lunes, 21 de marzo de 2011

Delirio de tortugo una noche de marzo

Sucumbido el deseo de tenerte cada segundo entre mis manos,
esta noche deliro con un brillante espectro de lágrimas del alma
que refleja un arcoiris sonoro de pasiones, tu arcoiris,
soledad de dos, que se torna avidez por tus suculentos labios
mientras sueño tus carnosos besos entre mis sábanas.

Añorarte en mi horizonte incierto de quietud y angustia, sigo esperando
sin resultado a que vengas a llenar mi corazón esta madrugada;
con el semblante vacío, entre opacos sollozos de este espíritu atormentado de marzo,
vuelvo a ser tu esclavo, prisionero de piel, de fresas y luceros,
eterno soñador, viajero entre tu pelo, en sublime éxtasis hallado.

Nunca imaginé una tortuga tan mágica y hermosa
habitando el estanque cristalino de mis lágrimas de plata fundida;
nunca imaginé un corazón tan puro y enamorado
debajo de un caparazón de piedras de cultura y cadenas oxidadas
del que quiero desprenderte para liberar tu apasionado sino
y poderte amar por los siglos de los siglos unido a tu precioso cuerpo
sin deseo alguno de separarme de tu hermosa fantasía.

Pero esta noche, esta amarga noche, tampoco te encuentro.
En tu lugar, amor, la absoluta y miserable nada,
una nada silenciosa que anonada mis anhelos más profundos,
una nada quebrada por seis filos de vidrios limpísimos y relucientes
una nada que pudre mis sábanas de aguamarina, que las torna hiel amarga y maldita,
una nada que corroe mis entrañas hasta dejarías en polvo y cenizas.

Pero en lo mas alto del firmamento visible, brillan once estrellas:
dulce recuerdo, sutil esperanza, oh Constelación de la Tortuga,
que iluminas mi camino hacia nuestro encuentro inminente,
mi camino,
               largo pero alcanzable,
                                            hacia nuestra felicidad.

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