miércoles, 2 de mayo de 2012

Treinta

Porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero.

Mario Benedetti, Corazón coraza 



Recordar
en su inmortal presencia,
percibida en el delirio del alba
en un sinfín de iridiscentes amaneceres
el encuentro casual de aquel invierno caprichoso,
nuestro anhelo consumado entre las amapolas,
en la noche perdida, acercándome a las estrellas.

Sentir las lágrimas
en la medianoche de las palabras,
intuyéndome solo;
                    y despertar a tu lado después,
la tácita locura de nuestros sentimientos,
otro presagio.

                Y es entonces cuando abro los ojos
para hallar mi vida entera en los tuyos;
y allí estaré, mi vida,
confundiendo tus límites con los de la Luna,
deseándote en nuestra, aunque tan próxima, distancia;
y allí me encontrarás, siempre fiel y apasionado,
a tu lado, por siempre hasta el final,
añorando
tu mirada en el recuerdo de la primavera,
buscando
la memoria de tu aura dorada en el camino;

y es entonces cuando se obra el milagro,
quietud afrodisíaca tu intimidad de lunes,
desvelo para mis sentidos, tu amor y el nuestro;

y el cielo de Madrid se abre a tus encantos,
buscando el recuerdo de aquel hechizo de viernes
al cobijo de los trenes, la brisa y tus besos.



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