lunes, 14 de enero de 2013

Viajero del tiempo

Soy eterno viajero de sueños e ilusiones.

Manolillo Chinato, Amor, rebeldía, libertad y sangre



El entorno, conmovido, de una tarde
de incorpóreo y danzante marzo
rebosa de juventud
coartada
por el filo de seiscientas treinta y cuatro hojas
de afilado papel
sedientas de pluma imberbe. Ruge
la nieve en la planicie
trastocada por la vulgar sutura, y el humo
de Madrid vista desde lejos.

Aquella lejana estación. Polvo, marihuana,
ladrillo quebrado
en la tempestad ácida de las sombras
en hieratismo patognomónico de piedra sobre piedra
contemplan
la rutina hirviente de los haces de penumbra
que transforma en el vagón su melancolía
compartiendo maleta con algún recuerdo
colgado de las barras, sintiéndose
ejecutivo por un día, estudiante
de Medicina a tiempo parcial,
madre de ocho a tres.
                                   Los hilos
de plata que mecen los destinos
te susurran al canto escabroso de las estaciones
      pero de las de verdad, de las nevadas cumbres
      que depositan por parejas a los viandantes previamente advertidos;
trenes
  que te invitan a elevarte a la calma
  de la noche,
en un vistazo,
   se escapan las rutas de entre los dedos,
   o en la tinta de un antracótico Veinte minutos,
y los trenes,
   como el acontecer mismo del tiempo
   que nos busca y nos separa,
   que levanta anhelos,
   esperanzas,
   temblor fino de arena remotísima,
vienen y van, y nos dejan
penachos de nieve en la sombra del camino
para seguir el rastro
sin rumbo fijo
y ahí están,
   y la nieve borrará sus pasos,
   y será el fin.
   




Estación de Zarzaquemada (Leganés), 14 de enero de 2013. 14:38 h


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