sábado, 6 de noviembre de 2010

Despertar

En la lúgubre soledad de esta noche de noviembre, súbitos recuerdos me atacan;
desesperado en otro intento por traerte a mi presencia busco la realidad en oníricos deseos,
aterrado por tu ausencia enjugo las lágrimas de un corazón atormentado y perdido.

El sueño no me vence: te quiero.
                                                    Te quiero, y aun más que nunca,
aunque por ahora tan sólo ame un dulce espectro de sombra y libertad,
imagen falsa de tan verdadera que nadie podrá esfumar de mi cabeza.

Todo queda, todo pasa, y aquí estamos: el uno para el otro y a la vez la nada,
descubriendo algún mínimo detalle cada martes por la tarde,
subsistiendo a duras penas del lejano amor del otro.

Mientras tanto, fluyen los versos tras mis amargas lágrimas de otoño
recogiendo con tristeza el discurrir de tan indigna lluvia.
Hoy tampoco estás, mi amor, nada ha cambiado
y estar contigo es aún hoy un esbozo del pasado lejano...

Los últimos suspiros de mi alma atormentada
se confunden en la niebla de un Madrid helado y gris
mientras dejo que se apodere el sueño de este corazón vacío por dentro
que anhela poderosamente
                                          el resurgir de tu amor apasionado otro martes por la tarde...

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