sábado, 13 de agosto de 2011

Neurosis de angustia II

Estúpida soledad que atormentas mi alma desconsolada en esta noche de agosto, 
respóndeme
                    por qué siento la ausencia desesperada del corazón en mi pecho,
angustiado sin remedio en un pozo sin fondo de amargura harta de ser contenida;

                    por qué mi vida es infernal desierto, gueto de penurias,
sangrando estoicamente el recuerdo de un amor que no cabe en la inmensidad del universo;

                    por qué se pudre mi alma a trozos en contra de mi voluntad,
queriendo amar y sin poder hacerlo mientras se cae el cielo sobre mi cabeza;

                   por qué desisto de añorarte sin quererlo, reafirmando mi dolor,
descontrolado en la lucidez diabólica de una cabeza que da vueltas alrededor de una guadaña.

Me estoy muriendo por dentro y no sé por qué mientras mis palabras escapan de mi boca
curtiendo con semántica imprenta este frío papel que se descama con la mirada perdida...

¿...debería saber
por qué me consumo en pedacitos?

¡RESPÓNDEME!


Cubre de una vez con tu voz de acero y piedra esta Sodoma anegada que se mece en tus dominios
llenándome de soledad cada vez que vislumbro tu negra capa en el firmamento de mis sueños perdidos,
tortúrame,
                  destrúyeme,
                                       elimíname,
                                                          ¡termina conmigo de una vez!
¿Te divierte acaso verme así?
                                               Mi único pecado ha sido amar,
                                                                                                   ¡tan solo eso!,
                                                                ¡amarla, y nada más!,
                                                                                                  amarla sin pedir nada a cambio.         

¿Es que no puede haber paz para mi alma

                                         en esta afrenta de locos que se desvencija con el eco de tus susurros malditos?
Disfrutas con mi dolor a cada instante,
                                                               me carcomes,
                                                                                     me disuelves en tus hechizos desasosegantes.
Yo ya no soy yo,
                          ni ya nada es lo que era,
                                                                tan sólo pervive un espectro del pasado de este poeta
aplastado por la lápida, cosiéndose los trozos de su inútil corazón que se desvive por seguir latiendo en soledad.

Escribo con el corazón invocando a los vientos sin que me escuchen,
                                                                                              delirando
               con las sombras de mi caverna olvidada por el mundo,
                                                                                              deseando
               huir de esta vida miserable que paso solo y abandonado para ir a buscarte dondequiera que estés.
 

No desesperes, amada mía, pronto iré a buscarte si los vientos nos son favorables,
ni siquiera el insomnio desolado al que me enfrento tumbará al poeta de pelo de estropajo.
Nada podrá conmigo.
                                    Desde mi ventana con la soga al cuello divago en los reflejos de la tormenta
desafiando la furia incandescente de los fantasmas que aprisionan mi cabeza en adamantino cepo.

              Tentado por la Muerte, soporto hierático sobre el tejado al aroma de la luna llena,
              empujándome al abismo de las dudas con artimañas truculentas forjadas al calor del Averno,
              despojando la esperanza de mi rostro con demacrada y demoníaca voz desde mi sombría ventana;
              «no te ama,
                                  ven y sálvate en mis brazos antes de desvivir en los suyos.»

Pero el corazón de este poeta
puede más que los embrujos del infame espectro que ante mí se presenta.

La soledad se apodera de mis sórdidos instintos que otrora dominaron el camino de mi vida junto a ti.
Necesito amarte.
                      Necesito que me ames.
                                                       Estoy miserablemente solo en esta anarquía de angustia infinita.
Necesito ver el brillo de tus ojos en el firmamento para dispersar la bruma sin fin en la que me he hundido
sin buscarlo ni quererlo, sólo por querer amarte demasiado en el silencio de mis sueños endemoniados,
tan sólo intentando acercarte a mi fantasía en la que vivo, a mi pesar,
tramando sin remedio tu clemente Parusía y el perdón de tus labios.
Sólo así salvarás de la guadaña a este pobre corazón destartalado que se decide entre tus ojos o el deceso.
Mas si te alejas de mis sueños, amor mío, tan solamente un poco,
permitirás que salte al vacío hacia las entrañas de la tierra y vencerán los ángeles negros.
No te vayas nunca, no me dejes más solo de lo que ya estoy, o todo habrá acabado para mí.

La locura alcanza extremos desorbitados para el común de los vivos, te lo aseguro,
y de morirme pronto, ha de ser entre tus brazos.

Algún día, alguna noche, volveremos al Paraíso del que nunca debimos salir,
te lo prometo.
                          Bajo el yugo del terror reitero mi juramento sellado en tus labios
de amarte infinitamente y sin límites hasta que la oscuridad me segue el cuello.

Mientras la lluvia de agosto me borra de las calles sin nombre
me invade la desesperación y vuelve a apuñalarme con sus trece espadas emponzoñadas de mentiras,
y cada mañana me desvivo en curar las heridas producidas por su metralla de venganza...

...mas hay heridas que no cicatrizarán nunca.


Leganés, 13 de agosto de 2011, 02:10

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