellas una tarde de febrero: «Ven.», y en su dulce amanecer, iré. Y después será final de finales y principio de principios. Luz. La vuestra.

Escritura automática. 17 de enero, 1:13

lunes, 14 de enero de 2013

Viajero del tiempo

Soy eterno viajero de sueños e ilusiones.

Manolillo Chinato, Amor, rebeldía, libertad y sangre



El entorno, conmovido, de una tarde
de incorpóreo y danzante marzo
rebosa de juventud
coartada
por el filo de seiscientas treinta y cuatro hojas
de afilado papel
sedientas de pluma imberbe. Ruge
la nieve en la planicie
trastocada por la vulgar sutura, y el humo
de Madrid vista desde lejos.

Aquella lejana estación. Polvo, marihuana,
ladrillo quebrado
en la tempestad ácida de las sombras
en hieratismo patognomónico de piedra sobre piedra
contemplan
la rutina hirviente de los haces de penumbra
que transforma en el vagón su melancolía
compartiendo maleta con algún recuerdo
colgado de las barras, sintiéndose
ejecutivo por un día, estudiante
de Medicina a tiempo parcial,
madre de ocho a tres.
                                   Los hilos
de plata que mecen los destinos
te susurran al canto escabroso de las estaciones
      pero de las de verdad, de las nevadas cumbres
      que depositan por parejas a los viandantes previamente advertidos;
trenes
  que te invitan a elevarte a la calma
  de la noche,
en un vistazo,
   se escapan las rutas de entre los dedos,
   o en la tinta de un antracótico Veinte minutos,
y los trenes,
   como el acontecer mismo del tiempo
   que nos busca y nos separa,
   que levanta anhelos,
   esperanzas,
   temblor fino de arena remotísima,
vienen y van, y nos dejan
penachos de nieve en la sombra del camino
para seguir el rastro
sin rumbo fijo
y ahí están,
   y la nieve borrará sus pasos,
   y será el fin.
   




Estación de Zarzaquemada (Leganés), 14 de enero de 2013. 14:38 h


martes, 8 de enero de 2013

Augurio

Algún día
agotaré los tomos de poesía
como el herrero que se queda sin materia
prima.

          Entonces
será la nada,
volaremos en busca de otros nidos
de cultura
para vencer con joven espíritu impertinente
el crepúsculo del tiempo que nos viene.

A la salida de la biblioteca.
Leganés, 8 de enero de 2012, 

viernes, 4 de enero de 2013

ich weiß nicht

El hombre
quiere gritar AMOR a veces, pero muere
en el silencio.

Victoriano Crémer



hoy
es
uno de esos días
que
quiero
decir algo
con
un verso
mas
no puedo

y
lo intento
y
una
y
otra vez

la
mente
en
blanco
                     no
                    hay
                   salida

a
veces
tan solo

GRITAR

              y
                                              en cambio otras
                                                                              callar

y
no
hay
poesía
que
valga
cuando
en
la
piel
sientes
que
domina
el
vacío
que
nada puede contener
la tristeza
aunque
sea
transitoria
o
poco fundada
o
menos
o
más

que
la
pena
aunque
breve
desgasta
y
hunde
y
aquí yace un poeta
deshecho

que
aunque
todo
pase
como si nada hubiera pasado
en
verdad
todo pasa
y todo
queda
o tal vez
no

y te amo
te adoro
más que ninguna otra vez
                                         más
de cuanto puede amarse sobre la tierra
algo que solo puede
descubrirse si se ha subido al Cielo
y
te quiero como nunca
y
observo
con
algo
de curiosidad
que
si pienso en
ti
afloran
las palabras
por
tanto,
me
quedaré
estos minutos
de
poesía
de
humo
                                           pero de humo triste
de
antimateria
pensando en
ti
en
Ella
en
lo único
que da
cobijo y
compañía
a
la triste
soledad
de mi
soledad

Leganés, en una fría noche de enero.
2013