Con la tristeza del último beso de amor
antes de partir al desierto del olvido
me apresuro a escribir esta canción desesperada
antes de que mi amor vuele hacia ti y se pierda entre la bruma.
Con el pesar del enamorado que sin quererlo
ve subir a su amada al vagón de un viejo tren gris,
oyendo el rugir de la locomotora del olvido,
y la despide con amargas lágrimas que caen sin remedio en el andén.
Hoy te escribo allá donde estés, sin poder amarte,
quiero ser la luz nueva de tu horizonte ensombrecido,
y aunque no pueda sentirte, princesa, estoy a tu lado,
siempre estoy allí donde tu amor me invoca.
Una suerte de lamentos llenan mi boca y mi corazón
y poco a poco se van fundiendo entre mi amor y la lluvia
de este otoño veraniego, de este súbito septiembre
mientras mi corazón desalmado y mi alma descorazonada
planean juntos y sin solución un suicidio colectivo...
En cada beso se va hacia tu boca un pedazo de mi alma
y a cada beso recibo de tu amor varios fragmentos
y así, beso tras beso, caricia tras caricia,
se va puliendo un mosaico de belleza sin igual
donde dos almas se encuentran y amándose se reconocen...
Hoy vuelvo a soñar contigo y sin ti,
deslumbrándome con la pureza de tu amor,
viviendo cada día en que te busco como si fuera el último,
queriéndote cada noche como si fuera la primera;
y así se pasan los días, los meses, los años, sin tenerte
muriendo despacio, verso a verso, sin solución,
soñando con volver a la vida con tu esencia femenina
de mujer enamorada con aroma a flores frescas.
Esta noche es otra más sin tu corazón unido al mío
por la magia fulgurante de nuestros labios soñados
y mientras se pudre de sueño mi corazón helado
me desespero, impotente, recordando tus caricias
hasta la próxima vez en que mis sueños se hagan realidad...
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