jueves, 28 de marzo de 2013

Punto de partida

A mis queridos amigos Alfonso, Gema, Julia, Alex, Javi, Natalia, Arantza y Aníbal,
y tantos otros nuevos amigos y compañeros que aparecieron en el camino,
por nuestra aventura inolvidable.


La amistad es un alma que habita en dos cuerpos;
un corazón que habita en dos almas.

Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro VIII 

Ubi est antiquus
meus amicus?

Anónimo, Codex Buranus (s. XIII)


Para los demás
aquella puerta no era más que un trozo de cristal
flanqueado por señores de rojo.

Nos contaron,
mil y una noches,
que la arena era otra cosa.

Nos hablaron
del poder purpúreo del deseo,
de ramos de voluntades idiopáticamente constructas
sin demora.

Nadie nos miró en árabe.
Tan sólo
fuimos pasto de las hienas
del desierto.
Incrédulos de asfalto,
hoy cruza las montañas una mirada perdida
en el puerto
y
pródigos
subimos a buscarla
como la luz del día sobre las tierras altas
que nos vieron levantar
salir
soñar
caer
entrar
resucitar.

Con la insatisfacción pasajera del cúmulo de angustias,
viajante de recuerdos, apuesta del incierto sueño,
despierto la imaginación trémula de la sonrisa
de medianoche
que juega a ser pretérita princesa,
sutilmente incompleta;
que sueña
intuitiva, constelada,
la vida remansada en el ocaso
del viaje infinito,
del alma coagulada,
de los ojos que viven para contarlo.
Escapamos
                  (dicho sea de paso)
con la mirada perenne en la otra parte
consumida por la arena y el tiempo.

Ilusiones
que renacen con las sendas de miradas
de abril.

Salimos del páramo agrietado
de encuentros y pasiones
que escapa del tiempo solitario,
que se muere
con las últimas virutas del presente desgastado.
Algunas angustias,
       las púrpuras grisáceas que un día
       siguieron el camino y nos contaron
       relatos de la otra tierra, campo atrás,
       allá donde se pone siempre el sol, y los árboles
       son de melancólica distribución
,
caminan solitarias.

El ansia espasmódica del regreso tembloroso
exhorta los hierros quebradizos
del misterio descompuesto
de los atardeceres
de marzo
tunecino.

Cuando parece
que no quedan luces en la bruma,
el desierto que en un tiempo fue liviano
se vuelve ansioso,
sufridor,
ejecutor.
               Pero
allí donde se atisba un camino cortado,
donde la perdición amarga del viajero abrupto
parece consumar un viaje sin propósito
difícil y eterno,
hubo vida,
luz de media luna más allá del túnel,
cruce de caminos
que nunca debieron separarse,
espejo recordado, polvo enamorado.

Disfrutar del momento
efímero, peregrino,
volver atrás,
donde habitan las luces sin sombra
y los amigos.
                       Y aquí estamos,
transcurriendo el cruce
like the good old times
pero
el tiempo pasa
y la túnica de sombras del invierno
no reposa en el sepulcro todavía.
Es tiempo para los sueños,
la vida y los recuerdos,
para hacer infinito lo finito,
para volver atrás una y otra vez,
sentir augurios de buena voluntad,
luchar contra los sinsentidos del presente maquiavélico,
advertirnos férreos
y cálidos,
deshacer lo incrédulo y perverso
de este tiempo que nos clava a la pared,
que nos separa,
que nos recuerda lo que fuimos,
que nos llama a lo que somos
y seremos,
predilección de nueva primavera en el reposo del alba.

El tiempo pasa.
No queda sino el aura
de nuestra vida.
Tan solo el eco triste
de los recuerdos
que marcan los senderos
poco indicados
que cogieron, erróneos,
otros poetas
de principios de otoño
sin intuirlos,
sin advertir la sombra
que uno soñaba
vacía de pensamiento,
sólo aparente,
y que se haría después
neblina y polvo.

Pero todos dijeron
(eterno incrédulo
fui; más bien, engañado
por la ilusión
cedida en otros tiempos
y que no quise
deshacer de mi vida
ni de mis sueños)
que estas historias
no acaban bien,
que la sombra del verso
yerra también,
como fue demostrado.

Ahora sé
dónde moran las palabras
de cariño.
Sólo quiero
transigir en sólidos bastiones,
volver a la memoria
los tiempos pretéritos queridos,
donde habitan las luces del recuerdo
y escapar,
fuga y misterio,
para volver a la senda que nunca debí dejar,
para dejar de soñar
con el encuentro fortuito del cruce de caminos.
Quiero volver al camino.
Donde se esconden las luces
a las que nunca hube de renunciar,
Donde habitan los abrazos.
Donde se puede soñar
sin que nadie me lo impida
tergiversando en auroras de vanidad
los sueños de una vida.

No permitiré
que el eco rezagado de la duda
nos separe una vez más.

La aventura nunca debió tener fin.
Volvamos a empezar.





Hammamet (Túnez), 24 de marzo de 2013

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