viernes, 16 de marzo de 2012

La metáfora de lo transitorio

Que conste que escribir este poema ha sido mi mayor deseo durante años. Gracias por dejarme cumplirlo.


***
Lo indescriptible
está aquí consumado.

Johann Wolfgang von Goethe, Fausto, escena final

El cielo es maravilloso pero sin ti no tiene sentido
...sólo subo allí si estoy contigo.

Laura Hernández, Cielo
Para Javi, Silvi y Elena, porque algunas historias terminan bien.


Medianoche de viernes. La mirada perdida
en esa luna de primavera reflejada en la ventana de un sueño,
como una brisa oculta en este improvisado invierno.
La silueta de la última campana
despierta el sutil devenir de nuestro amor;
sombra y fuego, nuestro amor en lo profundo de la noche,
acunando mis besos
entre algún suspiro perdido en el viento de Madrid.
Quiero volar contigo
hasta algún lugar más lejos de la realidad,
volver a soñar el eco de tu perfume en el césped;
sentirte más allá
hasta desdibujar la fantasía en tus ojos.

Acaso
un atisbo de misterio que un día se tornó poesía,
poesía que volvió en manos el viento
y el ayer en polvo. Y nos buscamos
sin mirar atrás en el camino hacia tus labios,
escalera hacia el cielo, entrelazamiento cuántico,
mar abierto de mis sueños más profundos y deseados.

Dos o tres calles más abajo del misterio,
bajo su manto de estrellas espera el poeta
con la frágil luz de la esperanza
convocando a las musas en alguna esquina maldita;
la mirada desafiante a media luz
y el brillo del zafiro en sus ojos hipnóticos. Desprende
de su afilada pluma incandescente una canción de vida y esperanza
que corta las soledades en cien soles de primavera,
que fragua los corazones en la memoria de la noche.

Tan solo recordar tu nombre
en el eco persistente de tan auténtica ensoñación
desvela las más íntimas pasiones.
Recordar con misterio
la hierba recién cortada por tus cabellos
y un primer beso que ni el viento ni los trenes podrán llevarse.
Perdición de madrugada remota
tan solo franqueada por la pasión de un primer encuentro
y el anhelo del porvenir,
de cuanto nos queda por vivir,
del eco de nuestra preciada sinfonía sin fin.

Y al amanecer, todos despertamos
un poco sin saber dónde esta nada,
buscando el cielo y las estrellas en las sonrisas ilusionadas
que el embrujo de la noche nos legó.

No,
esta vez no ha sido un sueño, amor mío,
y te quiero más que a nada en el mundo.


Vuelan las palabras para el eterno recuerdo
de un fin del fin que se volvió principio del principio,
de cómo, desde aquel ángulo oscuro, los poetas imaginan las leyendas.

Lo indescriptible, está aquí consumado:
es el triunfo del amor eterno constelado sobre la metáfora de lo transitorio...

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