lunes, 15 de octubre de 2018

La fase cuatro de Kübler Ross. Primera parte

Yo nunca fui silencio
ni fui olvido.

Aquella tarde,
y era octubre
también, como nosotros,
cuando me despedí
sentía que había coherencia,
¡oh dios, qué grande era
poder decir este árbol
y que hubiera un manzano,
poder decir no vuelvas
y que nunca volvieras...!

Pero es que ya no quiero:
¡aburre el verbo
tan siempre infinitivo
e imperante!
¡Aburre la verdad
tan despojada
de epítetos hermosos,
de ironía,
de juegos de palabras
y de amor!

                         Yo habré podido
estar muy loco por tu luz,
por tu mirada
y por tu cuerpo.

Sabes
          (porque te lo dije)
que en mí habitan los
sueños, ánimos, misterios:
nuestra casa
quizás tan Dinamarca como nunca,
la música, remedio
de nuestra soledad...

Ahora
tan sólo hay unas ramas de secano
en un campo vacío
de esperanzas.
Ahora,
fracasadas,
contemplo sus terribles epitafios.
Ni siquiera hay flores.
 
El día que abandonamos la inocencia
y vino el texto
a darme en la cara con sus letras
se acabó,
murió una parte,
¡qué grandes éramos entonces!

Nunca eres amor
cuando viene el notario.

Carmen.
¿Por qué perdimos la locura?

Leganés, 15 de octubre de 2018, 00:48h

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