viernes, 25 de agosto de 2017

Itsasoaren agurra (Despedida del mar)

Euskadi,
verdad revelada en verdor infinito,
quimera azulada de invierno
del plomo del viento que abraza
caminos de arena con brazos y lágrimas,
barcos sin rumbo,
sin velas.

Euskadi,
ardiente mirada del mar, incesante
de ondinas que emergen como sables
al paso de los viejos pescadores.
Las redes, incorruptas,
en la roca.

Euskadi,
eterno hogar añil de las gaviotas
que vuelven a tu piedra primigenia
buscando otra verdad,
la llama incuestionable del recuerdo
que evocan tus montañas,

montañas
partidas hoy por coches y viaductos,
clavados en acero y avaricia
los límites quebrados de tus fábricas;
tu noble atardecer, cruelmente ahumado
por la mano del hombre.
En el valle de Trápaga,
las obras de la A-8 ya habían sido
cantadas por Homero.
Las negras grúas esconden las estrellas
del puente de Bizkaia.

Ya aquí no quedan águilas,
Euskadi.
               (La cola de turistas japoneses
es uno de los pocos
objetos que se ven desde el espacio.)

Los leones de Bilbao rugen callados
al borde de la ría.
                               Finalmente
la catedral estalla:
recorre el kalimotxo cuesta abajo
las Zazpikaleak,
y llegan los de siempre a reventar
el júbilo del resto,
asciende la marea, viene la Ertzaintza,
se elevan las botellas y las porras,
que si tú has dicho gora Euskal Herria
que si yo he dicho Euskadi askatasuna
(que he dicho eskerrik asko,
gilipollas)
paseando un chino por Sabino Arana
se llevó una hostia de regalo
(si apenas habla castellano, pobre chico)
gritos de independentzia y otros versos
euskéricos que ignoro por completo.

Un cristo.

En fin,
que quede claro:
                                 Euskadi
es más que una bandera
o un problema.
Euskadi es un vergel pintado a mano
que miran de perfil los Pirineos,
que acunan y bautizan con su nieve
los viejos caseríos.
Euskadi es el cayado
de todos los pastores de Idiazábal,
el primer txakoli de un buen viaje;

Euskadi,
roca cálida,
ya añoro tus campanas escondidas
entre higueras y el océano pedregoso.
Y este último recuerdo,
encubierto de blancura sobre el cielo
desnudo de un vuelo de Lufthansa
regala a mis sentidos
tus últimas palabras como bertzos
que invaden mis neuronas
y velan hasta un próximo reencuentro.



Vuelo LH1825 Bilbao-München-Hannover
Flughafen München, 25 de agosto de 2017, 14:38h