lunes, 1 de noviembre de 2010

Fuerza y honor

A la memoria de Juan Antonio Cebrián (1965-2007)
Fuerza y honor 

Hubo un tiempo en que un sabio habitó entre nosotros,
la noche daba sentido a su vida.


Hubo un tiempo en que una cohorte de filósofos
levantó la mirada y caminó
hipnotizada por la magia de las ondas.


¡Oh, capitán, mi capitán!, guiaste corazones
                                                                   - también el mío -
bajo los treinta y dos rumbos del misterio,
con la espada de tu voz siempre en alto
como hicieron tiempo atrás tus favoritos.


Despertaste la Historia dormida del eterno pasado,
paseándote por las Pirámides, conquistando Persia,
tal vez entrando en la mente de mil napoleones
o quizá en el alfanje de un moro sin nombre;


y es que decir Cebrián hoy es invocar una leyenda,
porque aquella noche en que cambió el curso de la historia,
tu querida Historia,
todos sabemos que marchaste a saber un poco más
dirigiéndote con la cabeza alta a Alejandro Magno,
a Pizarro, a Sócrates, a Chindasvinto,
porque, en el fondo,
                              sólo sabías que no sabías nada.


Aquella Noche Triste que te vió marchar
todos fuimos Espartaco, yo también fui Espartaco,
tú fuiste Espartaco.
                               Porque la leyenda es inmortal,
bien lo sabes.
                      Entonces fue hora de marchar,
y te marchaste sin decir cuándo ni adónde.


Nos has dejado solos, Gran Maestre, como un padre
que sin remedio abandona tras de sí a sus hijos.
Sólo me consuelo al dejar volar mi mente
pensando que el recuerdo seguirá en los infinitos corazones
unidos por el calor y el misterio de tu voz,
y que, estés donde estés, maestro,
serás siempre mi Rosa de los Vientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario