domingo, 31 de mayo de 2020

Metrópolis

Hay una luminaria detrás de tus pupilas
para los días de lluvia.
La tarde se ha quedado
de piedra y de miradas azuladas.
Magnética aurora nocturna.
Una nube te busca, y
los hombres te desean entre cortinas.
Pero solo eres tú,
que eres, en el recuerdo y la pintura,
la última palabra
de ingenuos libros, de sueños, cortes, lágrimas 
sobre el papel dormido.
La tarde ya no es mía.
en el breve diluvio transfiguras
tu forma en la novela
inquieta y desbordada de ti misma.
Madrid tiñe la historia:
los cántaros de amnesia abren historias
sobre la tierra absurda.
Ya sé que nada es como antes,
que hallar en el periplo una sospecha
de amor a medianoche ya no importa,
es imposible.

El verso y la taberna se han perdido
en selecta andadura, en la noche de las noches,
y qué.
Tan solo en algún sueño
salpicado de rizos y del filo de estas gafas
existes plenamente y me regalas
el tímido susurro de tu beso.
Volver a la ciudad, como volver
a ti: por cada atardecer contigo
daría mil primaveras, un confín
arrogante de mi hacienda, y los ojos
ocultos en la lluvia y amargos por la tarde  del violín
que dicta mi sentencia y rompe espejos
donde tú y yo nos amamos.

Y tal vez nunca ocurra,
y ahí estás,
en la ciudad sin nombre,
mintiendo sin quererlo en tus abrazos
y abriendo la tormenta
al curso de mi sangre y la esperanza.

Madrid, 31 de mayo de 2020

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