jueves, 9 de febrero de 2017

Los versos baratos

No folles.
Esto es importante.
Siempre es mejor bailar toda la noche.

Los poetas están muertos.
Ya solo permanece una vil caricatura
que el vulgo zombifica,
que aplaude y lee y canta y tararea.

Los que hace algunos años
recordaban a Machado, a Federico...,
ahora son,
estrictamente, estúpidas siluetas
que copian su verdad
de un trágico ortoedro de aluminio,
que buscan "polisíndeton" en Google.

Es fácil: te despiertas una tarde
que estás muy inspirada, y te meas
sobre un papel en blanco, y se lo vendes
a Donald Trump por diez mil machacantes.
Es fácil, insultantemente fácil,
sembrar entre tus versos las palabras
"correrse", masturbarse", "lubricante",
no tienes que decir nada coherente.
Si quieres parecer inteligente
contrasta una metáfora copiada,
mejor si es de Luis García Montero,
que ahora está de moda,
tal vez una de taxis o de puertos;
y ponla en una cita a la derecha,
confiesa que has leído
y muéstrale a la masa tu lado cultureta.

Un paso más:
explora algún café de Malasaña,
increpa a algún cliente con sonrisas,
invítale a una caña
y pon tu nombre en una servilleta
(mejor si está arrugada).
Tú di que eres poetisa
y sácate unos libros con tus versos obscenos,
te miras al espejo en el papel
—los rayos incesantes de la luna de Madrid
refulgirán en tus cabellos y en tus "piercings"—
y enrocas otra vez, ¡porque tú puedes!,
tu canción de narcisismo.

Quizás a la primera no lo logres,
tranquila,
no cejes en tu empeño.
Los libros de Estadística confirman
que un día se sentará Benjamín Prado.
Y, ¿sabes?, sin haberlo planeado
serás la gran portada de las tiendas,
serás la gran gurú de los "milennials",
verás tu propio nombre en las paredes
en Colombia.

Es fácil
reventarle la cabeza a los lectores
que pagan sus impuestos de cultura
buscando consumir versos baratos.

Y no,
ya nadie baila.

En el metro,
Madrid, 9 de febrero de 2017, 19:07

No hay comentarios:

Publicar un comentario