domingo, 1 de noviembre de 2020

Mar

Siempre hubo mar en ti. Será un poema
azul el que te encuentre
en tu luar callado, junto al fuego.
Siempre hubo mar, y representas
en tu cuerpo un cortejo de sirenas
mitad cuerpo de cera, mitad lágrimas
de antiguos mariñeiros.
 
Es que, acaso en la niebla, te descubres
otorgando un nombre fidedigno a cada esquina
donde estuvo el amor. Tú lo señalas
y brota, como un ramo en el rocío
helado de tu espalda
cuando observas, inquieta,
acechante el momento en que reunamos
el tiento suficiente para hacer que nos queramos.
Y escribes sobre mí tus ojos dulces
y tu sonrisa a medias
y el tacto de tus manos siempre a tiempo
para seguir viajando
hasta encontrar tu abrazo inesperado
como cuando se ha abierto una ventana en el faro
bajo aquellas casitas de la costa
donde me susurrabas
preguntándole a la arena si te amaba,
jugando con el frío y con las vacías
respuestas de la noche.
 
Siempre hubo mar en ti, y descubro
con cada estela pálida algunos trazos
de tu verdad añil,
que roza el intervalo entre las sombras
brillantes de la espuma
y tu locura suave, luminaria
de las noches de piedra.
 
Pero lo intentaré, y me encontrarás
en un verso nenúfar, frente al mar
que siempre ha habido en ti,
para besar tu frente entre tu pelo mojado
de sal, de tus miradas, de tu furia
tácita y misteriosa
que vuelva como el sueño entre las olas
para mirar de nuevo
y escalar en tus brazos, tomar puerto
y escribir otra historia en el tejado
mientras duermen los pájaros
tendidos en el cable de la aurora
que mira hacia el reloj que te hace joven,
deseada: tan discreta, y tan amada.

 Leganés, 31 de octubre 2020

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