sábado, 8 de agosto de 2020

He visto detenerse el tiempo...

He visto detenerse el tiempo. Incluso
la luz pendular, tibia, en la bombilla,
creyéndose inmortal, fingió ocultarse
detrás de la pared. Todo está nada. Es
un pentagrama blanco de repente
y un reloj pálido. Cristalizado el mar,
arpegiados tus dedos en el denso
espacio del agua, saldrás de mí,
mujer de luna blanca, esbelta, amarga
cuando tus sílabas inciertas reduzcan
mis palabras a una gota de nieve.
Pero dará su fruto. En esta casa,
que tiene estancias –como tú– curvilíneas
y de verano trémulo, revelaremos
la materia de sal, de pasiones abiertas
sobre la diagonal roja del cielo
pintada por tu cuerpo. Duelo tenaz.
Hay sudor y estocadas en tu cama.
No han de durar por siempre. No. Entonces,
estoicamente tuyo, y casi piedra
después de mi arrebato, retrocedo.
Tu penumbra de amor se deshilacha
como tela de lágrima. Parpadeas
para darme la vista. Y todo acaba,
un poco más o menos como siempre,
fumando en tu ventana.

Barcelona, 8 de agosto de 2020

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