domingo, 1 de agosto de 2010

Soledad (meditación primera)

Cada noche,
mi alma, sigilosamente tranquila, intenta ir al encuentro de la tuya,
muriendo por el camino,
recuperándose con tus recuerdos,
                                                   mas sólo a veces,
intentando subsistir en este tórrido agosto madrileño
en el que hasta los sueños se mueren de sed...


Cada noche te busco en la luz de las estrellas,
en la frescura de una brisa atenuada
por cuarenta y seis grados a la sombra.


Cada noche me hipnotizo con tus abrazos soñados,
deseando que cada beso,
                                       cada caricia,
                                                          cada momento,
                                                                                sea único...
Pero todo son ficciones de un subconsciente desesperado,
un ser perdidamente enamorado de tu esencia,
una vida vinculada inexorablemente y sin retorno a la tuya.


Y mi corazón huye sin saber adónde
por los senderos que marca el olvido
husmeando entre la hierba buscando tu perfume de mujer enamorada,
escudriñando hasta el último milímetro cuadrado de tierra
tratando de encontrar algún beso tuyo perdido
por el camino que lleva a tu lejano paraíso...


...pero nunca hay nada...

No obstante, te quiero demasiado para dejarte caer en el olvido,
y por eso sigo esperándote, en mi soledad, en la soledad del tiempo,
en la soledad del amor, en la vida, en la muerte y en el viento...

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