sábado, 10 de octubre de 2015

Granada, 1936

 Voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir...

In memoriam Federico García Lorca 

EL ACERO

La plaza, de madrugada.
Sacude los negros velos
un temblor de navajas.
Bajo las rocas fluye
la sangre yerma del alba.
Arpegios de muerte
se esconden entre las ramas,
piedras de bronce e insomnio,
reflejos de plata blanca.


 
¡Que ya vienen, Federico,
que ya se oyen las guadañas!


 
Tres soles grises presagian
sobre la carne empedrada.
Lejanamente se escucha
suplicar a una guitarra.
Más allá de los campos,
dieciséis campanas cantan.
¡Ay del cristiano
que se olvide de escucharlas!


¡Que ya vienen, Federico,
que ya se oyen las guadañas!
 
El trinar de la madera
no lo escuchan las palabras.

 

La plaza, de madrugada.
Los aceros que se ensartan
como una cruz de miradas.
Cuatro sombras que desfilan
embozadas en sus capas.

(¡Que ya vienen...!) 

Y llegaron los tricornios
como una túnica pálida.
Madera, llanto.
                         La muerte,
de azahar y de naranja.
El mar deja de moverse,
y sólo un azul silencio
corta el viento de Granada.

Ya vinieron, Federico,
ya sonaron las guadañas.
Ya acribillan tus sonrisas
los plomos de la mañana,
y la tierra, herida, muerde
los despojos de otra España.


EL PLOMO

Aquella noche
contra la tapia
llegó su hora.

Llantos de caracolas
llenan la noche de espanto
y amapolas.

¡Ay, Federico,
siete cartuchos
sobre la tapia,
las siete cuerdas
de una guitarra!

Sangre gitana
y ecos de bronce
que lleva el agua.


EL SILENCIO

Cuatro gitanillas vuelven
por el puente de Triana,
las azucenas prendidas
y las miradas blancas. 

Mataron a Federico 
mientras los granados cantan
por las calles de Sevilla
sus flores de ardiente plata.

Silencio.
Lo asesinaron.
Y no dijo una palabra.
Y no cantó una saeta.
Y no derramó una lágrima.

En el barrio de la Cruz,
el Cristo que se levanta,
con las guedejas hendidas
sobre una sábana santa.

Mataron a Federico
bajo la luna gitana.
Sangre seca en los cuchillos
de la mañana.

Silencio.
Lo asesinaron
las capas de la venganza
y de la muerte.
Con siete heridas amargas
lo sacaron de aquel páramo
Dos ríos hay en Granada:
el Genil traerá su sangre
y el Darro lleva su alma.

La tumba de Federico
con sus seis columnas blancas.

Reposa bajo la arena
con su guitarra.

Cuatro gitanillas vuelven
por el puente de Triana,
las azucenas prendidas
y las miradas blancas.

Leganés, 10 de octubre de 2015

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