jueves, 12 de diciembre de 2019

Creador

Glänzende Götterlüfte
rühren euch leicht,
wie die Finger der Künstlerin
Heilige Saiten.


Friedrich Hölderlin

in memoriam Vicente Aleixandre

Hoy soy mi propio Dios.
Esculpo mi cerebro
de un modo inexcusable e inequívoco.
Soy un creador de formas en el magma
templado de mi cráneo.

Mas no me basta. Es claro
que todas las lisonjas que ahora inventan
mis circunvoluciones
habrán sido otorgadas por los rostros
que observo cada noche
cuando el mundo se apaga. Y cada vela
se deshace en la mesa
como una naturaleza muerta en el museo
mientras recorren de humo las mujeres perdidas.
Transformo cada huella y cada nube en papel
mojado de recuerdos, vendidos y comprados
en el grande teatro de la inercia,
de las vidas impuras de este tiempo:
es bitácora absurda, es hiel en cada página.

El alma de esta vela, en desfallecer temprana,
ciñe un cordón de plata,
un verso que nos ata, astral: axón de azogue
callado y frío. En suma: inhóspito.

Pero he aquí el destino crudelísimo
del hombre que invirtió
su tiempo en transformar aquellos pájaros
en pinceladas ciertas que todos codiciaban.
Para que los colores entramen el vacío
y el barro se haga carne y habite en el cerebro
profundo e irrompible
de las memorias ciegas, de la gentil pureza
de un toque de caricia femenina en ese o aquel parque.

Recuerda estas palabras
cuando quieras amarla por querer
decir que la has amado.
No hay recordar en vano
si cada forma ingenia sus miradas
y se materializa en la mano tendida
que empuña pluma, grito, arias de nuevo cuño,
cientos de gaviotas revoloteando en mi pecho,
la sutil taquicardia deseando encontrarte.
La vida se recorre en unas horas
que transcurren pausadas en la noble condición
de la literatura.
Y si ella te ha encontrado, búscala.
Quizás, si en esas formas que anhelabas
existe una canción por escribir,
colócala en sus labios y dicta con el alma, Prometeo,
y besa con la carne, y cada forma
que tu habías ideado
corresponde al milímetro
exactamente allí, donde quisisteis,
donde estuvo presente aquellos meses
de ausencia y convulsión
cuando la deseabas como a una joven rubia
que, desnuda, abraza el agua fresca:
Ondina casi albor, mi serenísima creación
que puede ser tan cierta como amarga,
y que es tan confiada como abyecta.

Reconozco este instante
cuando en mi faz incrédula
que vive contemplando sonrisas en estrellas
la duda ejerce sombras
en el plano inclinado de mi suerte.
Llegué a esta conclusión: no hay un destino,
debo reconstruir cada pasión
con delicados lazos y la urdimbre
cercana y generosa
que sólo en los abrazos se puede despertar.

Hoy soy mi propio Dios
más no creo la materia ni las leyes herméticas
que rigen mi creación.
Desfilan mis amores de negro sobre blanco
y carne bajo añil, blanco y secreto
glorioso que en tu cuerpo se consuma.
Alguien recogerá en el papel las manos
tremóricas del pobre ser de lumbre
que el tiempo ya no aviva, que lucha por seguir
siendo su propio Dios,
esculpiendo otro nombre en otro amor
sin que desee hacerlo.

Pero en la vida es tarde, incluso para un Dios,
llegar a tiempo al germen de la historia
y remediar en fin la razón de mi angustia
vital, contrasentido
que danza en giroscopio por los mares del tiempo
sonando la clepsidra sin retorno.
La edad ingobernable se despide de mí.
Hoy sólo busco luz
para mirar sin miedo hacia el otoño del espíritu.
Encuéntrame, candela
inocente, coreica, tan dulce, suntuosa,
que así te quiero yo en cada segundo.
Así te quiero yo, discreta y poderosa.

Leganés, 13 de diciembre de 2019
02:01h

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