miércoles, 20 de enero de 2021

Porvenir

(Creo en ti.
Eres.
Me basta.)

Ángel González

Yo sé por qué no tengo que escribirte,
y doy la vuelta como
traza tu abrigo al vuelo la inocencia
de quince años atrás.
Tal vez tú eras la niña que ahora asoma
en el brillo dorado que me aleja
de escribir cien mariposas en tu rostro.
Para entonces ya había aprendido a amar
y a recorrer escenas imprecisas
de un tú y un yo y un sueño,
ya había aprendido a hacer
como que miro hacia otra parte mientras cuento
los trenes de Madrid en busca de una voz.


Mis lápices ingenuos
ya componían esbozos de su canto.
Ya había aprendido a ver
el tiempo como múltiplo de besos.

No sé qué fue de ti. Pero sí sé
que yo existo por todo cuanto he amado
y ahora,
con fuerza renovada en la certera
luminaria de mi adviento, te descubro
por el brillo azul que suena al verte
cuando sales de casa, y por el tiento
lúcido y silencioso de tus manos
mientras templan mis noches y las cuidan.

¿Por qué has tardado tanto?
Te esperaba distinta, y me resultas
magistralmente exacta. ¿Dónde estaba
tu juvenil sonrisa para darme
su primoroso aliento?
¿Por qué no me regalas otras nubes
de luz en los esbozos de tu pelo?
Brillante alevosía la de tu imagen
saliendo de las aguas;
ardiendo en la distancia, mi suspiro
como un dulce relámpago.

Yo sé por qué no tengo que escribirte.
Voy a cerrar los ojos. A buscar,
en mis lunas de nieve y alma, luz,
locura, advenimiento prodigioso.

     (Ahora cierro la puerta y, a escondidas,
     te pienso de repente.)


Para aprender a amarte
y a dibujar abrazos
cuando muera el invierno.

Leganés, 19 de enero de 2020

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