sábado, 12 de diciembre de 2015

Päärautatieasema

Refulge, serena, la escarcha en viejos cristales
fracturados por el gris constante, eterna niebla.

Las tardes de Helsinki tienen nombre de hierro huidizo,
de lúgubre temblor de un tren en marcha.
El cielo desabrocha verdes ramos,
polvo de eclipse en el límite de atmósferas.

La luna, áspera, fluctuante,
desnuda la fronda del quebrado signo.

Las cabezas de la noche
sujetan los mundos translúcidos sobre la nieve antigua.
Son dos: nieve y y acervo, bajo las amapolas
dobladas por el peso de los pájaros.

Una cohorte escalena de palabras
descubiertas, en las calles, a tu paso,
nos vienen a buscar a la salida,
y el cartel de la estación y esa parada
orbitan y nos cantan algún tango finlandés.

Descarto comprender toda palabra,
proscrita a los viajeros de la tarde.
Construyamos nuestro invierno
al carácter imborrable de la sangre reencontrada,
metamorfosis
consistente con el sol de medianoche.

Estación Central de Helsinki (Finlandia), en sueños
12 de diciembre de 2015

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