jueves, 6 de agosto de 2015

Contemplación

Godzina z nocy na dzień.
Godzina, kiedy ziemia zapiera nas.

Wisława Szymborska

Tan sólo el ulular de la lejana cafetera
perturba la quietud de la mañana misteriosa.
Y todas las mañanas son iguales:
bajar a preparar el desayuno,
pasar las horas muertas mientras miro
con aire de recluso londinense
pasar las estaciones y las tardes del invierno,
parar para comer, morir de sueño,
volver a mi académica prisión,
cenar, dormir muy poco, malvivir.

Las épocas de exámenes son crueles
y pienso, sólo a veces,
mis años potenciales de juventud perdidos.
Recuerdo a Gil de Biedma en cada copa
y quiero dar la vuelta en el camino
que no tiene regreso.
Parece que han pasado ochenta años
y siento que la vida se me escapa.

Me siento en el Van Gogh por las mañanas
a ver pasar la gente y caer la lluvia.
Me llevo este cuaderno y una sombra,
un té de frutos rojos con tostadas
y electromiografía en el desayuno.
A veces tengo ganas de escapar en un caballo
y hacerme pensador en el exilio.
Conmigo ya no va lo de estudiar
las listas de palabras en latín,
los libros que sin fin ni acabamiento
me agotan en espíritu.

Es cierto que no volveré a ser joven.
Quizás sea más verdad que la Bioquímica.
Curar a los enfermos no me llama.
¿De dónde
vendrá el caballo que me lleve lejos?
¿Por qué no regresar a los recuerdos?
Prefiero ser feliz a inteligente y aburrido.
Dejadme que me marche a la aventura.
Dejadme contemplar las mariposas.
Saber por qué, no importa.
Sólo
        admira.

Café Van Gogh, Madrid, 15 de enero de 2015
10:48h