lunes, 16 de noviembre de 2015

Insomnio - nº 7: Introspección

No anhelo que despistes el placer que se atribuye al pensamiento racional.
Me falta la mirada infructuosa del atisbo mal oculto en el desgarro colosal de un infiltrado de sílabas y viento.
Tan sólo socorren la gris escuadra que del aura cabe huir entre las noches de mi insigne prohibición,
desaforada por el llanto y el cantar de las imágenes perdidas en la sombra misteriosa
de los árboles de otoño que gravitan, impertérritos, en claros, desafiantes maleficios recreados.

Intento constelar una metáfora, canción de hojas de frente sosegada,
disparo a medianoche del sentir misericorde de la angustia revelada
más allá de cuanto insólito vestigio recordáremos, ufanos,
en un tiempo de palabras que nos muestran perdiciones de otras vidas más lejanas,
inquietudes ya deshechas de una muerte prolongada, perversión ineficaz de sonetos indefensos
que se quieren escapar de la mirada temblorosa de la hacienda de la idiocia, y descarnar un sentimiento ya escondido,
irrevelable.

Ya no es tanto por codicia, sino sólo por retórica piedad;
yo me pregunto: ¿de qué hemos fabricado los designios
que divergen de la púrpura penumbra de un deseo que se avecina en el presente inhóspito?,
¿es que acaso vale más un sinsentido
que apagar con luz y rastros de vehemencia
aquella llama entretejida de relatos mal contados,
de avaricias desmedidas, de rivales y de muertos?

Yo no rezo por París. Yo los percibo por su indigna desventura. Y con patrones
que devuelven, invisibles, música de la tragedia, quedarán y nos dirán
que hubo otros años en que éramos felices
y guardábamos la noche de secretos y temblores en un cuarto bajo llave.

Ya no hay tiempo cerebral. La noche acecha.
Perdamos bien el tiempo que nos queda.

Escritura automática.
Biblioteca de la Facultad de Ciencias Químicas.
Universidad Complutense de Madrid, 16 de noviembre de 2015, 19:30

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