domingo, 11 de octubre de 2015

Schumann

¡Ay, el tiempo! Ya todo se comprende.

Jaime Gil de Biedma 
 

En la quietud de las estancias pálidas
donde la noche se abraza con las nubes del recuerdo
renacen tres besos de luz,
púrpura de tres miradas vestidas de blanco.

Mirar atrás,
ver pasar las estaciones
y los pájaros,
la arena en el desierto tunecino
anárquica, incólume,
desvestida de cualquier vestigio de cariño
mientras los cruces dejan
cuerdas de nubes,
hondas purpúreas de sinfonía remota

Historias que regresan,
se escriben y reescriben
nuevas luces de nuevas sombras
y se despiertan
renovadas
inquietas
que buscan unos ojos donde amar.

En otros tiempos fui escritor,
incluso poeta,
pero es mentira.
Tan sólo un ente consumido
que escribe un verso amorfo en superficies cóncavas.

Por lo tanto,
ahora
cuando hayas terminado de leer
olvídalo todo
abre los ojos
y coge aire muy fuerte
porque
esto funciona así:
               le coges
y le besas.
No pidas permiso:
rocíale
con sangre de palabra.
Adopta,
cristaliza
su mirada
delicada,
única
y eterna
hasta que nada quede
hasta que todo suene a Schumann
hasta que dé vueltas el parque con sus barcas
no
pienses
en nada
más que en no forzar la trayectoria
de tus labios.

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