jueves, 2 de julio de 2020

La dama roja

Su mitad silenciosa descartaba
cualquier tipo de amor.
Pero la otra, rayada de misterios,
era una invitación, sin fecha, a la esperanza
que vaga por las calles descubriendo
caricias en la sombra.

En mis ojos,
una cita en la esquina a la dreta de l'Eixample
con ruido de motor entre tus rizos
y un pizarrín de ofertas en la falda.
¿Te acuerdas de aquella casa estrecha
de azulejos pintados?
Aún recuerdo tu voz, con bizantina
arenga: Quatre-cents noranta-vuit
del carrer Mallorca, dos quarts de sis.

Te dejé allí una rosa
exactamente allí. Y tú, la estrella
que sigo a todas partes,
que tiene los colores de los vidrios de cien años
en la cripta del genio
y que sé que has robado de un fragmento de Sol
rojo y sincero.
Cuando nos hemos visto,
exhalo el vapor de orbitar nuevo
sobre los aledaños de tu cuerpo.
Luego se abre un semáforo
de cuentas de collar que llevas puesto
me enlazas y brillamos.
Y beso y amo y brindo tu frágil perihelio
a las musas del agua y a los dioses fenicios
para escribir espumas en la arena
que canten nuestros siglos.

Todo era tan bonito
y tan incierto.
Tú, dama roja,
que, lliure sota el temps providencial
de la meva discòrdia, vens ara a fer memòries
dels arbres destruïts pel teu silenci.

La tarde ahora está sucia de toldos y esteladas.
En el fondo del pozo
parece que unos muros me responden:
Tot anirà bé. Y cuando pases
de nuevo por la calle del olvido
cortando mi sonrisa transeúnte
te voy a despertar con la mirada
sucinta del tercer amor, que no es
ni tan siquiera el último,
que no es apenas cierto, sólo un mirlo
de paso en el verano,
que con un parpadeo se ha convertido en un espejo
de mis propias historias imposibles.

Todo era tan bonito
y tan incierto,
i tant.
¿Por dónde volverás, fuego del alma?


Barcelona, 2 de julio de 2020

No hay comentarios:

Publicar un comentario