viernes, 11 de mayo de 2012

Los días tristes

En la bruma,
ocultos por las gentes,
te mostraste ante mí sutil y deseada.
                                                          Intento recordarte
en las largas tardes de primavera
a la sombra de Madrid,
                                      tú y yo,
                                                   la vida entera;
acaso un primer beso
cerca de la estación que vio florecer nuestro sueño
escondidos de la gente y los viajeros.

Cerrar los ojos, la luz eterna...
                                                 Y escucharte lejana
en el alma descompuesta de una sombra,
en la última calma de los viernes.

Sentirte en mi críptico y noctámbulo lamento,
en el rincón oculto,
en el vivaz reflejo de un sueño a media luz.

Desearte, amor, mi musa ineludible,
en la soledad de esta vida hastiada de estudio;
despertando de un sueño sin fin y sin principio.

Desearte, amor, en estos días inciertos
que subliman las miradas en polvo y cenizas,
donde nuestra noche se confunde con los versos
que escapan al juego de luces en el silencio,
donde la nada es todo y todo es apenas nada.

Desearte, amor, y algún día despertarme
oculto entre tu pelo,
quietud afrodisíaca,
un milagro de onírico deseo.

Al cabo del camino,
nuestras manos tomadas de por vida,
el mundo por delante.
Y sentirme tan solo,
perdido en la sombra de las circunstancias,
sin poder estar cerca de tus ojos noctámbulos.

Mis días tristes y desiertos sin ti,
encadenado a la psicología y a un sueño,
mi sueño de luna y cristal oculto del mundo
(ajeno al espectro deliroide de una noche),
donde las ilusiones se conciben sutiles
al aroma de las frías noches de abril.

Y transfigurarte en humo al acercar mis labios,
o topar con el aire o la pared,
morir de amor en la oscura realidad.


Mi triste poesía esta noche de mayo,
mi espectro enamorado,
se escapa otra vez más por la ventana.
Insomnio.
                Mis ojos te desean en la tristeza....

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