miércoles, 20 de marzo de 2019

Tres cañas

A los mejores compañeros que uno honradamente podría merecer. Sean miles los reencuentros.

Feliz aquel, beatus ille, el que
despierta una mañana en infinita
blancura en la memoria.

Porque hay mañanas tontas
que abres, con mal criterio, el ojo izquierdo
diciendo que Alcorcón
tal vez es una opción más bien decente,
tal vez es algo noble
vivir por los pacientes, renunciar
al caldo de cultivo
al apesadumbrado tacto del
murino descarnado.

A veces te levantas con el "algo"
de hablar hacia otra parte,
mirarle algún parámetro al enfermo
en vez de los laureles,
en vez de la miseria de la loza
cretina y peregrina

Sin ese despertar,
sin ese "por qué no" confusional,
las águilas, la parca, habrían tejido
su luz hacia otro lado,
el canto derramado bajo el páramo
nublado de la ciencia.

Diréis que el enolismo
encierra en fauces propias un recóndito
altar a la esperanza

Pero seämos serios.
¿Qué sería de mi tiempo sin vosotros?

Pues digo, en este estado lamentable,
que no hay un taxi más dulce y propicio
que donde vuestros ojos me acompañan.
Vivid, y que el recuerdo nos salpique
coronas de verdad, cimientos blancos
el dócil, impertérrito soñar
de un nuevo caso clínico a las tres
de la mañana;
no sé si en el invierno una canción
fea, gris, inédita
podrá retrotraernos a esta empresa
amada en el recuerdo
varado en nuestra pobre eternidad.

Seguid aquí, o allí, mas sed eternos.
Que corran la cerveza y el cachopo.
Que vuelva la amistad a ser la reina
de esta noble primavera que despierta
con el futuro incierto
mas el presente cimentado
en auras de calor,
abrazos deseados como encuentros.

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