domingo, 24 de septiembre de 2017

Y diez

Tu nombre,
tierra feliz que entre blancas cortinas
dejaste,
tu dulce pelo acariciando la guadaña
palabras susurrantes de morfina.

Aquella madrugada
tuvimos que inventarnos la tormenta,
alzar nuestra mortaja,
romper nuestras palabras de ceniza.

Pero nos enseñaste
que hay un lugar infinito
donde los ataúdes son transparentes.

A veces me recuerdo
cerrándote los ojos, ya cansados
de la guerra y el luto.

Si el cielo no existe,
que te traigan de vuelta a los paisajes
de marzo cacereño.

Las ranas y los peces rememoran
tus vestidos de flores y tus rizos
cuando eras joven y un vergel Peraleda,
el viento del Gualija esculpiendo
los ecos del ladrillo.

Ahora soy médico
y llevo a otros abuelos de la mano;
en cada uno, tu risa
                     tu llanto,
                     tus palabras,
                     tus años.

                                      Tu ausencia.

Leganés, 7 de julio de 2017
(completado el 24 de septiembre de 2017) 

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