miércoles, 28 de noviembre de 2012

Lluvia

El alba de la noche
difumina el cristal de la mirada
perdida de los taxis.

Asisto
a la necrosis de la primavera,
letargo de caricias y miradas
otrora

        en otro abril
                        transfiguradas
en las tardes hipnóticas de un noviembre nuevo
infiltrado de elogios y  de rosas.

Despiertan
las sombras
escritas en el llanto de la tierra,
tercamente escabrosas.
Danza macabra.
Afasia.
Tiempo de alucinaciones visuales.

La noche del diluvio. Con la mirada puesta
en el cantar de gesta del habitual silencio,
aquí me hallarás, camino del suplicio,
confundiendo mis versos con realidades,
con el alma derrotada del deseo.

A la luz de tu trémula sonrisa
nacarada, inviolable, fenestrada
                                         de misterios
en penúltimas paradas de autobús,
pulquérrimo vidrio,
                               —testigo
del paso de los años y los hombres
bajo las nubes
lacrimosas de lóbregas mañanas
malditas,
hipnotizadas en la mirada de la luna
evocando el rumor callado de la tierra.

No me gustan los días de lluvia.





En el autobús, 8 de noviembre de 2012.
07:26

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