viernes, 22 de octubre de 2010

Quasi una leggienda

De amores no entiende el tiempo todavía.
Frágil sentir que en mi corazón habitas,
lazo de sangre y fuego, indómita pureza
más allá de la vida y la muerte
ilumina esta noche a media luz en sombras
con dos jades por luceros llenos de viento y esperanza.

Soledad maldita, que mi pesar cobijaste,
quita las ataduras de mi rauda imaginación
y déjame salir en busca de mi amada...

Dos lágrimas se advierten, directas del corazón.
Tu amor lo es todo y, sin él, yo apenas nada;
sin ti una mitad de mi alma de poeta enamorado
se pierde en los siniestros reflejos de la noche.

Mientras paso las horas de esta madrugada sombría
rodeado de fórmulas, apuntes, libros y sueños a media luz
a veces, entre péptido y péptido, pienso en ti

y recuerdo tus labios sobre mí,
el dulce caramelo que manaba de tu boca a cada instante,
plata líquida temblante y deliciosa que no dejo de beber;
el ímpetu carnal de dos cuerpos en uno
y la inocencia de un amor eterno, legendario,
que un día será aún más si cabe una explosión de sentimientos,
sensaciones encontradas, incombustible llama,
donde ser para ti todo y de ti uno solo será la única
                                                                                       [razón de mi existencia.

De amores no entiende el tiempo todavía.
Mejor así: que tu amor no salga nunca de mi vida,
ojalá que la leyenda perdure en la noche de los tiempos
y seamos por fin el uno para el otro y nada más,
para que seas feliz tanto como ya lo soy,
para que toda la vida prosigas hipnotizando mis sentidos
y para que nuestro amor, ajeno a todo, sea infinidad y perfección.

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